Bernardo Pilatti 10y

Victoria inmerecida de Danny García

Lo que todos vimos no fue lo que vieron los jueces: Danny García ganó sin haber ganado y Mauricio Herrera perdió sin haber perdido. Ese puede ser el resumen de la nueva defensa del doble campeón Welter Junior que por primera vez peleaba como monarca en la tierra de sus ancestros.

Yo sé que en una pelea que se decide en las tarjetas, todos los criterios son discutibles y podremos estar de acuerdo o no estar con una puntuación. Pero hay salvedades, hay momentos en que todos coincidimos en otorgar los mayores merecimientos a uno de los dos rivales y creo que esta fue una de esas oportunidades.

Pero vamos a tratar de fundamentar nuestra convicción. En nuestra nota previa del combate les habíamos advertido que para Danny García esta batalla no era ningún paseo. El estilo de Mauricio Herrera le complicaría la estrategia. Y así fue.

El desafiante, un hombre que puede ser extremadamente técnico o tercamente agresivo, de acuerdo con el oponente, se mostró conservador en los dos primeros episodios. Esperaba que el campeón se mostrara agresivo e impusiera el ritmo en su casa. García, se mantuvo apegado a su libreto de jabear, esperar y buscar errores del rival para colar sus combinaciones. Ante ese escenario, Herrera mudó el libreto, se hizo dueño de la ofensiva y empezó a dictar el ritmo.

Presionó de manera constante, siguió a García por todo el cuadrilátero, lo conectó con sólidos impactos y tan temprano como el quinto asalto le llegó a contrapié con poderosos golpes que García asimiló, más que nada, por la menor contundencia de su rival.

Recién en el noveno asalto el campeón, sangrando de sus heridas, pareció despertar y cayó en la cuenta que podía perder el combate. Entonces aceptó el intercambio abierto donde, es bueno aclararlo, se llevó la peor parte. Herrera siguió llegándole al rostro una y otra vez, hasta el último suspiro del combate.

En la suma de golpes que llegaron a la humanidad del adversario, Herrera lo hizo en 221 oportunidades y García 204 veces. Los guarismos son cercanos similares, pero la actitud sobre la lona, no fue cercana. El que amarró, el que retrocedió, el que tuvo que escapar por piernas, el que nunca mostró tener el control de la pelea fue García. Herrera, fue el que tiró más golpes, el que propuso la pelea, el que estableció el ritmo y en definitiva, fue el mejor preparado. Pero no ganó. Uno de los jueces dio la batalla igualada en 114-114 y los dos restantes tuvieron tarjetas idénticas y le otorgaron el triunfo al campeón por un polémico y exagerado 116-112.

Danny García, al final de la batalla, le dio el crédito a Mauricio Herrera, dijo que hizo bien su trabajo y es un rival complicado. También informó que luego de ocho años en las 140 libras, está teniendo problemas para dar el peso y no descarta moverse a las 147.

Lo que alega Danny García es aceptable como disculpa, pero su mal desempeño no puede tener solo eso como fundamento. El campeón cometió errores imperdonables que deberá mejorarlos si pretende mantener su invicto y sus aspiraciones de futuro. En especial, sus demoras en las transiciones de bloqueo y respuesta. Cuando Danny se quita un golpe con el movimiento del cuerpo y se abre para soltar la derecha, demora una eternidad y en ese espacio de tiempo le suelen entrar uno y dos golpes consecutivos. Herrera, un especialista en lanzar combinaciones de más de dos golpes, así lo impactó en más de una ocasión.

Tampoco García fue efectivo con los golpes por afuera, que los lanzaba sin la distancia correcta o sin la rapidez mental para enviar el riflazo en el momento oportuno. Siempre terminaban en los brazos de Herrera o abanicaban torpemente el aire.

Herrera, por su parte, hizo todo lo que sabe hacer y además le puso una extraordinaria preparación, junto a una estrategia adecuada. Su actuación fue digna, merece el aplauso y debemos aceptar que la derrota fue injusta.

A veces al final de una batalla nos lamentamos porque uno de los rivales faltó a la cita y en otras ocasiones, como en esta, nos entristece ver que el legítimo ganador es sorprendido con una decisión localista de los jueces. Tal vez y pese a todo, lo saludable fue ver a dos rivales que entregaron todo lo que tenían y que la fanaticada de Puerto Rico pudo celebrar la victoria de otro campeón boricua. La pena es que al final nadie aplaudió a los jueces. Ellos fueron los grandes protagonistas.

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