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El mito pesó más que las ganas

BUENOS AIRES (ESPNdeportes.com) -- "Las rachas en algún momento se cortan", profetizó más de un hincha de River en la semana previa al superclásico por las semifinales de la Copa Libertadores, en referencia a la paternidad de Boca sobre River, por un lado, y de los casi permanentes éxitos de los dirigidos por Carlos Bianchi a nivel continental.

En parte, parece que algo de razón de tenían. De los cinco partidos que ambos equipos llevan disputados entre sí en lo que va del año, River ganó cuatro y Boca sólo uno. Sin dudas, se trata de la mejor producción de los Millonarios ante sus archirrivales desde 1990.

Sin embargo, la segunda parte de la premonición seguramente se hizo sin tomar en cuenta un detalle verdaderamente relevante: a Boca no hay quien le gane en los penales.

Con Bianchi como entrenador, el equipo ha ganado desde los 12 pasos las seis definiciones que le tocó disputar, incluyendo tres finales (dos de la Libertadores y otra en la Intercontinental) y dos semifinales (también, de Libertadores).

En realidad, realzar únicamente el factor suerte cuando se habla de los múltiples logros internacionales de Boca en los últimos años sería no sólo necio, sino hasta irreverente.

Algunos "sabiondos" del fútbol aseguran que los penales no son suerte, sino que hay que saber ejecutarlos.

Se trata de una verdad a medias, ya que hasta el propio Diego Maradona erró penales clave (en los cuartos de final del Mundial de Italia '90 y en las instancias decisivas del campeonato Metropolitano 1981, jugando para Boca, por ejemplo).

Y nadie puede atreverse a decir que Maradona no sabía cómo patear un penal. ¿O sí?

Pero es evidente que el aspecto psicológico juega un papel preponderante cuando se está frente a la pelota a 12 pasos del arco.

Y allí, pese a perder un partido increíble, en el que River fue notoriamente superior, Boca volvió a mostrar su chapa de equipo acostumbrado a las situaciones adversas. Aún cuando un sólo penal (el que Abbondanzieri le atajó a Maxi López) marcó la diferencia.

RIVER NO SUPO, BOCA NO QUISO
Durante la mayor parte del partido, había quedado la sensación de que no había forma de que Boca marcara un gol.

Sobre todo, después de esos cinco primeros minutos del segundo tiempo, cuando Lucho González hizo expulsar al colombiano Fabián Vargas, primero, y metió un golazo espectacular para abrir el camino a lo que parecía el preludio de un triunfo más abultado.

Pero el problema es que a partir de allí River no supo cómo penetrar la defensa rival. Más allá de la gran labor de González y la voluntad de hierro de Maxi López, faltaron ideas (Daniel Montenegro está años luz de poder suplir a Marcelo Gallardo, que estaba suspendido).

Otros, extrañamente estuvieron desaparecidos, como Fernando Cavenaghi, quien "no la tocó" en ninguna de las dos semifinales.

Boca fue Carlos Tévez. Nada más que eso. Por primera vez en su carrera, Carlitos fue desequilibrante ante River. Por momentos, complicó él sólo a toda la defensa rival, además de marcar el gol de empate transitorio.

Claro, una estupidez (gestos obscenos a la tribuna) le valió la tarjeta roja, en una actitud similar a la que había tenido Rubens Sambueza unos minutos antes, al insultar al árbitro asistente. Cosas de chicos.

En medio de la locura, lo ganó River, en el descuento, con una aparición fantasmal del chico Cristian Nasuti.
Y parecía que ese envió anímico era suficiente para que River se llevara el mundo por delante desde el punto del penal.

Pero apareció Roberto Abbondanzieri para atajar el remate de Maxi López (era quien menos se merecía ese trago amargo) y poner las cosas en su lugar.

DE ESTO SABEN UN RATO LARGO
¿Por qué en su lugar? Porque más allá de la fortuna que tuvo, y de haber llegado a esta instancia casi a los tumbos, pesó la historia de Boca, que de la mano de Bianchi ha sabido construir un mito copero, como alguna vez lo hizo Independiente.

En la historia personal entre los grandes del fútbol argentino, la balanza parece haberse inclinado hacia el lado de River con la llegada de Leonardo Astrada, después que los últimos 10 años le fueran tan favorables a Boca.

Pero en el campo internacional Boca todavía marca la diferencia a la hora de la verdad, mientras que River es el extremo opuesto.

Así, los Millonarios deberán contentarse con ganar el torneo Clausura local, lo cual pueden lograr el próximo domingo en Córdoba (enfrentan a Talleres), si es que Boca pierde en su estadio ante Colón de Santa Fe.

Aunque después de semejante fracaso, difícilmente un título doméstico pueda paliar el dolor vivido el jueves. Algunos en el Monumental hasta se animaron a decir que "el año se terminó para River".

Boca disfrutará (mesuradamente, conociéndolo a Bianchi) y seguramente volverá a dejar de lado la competición local para meterse de lleno en la definición de la Libertadores, que comenzará la semana próxima, ante el Once Caldas de Colombia.

Pero a esta altura, más allá de lo que le depare el futuro, ¿quién le quita lo bailado a Boca?