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Objetivos modestos

Esta versión de Merlo no es para estatua Fotobaires.com

BUENOS AIRES -- Con el correr del tiempo y de las crisis, los clubes de Avellaneda, enemigos como sólo el fútbol puede concebir, se parecen cada vez más.

En especial, por la intolerancia de los hinchas, que, hartos de rachas nefastas, se convierten en ruidosos opositores de sus propios equipos y disparan diversos reclamos en pos de destituciones y renuncias.

Gracias al árbitro Carlos Maglio, quien inventó un penal que le dio la victoria ante Sportivo Belgrano, Independiente tendrá una semana de respiro. Aunque en el plano institucional, el futuro no se recorta muy alentador.

Acaso los muchos que insultaron a Javier Cantero y suplicaron su alejamiento porque el equipo no ganaba se sientan aliviados y esperanzados. Aun cuando la mafia futbolera recupera posiciones.

Como siempre, el humor del público dependerá de que la pelotita entre en el arco y no de la acción política de los dirigentes. Los buenos y los malos son indiscernibles desde la tribuna.

Racing, por su parte, incurre en su deporte favorito: la decepción. Una vez más, luego de abrigar expectativas de un buen campeonato –recordemos el comienzo triunfal ante Colón–, derrapó. Y en lo que va de la temporada, suma 19 derrotas. Récord desde que se juegan torneos cortos.

La última caída fue especialmente cruel. No sólo porque venían de festejar por medio de carteles el fracaso de Javier Cantero (el muerto se ríe del degollado, diría mi abuelita); no sólo porque el rival era el necesitado Quilmes, uno de los equipos más modestos del lote de Primera; no sólo porque se jugó en casa.

Esas son buenas razones para flagelarse con el recuerdo. Pero más grave aun fue la revelación que, sin pudores, hizo Mostaza Merlo cuando le apuntaban todos los micrófonos.

El DT dijo que las autoridades del club lo habían llamado para evitar problemas con el promedio. Es decir, para salvarse del descenso. Como Racing, por el momento, no sufre zozobra por este tema, Merlo sugirió que su tarea está cumplida. Ergo, no hay nada que reprocharle.

La precaria evasión de responsabilidades por la desastrosa campaña del equipo implica escupir al cielo. Aunque los motivos de su convocatoria hayan sido los que Merlo proclama, la excusa habla muy mal de sus habilidades para el cargo.

Merlo acepta que Racing –en sus manos, al menos– no puede aspirar a un destino más reconfortante que huir de la zona caliente.

Con este mensaje resignado y derrotista, el entrenador asume que, incluso con jugadores como Viola, Vietto, De Paul y Saja, ente otros muy buenos, es incapaz de cumplir una temporada digna.

Merlo necesitaría, como mínimo, el Barcelona para plantearse un objetivo alto. Por lo tanto su aporte es ínfimo, casi inexistente. Y no lo ha dicho ningún crítico de su gestión. Lo reconoció el solito.

Es probable que los hinchas de Racing sigan venerando a aquel entrenador convertido en estatua que logró lo imposible. Pero esta versión de ese hombre no parece de mucha ayuda.