Alejandro Pérez 10y

Una decisión con futuro

BUENOS AIRES -- Argentino de Junín fue, por segundo año seguido, la gran revelación de la Liga Nacional. Con un plantel limitado, con más jugadores asociados al Torneo de Ascenso que a la máxima categoría, con varios pibes a los que se les dio una generosa oportunidad, todo producto de una inversión económica obligadamente acotada, logró mezclarse entre los mejores.

Hasta su actuación en la derrota, jugándole de igual a igual en semifinales al actual campeón, Regatas Corrientes, fue una demostración más de un equipo crecido en su confianza, capaz de animarse a todo, a pesar de que los nombres que conformaban su plantel no asustaban a nadie.

Aquí merece destacarse la labor del entrenador Adrián Capelli. Nuevamente con un plantel sin lujos conformó un equipo compacto, duro y peleador, que venció a rivales supuestamente más poderosos.

Hasta acá la reseña deportiva de lo que pasó en otra temporada que deberá quedar entre los mejores recuerdos del club bonaerense.

Ahora quiero plantear una idea. ¿Por qué Argentino de Junín, u otro equipo que se anime a recorrer ese camino, no puede intentar consolidar una tradición de club que con poco, a veces, consigue mucho?

¿O salir cuarto, como esta temporada, o quinto como la anterior, no son logros destacables si comparamos el mayor dinero gastado por varios equipos que terminaron por debajo de los juninenses?

En una Liga en la que siempre, en sus 30 años de disputa, salieron campeones equipos de fuerte inversión económica, mezclarse entre ellos con una billetera más flaca no es poca virtud. Y demuestra que no sólo el que logra el título puede encontrar motivos para sentirse conforme y feliz.

¿Por qué no pensar en un Argentino que por norma de sus dirigentes respete como máxima intocable el no pasarse jamás de un razonable límite presupuestario y aun así intentar siempre ser un rival incómodo para los poderosos y alcance decorosos puestos en la LNB? Algunas veces será para llegar a semifinales o en otras épocas, más sufridas, apenas para escaparle al descenso, pero siempre en la élite y sin poner en riesgo el patrimonio institucional.

Los poderosos, como en la vida misma, siempre existirán y tendrán las mayores posibilidades, pero también hay lugar para que los más humildes también encuentren felicidad.

Hasta se podría imaginar a la numerosa y seguidora hinchada de Argentino, por ejemplo, orgullosa de esa política, casi como una marca filosófica y social identificatoria. Ese club económicamente humilde que los representa, colándose en las fiestas que se suponen solo reservadas a los poderosos. Podría ser un sueño de la eterna lucha de clases concretado. Si hasta tendría algunos postulados románticos que invitarían a embanderarse con esa cruzada...

Claro que el emprendimiento no es tan sencillo como yo lo escribo. Hay que tener firmeza dirigencial en las decisiones y aguantar las presiones para sostener el plan y no dejarse obnubilar por objetivos desmedidos. El propio Argentino sabe el drama que vivió por ese motivo hace unos años atrás.

También hay que contar con inteligencia y visión para fichar jugadores, de esos a los que nadie antes les descubrió virtudes, a esos otros devaluados pero con ganas de recuperarse o aquellos sin nombre pero con ganas de trascender. Todos a costos módicos, por supuesto.

Una ventaja es contar con un entrenador como Capelli, quien ya demostró saber arreglarse con poco. Tal vez sea el momento de reconocerle económicamente en su contrato el dinero que les hizo ahorrar en estos dos años y confirmarlo como la cabeza de un plan a largo plazo. Quizás conviene pagarle bien al entrenador para que haga funcionar a jugadores modestos. Todo lo contrario de lo que pasa hoy en la LNB, donde jugadores de dudoso nivel cobran (por culpa de los dirigentes) montos que no justifican, perjudicando el patrimonio de la institución.

Es cierto que esa política le hará afrontar cada año la reconstrucción de su plantel, ya que esos jugadores a los que el club les sirvió de plataforma para revalorizarse, se marcharán ingratamente detrás de una mejor oferta económica de otro club al torneo siguiente. Ni más ni menos que lo que le pasó tras la temporada pasada al equipo de Junín.

Pero allí siguió y seguirá estando Argentino (o cualquier equipo que lo imite), reconvirtiéndose con el orgullo de su política, austera en lo económico y ambiciosa en lo deportivo, inalterable.

Si hasta este camino puede llevar a un club como Argentino a un redituable negocio económico. Al tener muchos seguidores que acompañan fielmente, mantenerse en lugares expectantes de la tabla de posiciones le asegurará buenas recaudaciones, mucho más si accede a instancias de playoffs.

¿Sus simpatizantes podrían exigirle el título a un club con esa política? En el deporte argentino, donde los hinchas (y la prensa) exigimos lo mismo al que gasta 100 que al que invierte 10, parece difícil de comprender. No parece justo, ni coherente, pedirles a ambos equipos resultados similares.

Si se consiguen jugadores que se comprometan y se entreguen a la idea del club no habrá que reclamar nada, las buenas actitudes surgirán y se notarán, como sucedió en estas dos temporadas con los juninenses.

Los simpatizantes (y la prensa) deberíamos entender y aceptar desde dónde parte cada club y hasta dónde se podría llegar razonablemente y utilizar eso a la hora de evaluar.

El premio por aplicar esa política puede ser grande. Lo fue, por ejemplo, para Argentino de Junín, en estos dos años, cuando logró clasificar para torneos internacionales. ¿Cuántos deporte, cuántos deportistas, le permitieron a Junín traspasar las fronteras del país?

Ese logro no es poco. Es algo que merece valorarse y reconocerse. Y todas las partes del club deberían estar orgullosas de él.

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