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Figuras monumentales

Opiniones o comentarios: class="STORYtextLINK">a Magdalena Kairuz
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BUENOS AIRES -- Tuvieron su tarde consagratoria. Si bien hace rato que son dos de las piezas claves del River de Daniel Passarella, este domingo pasaron la prueba de fuego con creces.

La velocidad, inteligencia y habilidad de uno y la entrega y capacidad goleadora del otro, le dieron al club de Núñez, tal vez, la satisfacción más grande de los últimos dos años (ante la falta de títulos, claro).

Gonzalo Higuaín, de 19 años, jugó su segundo Superclásico y se dio el gusto de pegar dos gritos. Para Fernando Belluschi, de 23, fue el primero y no pudo haber sido de mejor forma.

TODA LA RESPONSABILIDAD Y LA CONFIANZA
River Plate "peleó" mucho por el talento de Belluschi y le ganó la pulseada a Boca para quedarse con el jugador de Newell's. Es que en Rosario, ya había demostrado quien era y lo que tenía para ofrecer. Y, junto a Ariel Ortega y dirigido por Américo Gallego, fue uno de los artífices del Newell's campeón del Torneo Apertura 2004.

Desde su debut en River en este Apertura 2006 mostró que valía cada centavo. Y entonces, para el Superclásico, Daniel Passarella apostó por él.

Dejó afuera a Marcelo Gallardo, ídolo y referente del plantel, para darle el lugar de armador a Belluschi, que además llevó la cinta de capitán (que venía usando Danilo Gerlo).

"Fernando (Belluchi) es un jugador que contagia a sus compañeros y tiene personalidad dentro de la cancha", dijo el DT en la conferencia de prensa.

Tremenda responsabilidad. Y el rosarino no se achicó. Desde el minuto cero sacó a relucir su personalidad e inteligencia. Aunque no era su primera vez como armador, parecía un poco incómodo o al menos costaba acostumbrarse a verlo en esa posición porque Gallardo es un enganche más clásico. Con el correr de los minutos, Belluschi fue encontrando su lugar y también tapó algunos "agujeros" que le aparecían en el camino.

Si Nicolás Domingo no marcaba en el medio, él se retrasaba y se hacía dueño del círculo central. Y si no la ganaba, la empataba y generaba tiros libres para River.

Cuando las cosas se complicaban en el fondo, él bajaba y marcaba, no como un defensor más, si no como el mejor. Porque no necesitó reventarla, siempre encontraba la forma de robar la pelota y buscar la salida más conveniente para el equipo. Y esto es algo que hace frecuentemente, no sólo porque jugaba contra Boca y "había que dejar todo".

Lo que sí se extrañó un poco fueron sus tiros de larga y media distancia. Es que Belluschi suele jugar como lateral por derecha y de ahí se mueve por toda la cancha y, aunque su tarea específica no es hacer goles, la red lo seduce desde lejos y no puede dejar de intentarlo al menos un par de veces por partido.

Esta vez, sus obligaciones como enganche no le permitieron despuntar el vicio, pero igual puede adjudicarse buena parte del tercer gol y del segundo.

Tuvo una oportunidad en el complemento para buscar el gol propio: encaró derecho al arco en un contragolpe, pero demoró el remate y terminó perdiendo el balón. Si lo hacía, hubiera merecido el "diez".

Es que River jugó al compás de Belluschi, porque él distribuyó el juego desde el medio y fue una preocupación constante para el equipo dirigido por Ricardo La Volpe. En el complemento, ayudó a equilibrar el juego guiando el ataque por el centro o buscando a Higuaín o Abelairas por la izquierda. Y porque parece ser uno de esos jugadores que en su cabeza arman la jugada y luego la ejecutan con los pies a la perfección. En pocas palabras, jugó e hizo jugar.

El "Belluschi, Belluschi..." que bajó de las tribunas durante y después del partido, le confirmaron al ex Newell's que es millonario por adopción. Pero cuando le preguntaron si ya se sentía ídolo contestó: "Cuando yo entro a la cancha le demuestro a la gente lo que siempre hice: jugar al fútbol y dejar todo", y reconoció que la ovación le "hizo poner la piel de gallina".

Pero como decíamos, esta vez no tuvo muchas chances de marcar y entonces encontró a su socio ideal en Gonzalo Higuaín.

ÍDOLO DE LA CASA
De la cantera del club, compartía el equipo de reserva con su hermano Federico (ahora en Nueva Chicago), y tuvo su debut en Primera en el 2005 de la mano de Leonardo Astrada. Pero después, Reinaldo Merlo lo relegó por detrás de Ernesto Farías y Radamel Falcao García.

La llegada de Passarella le reabrió las puertas del fútbol grande porque el nuevo DT le dio la continuidad que necesitaba para afirmarse y demostrar que el goleador que el Millonario andaba buscando afuera, lo tenía esperando su oportunidad en el banco.

Y este domingo, Higuaín confirmó precisamente eso. Porque le dio los goles para el 1-0 y 2-1 parciales. El primero de taco, porque "no le quedaba otra", según confesó después con toda modestia. Y el segundo con una gran jugada que ideó, realizó y firmó el propio Pipita, pared perfecta con Belluschi mediante. Explicó que se venía perdiendo varias oportunidades por apresurarse y por eso prefirió definir con más calma.

Pero el jugador que matiene su nacionalidad francesa por recomendación de papá Jorge (ex defensor de River y Boca, entre otros), no sólo tuvo una gran efectividad, además formó la sociedad que River necesitaba con Belluschi y fue la carta principal de peligro en la primera parte del partido. A los seis minutos ya había estrellado una pelota en el palo.

Todo el juego del local se generaba del medio hacia la derecha -léase de Belluschi a Higuaín- y el delantero se retrasaba un poco para tomar el balón, la peleaba y, generalmente, ganaba y escalaba para desbordar y tirarle el centro a Farías o para mandarse él mismo al área. En la última opción alternó buenas y malas ante una eficaz marca de Claudio Morel Rodríguez.

Por momentos pecó de "demasiado generoso" porque en lugar de rematar él, buscaba el pase para algún compañero, como Belluschi, que siempre la pide y trata de aguantar la marca como si en lugar de medir 1.73 metros fuera un gigante de la NBA. Es que, Higuaín no es lo que se dice un delantero de área, pero cuando la pisa es casi imposible pararlo...

"Yo quería ganar y después, si podía convertir mejor. Por suerte se dio todo junto", dijo el goleador, quien sólo confirmaba con palabras lo que se había visto en el campo de juego: primero piensa en el equipo y luego en la satisfacción personal. La gente le reconoció su entrega y al igual que su gran socio en el Superclásico, el goleador admitió que la ovación "le hizo poner la piel de gallina".

Brillaron más de lo que habían brillado hasta ahora. En el momento y lugar justo. Y tal vez lo más importante es que hicieron que durante estos noventa minutos nadie extrañara a la dupla Ortega-Gallardo y eso no es poca cosa.