<
>

El día en el que el Príncipe fue Rey

MONTECARLO (EFE) -- Alberto de Mónaco, el segundo de los hijos de Raniero y Gracia de Mónaco, y príncipe heredero del Estado monegasco, nunca ha disimulado su amor por los colores del conjunto del Principado y el martes, en el encuentro de UEFA Champions League contra el Real Madrid, lo dejó claro, bufanda al cuello, dando todo un recital de gestos, muecas y saltos que no pasaron inadvertidos.

Cuando Pierluigi Collina pitó el final del partido, que significaba el pase a las semifinales del Mónaco tumbando al Real Madrid, el príncipe estalló de emoción, con los brazos en alto y dejando claro que era uno de los hombres más felices del mundo.

Su particular 'show' empezó en el minuto 30, cuando Iván Helguera realizó una fuerte entrada sobre Evra y el heredero no pudo evitar levantarse indignado en el palco cuando Pierluigi Collina, árbitro del encuentro, amonestó al madridista con tarjeta amarilla.

En ese momento Alberto de Mónaco, sentado a la derecha de su padre, sacó una cartulina roja de su bolsillo y se la mostró simbólicamente al madridista, aunque afortunadamente para el español Alberto no tiene jurisprudencia en el césped.

Pero el mal rato para el heredero no acabó ahí ya que, cinco minutos después, Raúl marcó el primer gol de la noche, lo que hizo que se llevase las manos a la cabeza en un claro gesto de desesperación, ante la mirada atónita de su padre y de Florentino Pérez, presidente del Real Madrid.

Antes de acabar la primera mitad se le vio discutir con Florentino Pérez sobre lances del juego aunque sin abandonar nunca la sonrisa, al igual que con Fernando Fernández Tapias, vicepresidente del Real Madrid.

Todo cambió en el tiempo de prolongación de la primera mitad con el gol de Giuly, lo que hizo saltar al Príncipe como un resorte de su asiento.

La segunda mitad fue un espectáculo. Con el 2-1 y a un gol del pase a las semifinales, Alberto de Mónaco ya no pudo reprimirse y sus nervios se dejaron traslucir en cada uno de sus movimientos.

El no va más llegó con el 3-1 obra de Giuly. En ese momento, con el índice de la mano derecha señaló al futbolista del conjunto del Principado, dejando salir toda la presión que llevaba en su cuerpo.

Aún le quedaban más emociones para su corazón. Fue cuando Raúl anotó el que hubiera significado el 3-2, pero el árbitro asistente lo anuló. El cambio de color se reflejó en su rostro, que pasó del pálido a un rosado con sonrisa incluida.

Al final del partido y con la tensión expirando por todos los poros de su cuerpo, pudo respirar tranquilo en la que probablemente haya sido la mejor noche de su vida en el estadio rojiblanco.