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Un grande vuelve a la elite

ROMA (EFE) -- El Torino, uno de los clubes más históricos del fútbol italiano, se convirtió en el tercer equipo en lograr el ascenso a Primera División, tras superar la eliminatoria final con el Perugia, pese a perder en casa en la vuelta (0-1), pero haciendo valer su triunfo en la ida, en terreno úmbro (1-2).

Un ascenso que, debido a la peculiar normativa que ha regido la introducción este año de los "play-off" (fase de ascenso) y "play-out" (fase de descenso), en la Segunda División italiana, no se ha decantado por el valor doble de los goles anotados en campo contrario, sino por la posición ocupada al término de la fase regular del campeonato liguero.

Así, pese a quedar igualados a puntos, el Torino acabó en la tercera posición y el Perugia en la cuarta. Ello, a tenor de la reglamentación, dio la ventaja al club piamontés de adjudicarse la eliminatoria en caso de empate final, sin tener que irse a la tradicional tanda de penales.

El Torino, pues, conforma con el Génova y el Empoli, que habían logrado su ascenso directo al término de la competición, el trío de clubes que han logrado en la campaña 2004-05 el ascenso a la máxima división italiana de fútbol.

La entidad turinesa deja atrás dos campañas en la Segunda División y vuelve a Primera, por segunda ocasión, con un presidente, Attilio Romero, que hace 38 años atropelló mortalmente al ídolo del club, Luigi Meroni.

Luigi Meroni, nacido el 24 de febrero de 1943, en la localidad de Como, era en la segunda mitad de los años sesenta el jugador más carismático no sólo del Torino, sino de todo el fútbol italiano.

Denominado "Calimero", al ser comparado al famoso pollito de los dibujos animados ya que era pequeño, físicamente de apariencia frágil y con un peculiar peinado, Meroni no era sólo un futbolista, sino también un "genial personaje" dentro y fuera de los terrenos de juego.

Pese a fallecer con tan sólo 24 años, Meroni ha quedado grabado en el corazón de los aficionados de la época. Su forma de ver la vida y sus grandes dotes futbolísticas han dado lugar a debates, a homenajes y al deseo de divulgar a los más jóvenes su biografía, escrita por Nando Dalla Chiesa bajo el título de "La Farfalla Granata" (La mariposa grana -los colores del Torino-).

Meroni pasaba por ser un "auténtico artista" tanto con el balón, con el que regateaba a lo "Garrincha" -"una vez regateado al portero y al defensa, en lugar de ir hacía la meta volvía en busca del portero para un nuevo regate y entrar con el balón en los pies"-, como por su actitud fuera del campo, donde combinaba el fútbol con su pasión de pintor y de estilista.

Dio lugar, incluso, a una forma de vestir bohemia que fue seguida por muchos jóvenes de la época. Y a modas extravagantes como la de pasear un "cerdito" por las calles del centro de Turín, algo que hacía Meroni habitualmente.

Uno de estos era Attilio Romero, un joven de acomodada familia, que en 1967 tenía 18 años. Formaba parte de la afición "ultra" del Torino y se definía todo un "meroniano". Tal era su pasión por Meroni que se vestía y peinaba como él, hasta el punto que, según reconoció hace años, "me confundían con él y me pedían autógrafos".

Romero, además, tenía su habitación plagada de fotografías de Meroni, que también llevaba en su vehículo. "Entonces, mi cariño hacía Gigi Meroni era tan sólo superado, y por poca distancia, por el que tenía a mis padres", dijo hace unos años.

Pero el 15 de octubre de 1967, tras el partido liguero Torino-Sampdoria (4-2), el destino se cruzó de forma definitiva en la vida de Meroni y de Romero.

El jugador, mientras cruzaba por la calle, fue atropellado por el vehículo conducido por Attilio Romero. Un accidente, en las inmediaciones de la casa de este último, que resultó mortal ya que Meroni falleció tres horas después en un hospital turinés.

"Se me echó encima, no sabía entonces quien era hasta que al bajarme del coche le vi en el suelo. Llamé a mi padre, que era médico, y se le condujo al hospital. Pero allí nada se pudo hacer. Ese día, pese a ganar el Torino, me había peleado con seguidores que atacaban a Meroni por no haber jugado bien", recordó Romero en 2001.

El entierro de Meroni, que había sido seis veces internacional y que llegó a rechazar un cheque "en blanco" del "todopoderoso" Juventus de Turín de Giovanni Agnelli, fue seguido en las calles de Turín por una gran multitud de personas.

Una presencia tan sólo superada por la registrada en mayo de 1949 cuando toda la ciudad acudió al entierro por la víctimas del "Gran Torino", tras estrellarse el avión que conducía al equipo desde Lisboa contra el cercano Monte de Superga poco antes de aterrizar.

La historia es a veces tan curiosa y caprichosa que ve como las dos mayores tragedias del Torino tienen un mismo nombre: Luigi Meroni, pues así también se llamaba el piloto del avión siniestrado, sin ser ambos parientes.

Romero, tras atropellar mortalmente a su ídolo, entró en una depresión nerviosa, teniendo que ser ayudado por su padre, especialista en ese tipo de enfermedades.

Pero también recibió la gran ayuda de los aficionados del Torino que, días después del entierro de Meroni, fueron a su casa para animarle, decirle "no tienes culpa, sigues siendo uno de nosotros" y para hacerle un regalo muy especial: una gran fotografía de Meroni.

Treinta y cuatro años después de ese fatal día, Romero se convirtió en presidente del Torino, cargo al que accedió tras la compra del club por parte del empresario Francesco Cimminelli, gran amigo suyo y quien le pidió dedicarse al club dejando su cargo de veintisiete años en el departamento de relaciones externas de la FIAT (cuyos propietarios también lo son del Juventus Turín).

En su primer año de presidencia, Romero devolvió al equipo a Primera división y lo hizo como líder del campeonato. Descendió a Segunda en la campaña 2002-03 y, ahora, dos años después, también con Romero, ha vuelto a la máxima categoría.