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El torneo más incierto

BUENOS AIRES -- Consultado sobre el desenlace de los playoffs en la NBA, el ex basquetbolista argentino Pepe Sánchez no dudó en dar un pronóstico contundente: los Spurs serán campeones.

Sus argumentos no parecían los de una opinión cualquiera, sino la demostración minuciosa de una verdad científica. Lo de Pepe no era el mero parecer de un experto sino una certeza absoluta. Pero no debida a la arrogancia, sino a un axioma básico que en el básquet no se infringe: siempre gana el mejor.

Y, tal como quedó expuesto en las palabras de Sánchez, describir cuál es el mejor equipo tampoco requiere de la subjetividad. Un mero repaso de nombres y antecedentes inmediatos le bastaron al ex base de la Selección para que la supremacía del equipo de Manu Ginóbili se tornara tan irrefutable como el calor del sol.

En el extremo opuesto podríamos situar al fútbol argentino. Nada más difícil que afrontar un vaticinio sobre el próximo campeón. Y, lo más extraño, tampoco es sencilla la tarea de distinguir al mejor o los mejores.

Gimnasia, una formación modesta, llegó mucho más lejos de lo que se había propuesto. Y a dos fechas del final, sería injusto señalar que tiene menos pasta de campeón que los otros aspirantes. Por ejemplo, River.

Los dirigidos por Ramón Díaz conforman, en mi opinión, el plantel más dotado del fútbol argentino. En todas las líneas, incluido el arco, cuenta con futbolistas de jerarquía.

Jóvenes o experimentados, ninguno desentona. A punto tal que una gran novedad como Kranevitter, por el que los demás clubes se pelearían, se sienta por lo general en el banco de los suplentes, al igual que Villalva, otro recambio de lujo.

Cuando River despega y se consolida en su intención de toque veloz y preciso, juega mejor que todos. Sobre todo cuando Lanzini y Carbonero (el hombre clave en los últimos días) están medianamente conectados y participativos.

La defensa, donde Funes Mori demuestra un vasto dispositivo de recursos, suele responder con solvencia. Y, para completar un panorama feliz, Chichizola está en la cresta de la ola y muy probablemente obligue a Ramón a mantenerlo como titular.

Claro que a esta versión de nítida superioridad se le contrapone, a veces en el mismo partido, un River abúlico, reiterativo, lento y de severas trastabilladas defensivas.

Así ocurrió frente a Racing. Del apogeo a la decadencia, en un parpadeo

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Racing, anímicamente débil y forzado desde el banco al pudor futbolístico, resultó, hasta avanzado el segundo tiempo, un rival accesible, con el que River desplegó sus virtudes, cuyo compendio ideal es el gol de taco de Cavenaghi.

Había tal distancia entre un equipo y otro que, con el marcador 3-1, el entrenador decidió hacer cambios sólo para que el público ovacionara en forma personalizada a los que salían, especialmente a Cavenaghi, responsable de dos goles.

Pero, ay, el exceso de confianza no condujo a la exhibición sino al error. Y, luego del golazo de Hauche, a la parálisis. Y Racing, un equipo desacostumbrado a atacar, se llevó por delante a los locales (para colmo, locales) y estuvo a un paso del empate desde el punto del penal, evitado en una gran tapada por Chichizola.

River pasó de garantizar el triunfo con su mayor espesor de juego y su rigor ofensivo a depender de la intuición de su arquero para salvarse. Así es imposible discernir qué tan bueno es un equipo y, mucho menos, si es capaz de salir campeón.