Carlos Irusta 10y

Maravilla Martínez, en conferencia: "Miguel Cotto se va a ir del ring"

BUENOS AIRES -- La hilera, impaciente, se despliega sobre la alfombrada escalera. Hay que subir paso a paso, porque al final de la hilera, deberán registrarse para poder ingresar. Los periodistas, habitualmente conversadores a gritos y, en la mayoría de los casos, siempre ansiosos, lucen callados y respetuosos. Se mezclan con ellos rostros femeninos que, indudablemente, son las clásicas fans de Sergio Gabriel Martínez, más conocido por Maravilla.

El lobby del hotel InterContinental -por donde alguna vez pasó Mike Tyson- está electrizado. Hay curiosos, hay fans, hay cámaras, hay celulares y, claro, muchos de ellos -o todos- programados para sacar fotos.

Al mediodía del martes 18 de marzo, finalmente, Sergio "Maravilla" Martínez apareció en escena, frente a un centenar de presentes y unas 20 cámaras de televisión. Traje oscuro, camisa abierta, sonrisa feliz. Por allí, perdida entre la gente, está su mamá, doña Susana: está feliz porque sabe que, cuando termine todo, se encontrará con su hijo, antes de que parta, esa misma noche, rumbo a Madrid.

Y también está Pablo Sarmiento, claro, su entrenador. Como se sabe, Pablo asumió el lugar de su hermano, Gabriel Sarmiento, en los trabajos de Maravilla. Hubo algunos cruces verbales y, finalmente, se arregló todo. "Un día nos encontramos y tomamos un café -cuenta Martínez-, yo le pregunté, ¿Tú qué sabes hacer? Y él me contestó: "Entrenar boxeadores". Entonces, yo le dije: y yo se boxear, así que tú me entrenas y yo boxeo, como antes, y listo. Y así fue...".

Jorgela, responsable de la prensa, toma nota, porque obviamente todos quieren preguntas. Miguel De Pablos, amigo, confidente, socio y compañero de Martínez también se pierde entre la gente, ya que el protagonista es Martínez.

"Cotto boxea con un libro bajo el brazo –dice Maravilla-, es de manual todo lo que hace. Y yo, al revés, soy un desfachatado, mi boxeo es desarticulado, una especie de anti boxeo. Así que veremos quién le puede a quién, aquí ganará no el más fuerte, ni el más rápido. Ganará el más inteligente. Y yo soy más inteligente".

El tema de su lesión en la rodilla es recurrente. "Tuve una rotura parcial de menisco, sufrí grandes pérdidas de líquido sinovial, sufrí una infección post operatoria y sufrí una rotura parcial del cartílago en la tibia, entre otras cosas. Por eso costó tanto. Tengo 39 años, recuerden. Pero hoy estoy bien casi al 100%".

Le preguntan si pelear en un Madison lleno de puertorriqueños será un problema y responde sin perder la sonrisa: "Vengo peleando de visitante durante 12 años... Esta vez será una más. Y, de todas formas, no van a hacer falta los jurados, porque Cotto se va a ir del ring".

Le preguntaron sobre el futuro:"Estando presente mi mamá, no puedo hablar mucho, ¡ja! Ella quiere que yo me retire, saben, pero por ahora lo único que importa y en lo único que debo pensar, es en Miguel Cotto".

Le hablan del profesionalismo de Cotto. "Es un gran rival, sin dudas. Pero el boxeo es primero mente, después piernas y por último, puños. Quien establezca la distancia ganará la pelea. Yo creo que ya la tengo en el bolsillo".

Y, cuando se refieren a la hosquedad de Cotto, aclara: "Mucha gente no lo quiere por su estilo, pero eso no significa nada malo contra él, es su estilo. Yo sonrío con todo el mundo pero eso no asegura que yo sea buena persona. Bueno, allá él, cada loco con su tema".

Y, cuando llegó el tema de Martin Murray y su pelea en Vélez, no dejó de sonreír al afirmar que "todos hemos tenido alguna noche no perfecta y hemos dicho algo así como "es la primera vez que me ocurre". Bueno, en Vélez pasó algo así, pero verán ahora que estoy mejor que nunca. Murray perdió el tren o no supo tomarlo o no quiso, fue un rival difícil y yo tuve una noche mala, eso es todo".

En medio de algún aplauso se levantó, y sonrió. Se lo vio más radiante que nunca. Atrás, en el cartel, quedaba el nombre de Miguel Cotto, el hombre que lo está esperando en el Madison de Nueva York el 7 de junio, el hombre a quien Maravilla quiere robarle la fiesta.

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