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Inhibiciones a la hora de la Copa

BUENOS AIRES -- San Lorenzo tiene una cuenta pendiente con la Copa Libertadores. Es el único grande de la Argentina que no la luce en sus vitrinas, lo cual, cada tanto, lo vuelve objeto de escarnio. Se sabe que el ingenio de los hinchas funciona a partir de las frustraciones ajenas.

A sabiendas de esta deuda, la dirigencia orientó sus movimientos como para afrontar el torneo continental más prestigioso con fundadas aspiraciones.

Tras la intempestiva renuncia de Pizzi, se agenció como entrenador a Bauza, quien acredita experiencia copera y de las más exitosas, ya que salió campeón con la Liga Universitaria de Quito en 2008.

San Lorenzo también hizo las contrataciones de mayor resonancia en el discreto mercado de pases de la Argentina, pensando en fortalecer convenientemente un plantel que se impuso prioridades de alto vuelo.

Pues bien, a este San Lorenzo que manifestó su voluntad de adueñarse del trofeo faltante se le escapó un dato central sobre el que tendrá que trabajar con denuedo el flamante entrenador: la actitud del equipo, en franca contradicción con el discurso dominante en el club.

No soy partidario de las explicaciones psicológicas, pero el debut de San Lorenzo ante Botafogo mostró a un equipo inseguro de sus fuerzas. Impresionado por la trascendencia del partido, del escenario. Acaso por la expectativa acumulada durante décadas.

Su lectura acomplejada de la noche agrandó a un rival que exhibió pocas luces, además de vacilaciones defensivas dignas de aprovecharse con mayor audacia.

Apenas San Lorenzo hizo pie, Blandi tuvo una gran oportunidad. Luego fue el turno de Correa. Por egoísmo y por prisa, es decir por detalles que denuncian el peso del compromiso más que la solvencia de delanteros eficaces, ninguna terminó dentro del arco.

Piatti, jugador desequilibrante si se dedica a encarar en velocidad, sólo aspiró a buscar infracciones. Y Torrico inventó un gol decisivo donde apenas existía un tímido remate de media distancia.

Me temo que la impericia provino de la escasa autoestima. San Lorenzo se entregó mansamente a la derrota en un partido que podía ganar. Matos, que ingresó tarde, quizá sea el único al que se vio convencido de sus virtudes.

Los pelotazos inofensivos de la segunda etapa son la expresión nítida de la resignación. Por qué, si no, insistir con una fórmula que, en cada repetición, certifica su inutilidad.

Bauza dijo que les faltó precisión. Y que resultó un acierto táctico acumular tres volantes contenedores. Según el DT, tal dispositivo les facilitó la circulación de pelota por la mitad de la cancha para evitar así que los laterales del Botafogo escalaran de continuo y llenaran el área de centros. ¿Qué partido estaba mirando?

La falla táctica fue provocada por la inhibición. Era un partido para jugarlo varios metros más adelante, al acecho del error, merodeando una defensa que dejaba generosos espacios. El ritmo del equipo no podía seguir la pauta lenta de Mercier y Ortigoza.

San Lorenzo debe adaptar su ánimo y sus convicciones a la pretensión protagónica manifestada a comienzos de temporada. Tiene juego para creerse la aventura. Y los rivales del grupo, de estatura promedio (Independiente del Valle, de Ecuador, y Unión Española, de Chile, además de Botafogo), permiten pronosticar un camino accesible, al menos en el primer tramo.