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Cuestión de autoestima

BUENOS AIRES -- Es cierto, los clásicos son partidos aparte, especiales. Pero no es la excelencia ni la concentración de emociones lo que los distingue, sino el discurso previo, la venta excesiva de un partido que luego, por lo general, no supera la medianía.

Tanto ruido, tanta apelación a la historia, en lugar de promover un impulso heroico, sume a jugadores y técnicos en una especie de parálisis, de terror al movimiento y la excepción.

De modo que, por mucho que machaquen con la frase los protagonistas de los clásicos más populares, lo último que pretenden es "un partido aparte".

Por el contrario, ruegan por un desarrollo previsible, sin sobresaltos, y así es como estos juegos suelen terminar en empates desabridos. El 1 a 1 es el resultado ejemplar.

El Boca-River no escapa a la regla. De no mediar esta prudencia, este instinto de conservación, el equipo de Ramón Díaz tendría que salir a aprovechar su momento indiscutiblemente ventajoso.

No sólo tiene un equipo más rico y diverso que Boca. También está jugando mejor, viene de una victoria clara ante Lanús y le lleva dos puntos en las posiciones.

Claro, la inestabilidad lo aqueja. Y el largo tiempo sin ganar de visitante también. Mella las certezas, alienta el conformismo. Y acaso esa flaqueza tenga un papel importante en la Bombonera.

River puede pasar, como ante All Boys, de un gran primer tiempo a sufrir dos goles decisivos en tres minutos, al comienzo de la segunda parte. Goles que, más allá del mérito del adversario, revelan torpezas propias tan excepcionales como dignas de preocupación.

Ni entrenador ni jugadores parecen atinar a una explicación para estas fluctuaciones repentinas. Y eso no ayuda.

La defensa de considerable solidez, donde sobresale el titánico Álvarez Balanta, convendría completarla el domingo con Funes Mori en lugar de Ferreyra (Vangioni, salida y eficaz carrilero, está suspendido).

El oficio de un defensor reforzará mejor un sector por donde puede penetrar el Burrito Martínez, recién absuelto por Bianchi y candidato a jugar de titular. Martínez es el jugador más profundo que puede presentar Boca.

A falta de alguien que expanda la banda izquierda, por allá tendrá que ir más seguido Lanzini, garantía en el uno contra uno que garantiza desequilibrio. Del otro lado, Carbonero es una opción de lujo como alternativa de proyección.

Con la confianza en su lugar, River cuenta con un buen repertorio en mitad de cancha (de cualquier modo, Kranevitter debería ser titular), donde, en las tardes con viento a favor, es capaz de manejarse con precisión y velocidad.

Cuando apuesta a la jugada macerada con paciencia y circulación le va mejor que cuando corta camino en busca de su hombre de área (ejemplo: golazo de Cavenaghi ante Godoy Cruz).

Sobre la vuelta de Teo Gutiérrez no hay lugar a discusiones. Villalva tuvo una incidencia determinante frente a Lanús y es un recambio de alto nivel. Pero con el colombiano en condiciones no tiene lugar en la formación titular.
Teo es, junto a Lanzini, el gran proveedor de ideas, además de un sorprendente improvisador que puede definir un partido.

Situación contradictoria, el mayor ídolo (capitán, además) es quien no parece sintonizar en un ciento por ciento con el ritmo de River.

Acaso por su volumen, Cavenaghi luce un poco lento, mucho más cuando es necesario decidir ahí donde no sobran los segundos. Su calidad no se discute, quizá requiera un ajuste físico que le permita una reacción más veloz en ciertas circunstancias.

En suma, salvo su ánimo bipolar, River tiene todo para ganar el domingo.