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Historia de JJ.OO. - Barcelona 1992

BUENOS AIRES -- Cuando llegué a Barcelona me encontré con una nueva ciudad y unos Juegos Olímpicos distintos. Habían pasado seis años desde mi última visita a la ciudad Condal. Y unos 40 mil millones de dólares la habían abierto al Mediterráneo, dejando para las fotografías del recuerdo los grises de su vieja zona costera, con puerto incluido.

Ya habían transcurrido 96 años desde la aparición de los Juegos Olímpicos de la Era Moderna y los ideales de su creador Pierre Fredy, Barón de Coubertin, habían dejado de existir definitivamente.

El deporte por el deporte mismo daba paso al profesionalismo liso y llano, sin ocultar el apoyo político o los apetitos personales, y el amateurismo pasaba a ocupar un lugar en el guardado cofre de una sociedad consumida por el tiempo.

La llegada del Dream Team de básquetbol y la apertura a los países de premiar con dinero a los ganadores de medalla, se sumaban al camino abierto por el tenis y el fútbol en Seúl. Era el broche final de la obra del catalán Juan Antonio Samaranch para reverdecer a los Juegos. La sociedad ya no era la misma a la de fines de siglo XIX o la mitad del siglo XX, y los Juegos se habían adaptado a los conceptos de la sociedad actual.

OTRO MAPA POLÍTICO
En los años posteriores a Seúl 1988, el mundo atravesó masivos cambios en el terreno político. El apartheid fue revocado en Sudáfrica, lo que permitió a esta nación retornar a los Juegos. Cayó el Muro de Berlín y las dos Alemania se unificaron.

El himno soviético no se escuchó nunca más: el comunismo colapsó en la Unión Soviética y se dividió, dando origen a 15 nuevos países. Las delegaciones de Estonia y Letonia, ausentes desde 1936, volvieron a las competencias; y lo mismo sucedió con la de Lituania, que estaba ausente desde 1928.

Las restantes repúblicas de la ex Unión Soviética participaron como el "Equipo Unificado", aunque los ganadores individuales fueron honrados con el izamiento de la bandera de su propia república, mientras que Yugoslavia, en guerra con Croacia y Bosnia-Herzegovina, fue admitida como "Participantes Olímpicos Independientes", sólo en las pruebas individuales.

BAJO EL FUEGO OLÍMPICO
En los días previos a los Juegos me encontré con Gilabert Molines, un viejo conocido inmigrante catalán, de regreso a su tierra después de 40 años de vivir en la Argentina y me expresó su asombro en alta voz: "¡Qué han hecho de mi Barcelona!" Pero, a la vez y por lo bajo, demostró su satisfacción: "¡Que linda está!"

Era verdad. A sus maravillas del Barrio Gótico y de las Ramblas sumaba la vista al mar. El remodelado Estadio Olímpico, construído en 1929. El estadio cubierto Palau Saint Jordi, diseñado por el japonés Arata Isozaki, la Torre de Teléfonos de 114 metros de altura, creada por Santiago Calatrava, con un sorprendente modernismo, se alzaban en las laderas del parque Montjuic y se convertían en los símbolos olímpicos visuales.

¿Cómo no se iba a asombrar nuestro Gilabert Molines si en los terrenos donde se encontraban viejos galpones y desgastados rieles había rascacielos y, con arenas traídas de otros lugares, surgían playas junto a un puerto convertido en una gigantesca marina olímpica?

BARCELONA, DE FIESTA
Miles y miles de alegres turistas llevando banderitas de sus respectivos países inundaron Barcelona y realzaron con sus cantos y sus gritos de aliento a los Juegos Olímpicos.

El atardecer comenzaba a insinuarse. Las voces de Montserrat Caballé y de José Carreras envolvían el ambiente. Empezaba a perfilarse la ceremonia inaugural. Aún resonaban el sonido de las 4.000 campanas de Cataluña, anunciando que en la colina de Montjuic se iniciaba la fiesta. Aún impactaba el prólogo, esa melodía de Barcelona que Freddy Mercury dejó como su último legado.

Las miradas estaban puestas en las mujeres de faldas con vuelo y enaguas rígidas. Y tras ellas 360 tambores; rompieron el silencio y se hizo fuego el ritmo del flamenco.

"Te quiero morena. Te quiero como se quiere a la gloria...". Plácido Domingo magnetizaba. Resonaron las palmas al compás de la música sevillana. Cristina Hoyos contorneó su cuerpo y partió al galope sobre un caballo negro.

El Mediterráneo, mar olímpico, y Hércules héroe de los héroes sirvieron como base del espectáculo, en una ingeniosa interpretación de la fundación de Barcelona, la música de Mikis Theodorakis, el arquero lanzando su flecha para encender el fuego olímpico, que se prendió igual a pesar de su falta de puntería.

Y un final a toda orquesta con Plácido Domingo, José Carreras, Alfredo Kraus, Montserrat Caballé, cuyo cierre tuvo una versión incomparable de la Habanera de Carmen, para conformar una ceremonia mezcla de emociones, de representabilidad, de imaginación, de música y de canto.

GAIL DAVERS, ALEGRÍA Y TROPEZÓN
La estadounidense Gail Devers había sufrido una grave enfermedad (el síndrome de Graves) entre 1988 y 1990, y debió someterse a un tratamiento con rayos que le produjo terribles reacciones y que le imposibilitó entrenar por más de dos años y medio.

Con sus piernas paralizadas se la pasaba llorando en su silla de ruedas. Un día, su entrenador le dijo: "Vamos a trabajar juntos. Volverás a correr e irás a Barcelona". Su mirada triste se iluminó. Primero empezó a mover los dedos de los pies. Después, a avanzar un poco. Más tarde dio unos pequeños pasos hasta poder caminar normalmente.

Increíblemente Devers retornó a las competencias logrando el segundo puesto en los 100 metros con vallas en el Mundial de 1990. La final de los 100 metros en Barcelona fue la de la llegada más ajustada en la historia olímpica, con una diferencia de siete centésimas de segundo de diferencia entre la primera y la quinta.

Gail ganó la medalla dorada. En ese momento la vi por primera vez. Retacona, con las manos en la cadera y en su rostro reluciendo sus gruesos labios pintados de rojo fuego. Ese triunfo había causado sorpresa, porque era la favorita de los 110 metros con vallas.

Y allí venía al frente, con claras ventajas. Pero tocó la última valla, cayó y el impulso le posibilitó cruzar la meta en el quinto lugar, a 11 centésimas de la triunfadora, una asombrada Paraskevi "Voula" Patoulidou, que en el octavo carril, sin ninguna pretensión de podio, no entendía lo que pasaba.

En el palco, la reina Sofía sonreía y aplaudía. En la tribuna de prensa, el periodista Papalakis me abrazaba pleno de felicidad. Después de 80 años, Grecia volvía a ganar una medalla de oro.

EL REY DE LAS ALTURAS
"Ninguno de nosotros le puede ganar, es de otro planeta. El sólo se puede vencer, porque muchas veces no pasa la marca que se impone para comenzar su actuación". El comentario previo a la prueba del garrochista francés Thierry Vigneron respecto de Sergei Bubka, el único hombre capaz de saltar seis metros, lo escribí en Seúl 1988.

El ucraniano llegó a Barcelona con la plusmarca mundial de 6,11 metros, conseguida dos meses atrás, para superar así 30 veces su récord mundial, dispuesto a colgarse su segunda medalla de oro.

Son cosas del deporte o jugarretas del destino. Bubka estaba tendido en el piso, aparentemente distendido, mientras saltaba el resto de los competidores. A 5,70 decidió comenzar su actuación. Se lo notaba algo raro. Fracasó en el intento inicial; el segundo, fue perfecto, pero el torso tiró la varilla. Pidió 5,75 para su última posibilidad, cambió de garrocha, su carrera fue pésima, su salto peor.

El estadio enmudeció. Sergei alzó la mirada hacia donde estaba la varilla, guardó el implemento perseguido por los fotógrafos deseosos de perdurar las imágenes del Bubka muerto. Abrió el bolso, se cambió de calzado y solo, con sus pensamientos, se convirtió en el más silencioso de los espectadores.

LEWIS POR DOS, JOHNSON POR NADA
Carl Lewis no se clasificó para los 100 metros al ser sexto en la estricta selección de su país. Paradójicamente, un rehabilitado Ben Johnson participaba. Con todo, el canadiense, sin anabólicos, se despidió con un último lugar en las semifinales. Sin estar, Lewis había triunfado otra vez sobre él.

Todos pedían que El hijo del Viento estuviese en la posta 4 x 100. Comprobaron su nivel y lo pusieron como último hombre. No sé a que velocidad corrió. Sí se mantienen en mis retinas esa sensación de vértigo en una armoniosa cadencia de pasos y brazos de un superdotado.

Estados Unidos ganó con 37s40, un promedio de 9s65 para cada parcial. Un sensacional récord mundial, que estuvo vigente durante 14 años, hasta que en Beijing 2008, Jamaica con Nesta Carter, Michael Frater, Usain Bolt y Asafa Powell, lo batieron con 37.10 segundos. Además, un Lewis de 32 años logró su tercera presea de oro en salto en largo, superando nada menos que a Michael Mike Powell, su vencedor del Mundial de 1990.

Le preguntaron si iba a estar en Atlanta 96. "Sí, pero como espectador", respondió Lewis. Claro que no fue así y ya volveremos a hablar de él....

UNA ESCENA IMBORRABLE
El británico Derek Redmond era uno de los candidatos para triunfar en los 400 metros. Ansiosamente esperaba ese momento. Iba por su revancha de la lesión que lo obligó a abandonar dos horas antes de comenzar su actuación en Seúl.

Ahora, transcurridos 150 metros estaba al frente en una de las semifinales, cuando sintió un terrible tirón en la pierna derecha, del dolor aterrizó en la pista. Se levantó, apoyado en la pierna izquierda y dando pequeños saltos comenzó a avanzar.

Los auxiliares quisieron detenerlo. No pudieron. Arribaron los médicos con una camilla. Derek no les permitió acercarse, mientras les gritaba: "¡Déjenme! Quiero llegar". Saltito a saltito, con un rostro de dolor, se desplazaba lentamente.

Su padre saltó las barreras de seguridad y se puso a su lado. Lo acompañaban los aplausos de la multitud. Cuando cruzó la meta, apoyado en los hombros de su padre recibió la ovación de un triunfador.

Claro que no obtuvo ninguna medalla. Claro que hubo muchas figuras y hechos importantes. Pero el valor del espíritu de Derek Redmond es merecedor del honor a los héroes perdedores por esas cosas del destino.

DATOS COMPLEMENTARIOS:
El retorno triunfal de Cuba
Después de 16 años de ausencia, Cuba regresó al escenario olímpico y ocupó el quinto lugar en el medallero, con 14 de oro, seis de plata y 11 de bronce, y se hizo con el trono de Latinoamérica que le pertenecía.

El boxeo nuevamente fue su plato fuerte con siete títulos en 12 categorías, cuando debutaba la puntuación electrónica. Rogelio Marcelo García, José Casamayor, Héctor Vicent Charon, Juan Carlos Lemos García, Ariel Hernández Ascuy, Feliz Savón (el sucesor de Teófilo Stevenson) y Roberto Balado Méndez fueron quienes subieron al primer lugar del podio.

A esas victorias se sumaron de los atletas Javier Sotomayor, en salto en alto y Marixa Martén, en disco; los equipos de béisbol y voleibol femenino, junto con la yudoca Odalys Revé y de los luchadores Héctor Milián (grecorromana) y Alejandro Puerto (libre). Ya no era sólo el boxeo, sino todo el deporte cubano que relucía.

Brasil sumó dos de oro, con el yudoca Rogério Sampaio y el voleibol masculino, y una de plata, con el nadador Gustavo Borges, en 100 metros estilo libre. Perú (el tirador Juan Giha) y México (el atleta Carlos Mercenario, marcha 50 kilómetros), se llevaron una de plata. Colombia (la atleta Ximena Restrepo, en 400 metros) y Puerto Rico (el boxeador Aníbal Acevedo Santiago), cosecharon una de bronce.

Argentina consiguió sólo una la medalla de bronce, mediante el dobles masculino de los tenistas Javier Frana y Christian Miniussi.

Hubo seis diplomas olímpicos y estos fueron para las tenistas Mercedes Paz y Patricia Tarabini, quintas (cuartos de final) en el doble femenino. El ciclista José María Lovito Morales, quinto en sprint de 1.000 metros. El boxeador Remigio Molina Ferreyra, quinto en la categoría gallo. El remero Sergio Fernández, sexto en single scull. La yudoca Claudia Mariani, séptima en la categoría medio livianos. Verónica Ribot fue octava en saltos ornamentales, desde plataforma.

Uno de los deportes de exhibición en Barcelona 92 fue el hockey sobre patines, presentándose los mejores equipos del mundo, como Portugal, el campeón mundial, y otros favoritos como España, Argentina e Italia.

Argentina venció a España en la final por 8 a 6, en tiempo suplementario, ante los sorprendidos Juan Carlos I, rey de España, y Juan Antonio Samaranch, presidente del COI.

El equipo argentino estuvo integrado por: Diego Allende, Alfredo Bridge, Alejandro Cairo, Gabriel Cairo, Pablo Cairo, Guillermo Herrmann, Raúl Monserrat, José Luis Páez y Roberto Roldán. El director técnico fue Miguel Miguez

Otro deporte exhibición fue el de pelota vasca. Argentina participó en cuatro de las diez disciplinas disputadas, obtuvo medalla en todas, dos de oro y dos de bronce. Los ganadores de las medallas de oro fueron en trinquete, paleta de cuero: Fernando Elortondo, Fernando Abadía, Ricardo Bizzozero; y trinquete, paleta de goma: Eduardo Ross, Ramón Ross, Gerardo Romano, Juan Miró, mientras que las de bronce pertenecieron en frontón 30 metros, frontenis masculino: Rodrigo García de la Vega, Luis Cimadamore; y frontón 36 metros, paleta de cuero: Guillermo Filippo, Gustavo Huete, Gustavo Canut, Fernando Elortondo.

El fabuloso y único Dream Team
Michael Jordan, Larry Bird, Earvin "Magic" Johnson, David Robinson, Patrick Ewing, Scottie Pipen, Clyde Drexler, Karl Malone, John Stockton, Christopher Mullin, Charles Barkley y Chrsitian Laettner, dirigidos por Chuck Daly, que no pidió minutos muertos durante todo el torneo, constituyeron el Dream Team de básquetbol, la estrella de los Juegos.

Sin duda el mejor equipo del mundo de todos los tiempos, miles de kilómetros superior a los Dream Team que vinieron después.

La selección estadounidense fue sin duda el epicentro del torneo. Sus partidos reunieron sin excepción a los 12.500 espectadores que cabían en el nuevo pabellón Olímpic de Badalona. El ritmo del Dream Team sólo lo pudo seguir, aunque a distancia, Croacia.

El equipo croata, cuajado de excelentes jugadores como Drazen Petrovic (ya por entonces en la NBA), Kukoc, Radja y compañía, sólo perdió dos partidos, los dos contra Estados Unidos, incluida la final, en la que llegaron a verse con dos puntos a favor (25 a 23).

El Dream Team superó en los ocho encuentros los 100 puntos. Venció en la rueda de clasificación a Angola, 116-48; a Croacia, 103-70; a Alemania, 111-68; a Brasil, por 127-83, y a España, 122-81. En los cuartos de final, a Puerto Rico 115-77. En la semifinal, a Lituania (con Sabonis), 127-76. La final, a Croacia, 117-85.

Jordan, Ewing y Mullin obtuvieron su segunda presea de oro. El goleador fue el brasileño Oscar, con 198 puntos, seguido por el lituano Sabonis, con 191.

Otros hechos destacados
La argelina Hassiba Boulmerka, de rudas facciones, venció en los 1.500 y fue reprendida por los fundamentalistas musulmanes de su país por haber mostrado brazos, piernas y rostro a los hombres. Esa reprimenda la convirtió en la líder de la liberación de la mujer argelina.

Varios presidentes asistieron a la ceremonia inaugural, entre ellos Fidel Castro, Carlos Menem y el líder sudafricano Mandela.

España ganó la final de fútbol ante Polonia por 3-2, con un gol conseguido en el último minuto. Su figura fue Joseph Guardiola, que con el paso de los años se cubriría de gloria como jugador y director técnico de Barcelona.

Antes de cruzar la meta como vencedor de los 1.500 metros, Fermín Cacho, miró ocho veces hacia atrás para ver a sus perseguidores. Cacho fue en el primer atleta español en lograr una medalla de oro.

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