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El exagerado culto al cuerpo

BUENOS AIRES -- Queridos lectores, me resisto por todos los medios a ser un deportista. Me lo dijo el médico: "Cucu, tenés el colesterol por el cielo, las arterias tapadas, veinte kilos de más, problemas cardiovasculares, hígado graso, presbicia, insomnio. Te voy a tener que medicar o te convertís en un deportista, elegí".

¿Se necesita estar super entrenado, comer verduras y frutas todos los días para poder vivir en paz? Hay un culto al cuidado del cuerpo y la salud que me exaspera. ¿Qué haremos los grandes defensores de los carbohidratos y el pan con manteca ante este mundo "saludable" que se aproxima?

¿Es para tanto? ¿Se necesita ser Charles Atlas para jugar al fútbol o simplemente para tener una vida mas larga y sana? Yo conozco a una persona que murió haciendo deportes, exigiéndose todas las mañanas en los fierros del gimnasio, haciendo step, treching, gimnasia aeróbica, gimnasia recreativa y karate. Un auténtico deportista, que de pronto, palmó llevándose al cielo sus 1500 abdominales diarias.

Para salvarme de la muerte me dirigí a un gimnasio. Encontré a mi amigo Mauricio Monta, un chico que antaño supo ser un palo de flaco. ¡Ahora parecía Lou Ferrigno, Suarseneger, etc! Era, lo que en la jerga de la bailanta, llamábamos un patovica con todas las letras.

La sensación del gimnasio, era tener una personalidad del mundo del espectáculo o del deporte corriendo "en vivo y en directo".

Me mostró las instalaciones del gimnasio y después me llevo a una pieza gigante, con vidrios en las cuatro paredes y grandes cintas para correr. Me sorprendí cuando vi a un famoso jugador de Boca corriendo en la cinta.

"Hace 14 horas que está corriendo en la cinta sin parar", me contó Mauricio Monta. "Cucu, llegaste al lugar indicado para tu problema". Yo no tengo ningún problema, le respondí. Pero Monta me respondió con ironía "vos no, pero tu cuerpo sí".

"Aprendé de este jugador de Boca, vení que te lo presento". Pero el futbolista no paraba de correr en la cinta. Me agitaba de solo verlo. "Quiere ser titular este semestre en Boca, viene todos los días después de entrenar en Casa Amarilla".

Saltó de la cinta y fue corriendo y agarró unas pesas que comenzó a levantar desesperadamente. La levantó 3500 veces y luego salió corriendo, echando humos, hacia una pileta de cien metros. Fue y vino por lo menos 83 veces. Este muchacho era una máquina. Más que un futbolista parecía Rocky.

Para terminar, se volvió a su casa de Nuñez en bicicleta (estamos en La Boca). Quise decirle que podía tomar el 152.

El joven deportista me irradió una energía que me alejó de él al instante. Quise ser libre, estar en paz, no acelerar mi pobre corazón sedentario. Sin duda, el deporte, la salud, el culto a la belleza corporal, esclavizaba a mis contemporáneos.

Me vino hambre y me crucé al bar de enfrente a tomarme un café con leche y cinco medialunas. La mañana estaba levemente fría y ventosa. Ideal para leer el diario.