Isabel Herrera Vegas 17y

No serán los Olímpicos, pero...

BUENOS AIRES -- "¡Dale Diego!", gritó un atleta chileno desde la tribuna... y Diego se dio vuelta a devolverle una sonrisa, como si estuviera jugando con sus amigos de barrio. El mismo Diego Gallardo que luego se llevaría la medalla dorada en lanzamiento de martillo, con una marca de 73.95 metros.

La anécdota es fiel reflejo del clima que se vivió en el segundo día de competencia de los VIII Juegos Odesur en el Centro Nacional de Alto Rendimiento Deportivo (Cenard) de la ciudad de Buenos Aires, la sede central del evento. Un ambiente familiar y amistoso, similar al de cualquier "día de deportes" de un club o colegio, con tribunas en las que las propias delegaciones, los entrenadores, médicos y algunos familiares alentaban a sus compatriotas.

Claro está que los Juegos Odesur no tienen comparación con unos Juegos Olímpicos, y ni siquiera con los Panamericanos, por el nivel de competencia y hasta incluso por la edad de los participantes. De hecho pocos son los nombres reconocidos que participan en las distintas disciplinas. Pero si hay algo para destacar, es que los competidores no demostraron con sus actitudes que les importaran estas enormes diferencias.

Los nervios, los festejos, los gritos, la bronca y el llanto llenaron de emoción la segunda jornada de los Juegos.

Los deportistas se esforzaron y exigieron al máximo, como fue el caso de la brasileña Fabiana Dos Santos Morales, que llegó segunda en la carrera de 100 metros vallas, detrás de la argentina Andrea Donzino. Cuando aún no terminaba de festejar su logro, cayó desplomada con un ataque de asma en el medio de la pista.

Enseguida fue socorrida por los médicos, y tras varios minutos con problemas para respirar, volvió a recuperar el aliento... y dejó sellada la pasión y entrega con la que se ganó la medalla plateada.

Pero no sólo en la pista y con el atletismo hubo emociones: bajo techo, el judo brindó lo suyo con las finales masculinas y femeninas de distintas categorías.

Los yudocas no paraban de moverse de un lado al otro antes de competir. No escasearon las lágrimas y muchos festejos fueron a lo grande, como el del argentino Rodrigo Lucenti, que tras ganarle en la final al chileno Eduardo Novoa, saltó, gritó y aclamó al público para que lo aplauda.

Incluso la argentina Daniela Krukower, que participó de los Juegos Olímpicos de Atenas, se mostró sumamente concentrada y nerviosa mientras esperaba su turno para enfrentarse en la final a la brasileña Lilian Lenzi.

Krukower finalmente se adjudicó la medalla dorada, ante los aplausos argentinos y los silbidos brasileños por lo que consideraban una dudosa victoria.

Entre tanto entusiasmo, también hubo lugar para marcas destacadas, como la del argentino Germán Lauro, que batió el récord sudamericano Sub 23 en lanzamiento de bala, con un registro de 19,78 metros.

El de Lauro es, como el de todos los jóvenes deportistas latinoamericanos que compiten en los Odesur, el primer paso para cumplir el gran sueño: competir delante de estadios con tribunas colmadas, esas tribunas que, hoy por hoy, no ocupan más que sus compañeros y familiares.

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