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Ojalá nunca suceda Pacman-Canelo

Joe Camporeale/USA TODAY Sports

El boxeo actual enfrenta, quizás, el mayor salto hacia una nueva dimensión, donde el negocio va por un lado y el deporte por el otro. Si ese salto es al vacío, aun no lo sabemos. Habrá que esperar que termine este proceso. Mientras tanto, trataré de explicar que entiendo por salto y que entiendo por proceso.

Tomemos como primera referencia lo que sucedía antes y lo que sucede ahora en la administración de la elite del boxeo profesional. Hasta la aparición de las grillas televisivas, el PPV y los espectáculos multitudinarios alrededor de cada batalla de campeonato, los grandes organismos llevaban la voz cantante.

Cuando la atracción por el boxeo comenzó a ganar adeptos a través de la televisión por satélite primero y luego con el efecto multiplicador que ha tenido gracias a la web, ese control comenzó lentamente a pasar hacia las empresas de promoción y obviamente las grandes cadenas de televisión.

En ese proceso aún estamos, camino a conquistar todas las fronteras de la tecnología. No falta mucho para que las imágenes en HD se concentren apenas en el monitor de nuestra computadora, en vivo y en directo o los televisores hogareños solo se verán en 3D. El negocio va viento en popa, si así no fuera, difícilmente Floyd Mayweather Jr. habría firmado un contrato para seis peleas por una cifra mayor o poco menor de doscientos millones de dólares. O en la lista de deportistas con mayores ganancias no aparecerían dos boxeadores: Mayweather y Pacquiao.

Lo que aún no queda claro, es la otra pata de esta transformación: ¿Hacia dónde nos conduce este salto? ¿Por ganar dinero estamos sepultando el deporte o quizás, estamos inventando un nuevo juego cibernético con la salvedad de que los protagonistas son de carne y hueso? Dado el aparente éxito del negocio como tal, la respuesta sería afirmativa.

La reflexión sobre "el juego", me viene a la mente ante la anunciada posibilidad de que aún este año se pueda producir una pelea entre Manny Pacquiao y Saúl "Canelo" Alvarez. Al mismo tiempo, se sostiene que esa batalla sería posible, debido a una suerte de romance empresarial que sigue acercando a las grandes promotoras Top Rank y Golden Boy Promotions a través de sus dos máximas figuras: Bob Arum y Oscar de la Hoya.

Desde mi punto de vista, especialmente por las diferencias insalvables en el peso, esa batalla es imposible de que ocurra. Al menos, esa certeza es posible en la mente de quienes hemos vivido el antes y el después de esta etapa en el boxeo. Sin embargo, es necesario aceptar que estos son otros tiempos donde cada día llegan nuevos fanáticos, nacidos o criados en la era digital. Para muchos de ellos, poco a nada importa, excepto ver en su pantalla el enfrentamiento entre dos héroes muy semejantes a los de los videojuegos.

Vemos que las grandes peleas no se establecen siguiendo los parámetros apropiados a la competencia deportiva, donde valen la similitud de condiciones o la suma de méritos para crecer hacia los primeros lugares. Hoy los campeones se producen como figuras mediáticas y no solo eligen a sus rivales, también "les conceden el privilegio de enfrentarlos". Y lo increíble en todo esto, es que la percepción que predomina es que efectivamente es un privilegio, nunca un mérito.

Un sector de la prensa argentina, por ejemplo, cuando se supo que Floyd Mayweather había escogido a Marcos Maidana como su próximo rival, reaccionó titulando que, "El Chino se ganó la lotería".

Los ejemplos abundan y hasta los otrora poderosos organismos se adaptan a los nuevos tiempos. Si así no fuera, hubiera resultado imposible que Sergio "Maravilla" Martinez saliera de una intervención quirúrgica directamente a una pelea de título mundial contra Miguel Angel Cotto, sin antes enfrentar al primero de la lista: Marco Antonio Rubio.

Y en ese ajedrez empresarial, Saúl "Canelo" Alvarez, que a la fuerza se va transformando en una suerte de héroe de historieta, venciendo a rivales con repentinas amnesias boxísticas (Alfredo Angulo y Austin Trout) y que tiene un compromiso previo ante el cubano Erislandy Lara, ya anuncia que le interesa el ganador de Cotto-Martínez. Regresamos, entonces, al tema privilegios y a los soberanos de la media, que planifican futuras peleas sin dar el merecido crédito a su próximo adversario (Lara).

Pero nada queda en eso, vamos a lo que titula esta reflexión; Manny Pacquiao vs. Canelo Alvarez. Un filipino que no consigue superar las 145 libras o un Canelo que mal puede bajar a 152 y a la hora de la pelea pesará casi como un súper mediano. Si aun así, ambos (Canelo y Manny) serían capaces de amoldarse a los mandatos del dinero y satisfacer a quienes solo les importa ver o promover peleas entre grandes nombres, es posible que allí encontremos la razón del título.

El boxeo habrá culminado su salto y al final del proceso de cambios habrá instalado el show por encima del deporte. Ese día, hasta un animador de farándula podrá comentar las peleas de campeonato. Por ello, ojalá que el posible Pacquiao vs. Canelo nunca suceda.