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¿A qué juegas, México?

MÉXICO -- Que quede claro que él no puede cargar con todo el "peso" del desastre mexicano en el inicio de la Copa Oro, pero lo que no podemos perdonarle a Cuauhtémoc Blanco es la actitud que tuvo justo cuando México necesitaba de su personalidad, de su astucia, de su inteligencia y de su fortaleza.

¿Vergonzoso? ¿Imprudente? ¿Deplorable? ¿Irresponsable? ¿Qué tipo de calificativo merece el jugador que porta la camiseta número 10 de la selección, que es un líder en el vestidor, que es casi un sub técnico en la cancha y que para muchos es el jugador que puede cambiar el funcionamiento de todo un equipo y el animo de todo un país?

Blanco fue inocente, patético y totalmente ingenuo cuando apenas se habían jugado 3 minutos del segundo tiempo y cuando México --con un gol suyo-- tenía ventaja en el marcador. Por más que haya sido provocado, insultado y hasta golpeado por los defensas contrarios, su obligación era mantener la calma y que la justicia llegara por sí misma. Por el contrario, cayó en el juego que el oponente quería, se perdió en la trampa que los hondureños seguramente planearon desde antes del partido y dejó a México en la deriva, en las manos de un aparato colectivo que no existe y de un técnico presionado que no parece mover sus piezas con la atingencia necesaria.

No todo es culpa de Blanco, pero con él en la cancha, seguramente se hubieran "disfrazado" gran parte de las enormes carencias que este grupo de jugadores tiene y quizá se habría sacado, con la mano sobre el pecho y apegados estrictamente el valor individual de los jugadores, un resultado como el logrado sobre Cuba en la jornada inaugural del certamen.

El México que Hugo Sánchez planteó como competitivo no existe. El equipo no aparece por ningún sector de la cancha. Si al comienzo de la semana se hablaba de errores graves en el funcionamiento ofensivo, este domingo, la delantera hondureña hizo lo que realmente quiso con la parte central de la defensiva mexicana. No hay nada. No hay coherencia en las líneas, no hay orden, no hay liderazgo, no hay calidad y está claro que con entrega, lucha o amor por la camiseta, ya no se ganan los juegos de fútbol.

La bondad del torneo es maravillosa. Puedes darte el lujo de calificar a la siguiente ronda con un solo partido ganado. La mayor parte de los rivales que enfrentarás son poco consistentes, proceden de países con muchos rezagos y donde el crecimiento del fútbol depende de caprichos y de buenas camadas de jugadores.

El único problema ahora es que México ha puesto en predicamento su liderato de grupo y ello podría provocar un "desorden" en el "draw" de la Concacaf, que termine por colocarle ante Estados Unidos antes de la final del evento. Y México, diga lo que diga Hugo, no está para ganarle a Estados Unidos, ni a ninguna otra selección un poco más competitiva.

No toda la culpa es de Blanco, pero lo que hizo no tiene una salida o una disculpa coherente. Y la selección mexicana está cada vez más lejos de su nivel óptimo y cada día más cerca de los rivales que pueden desnudarle por completo.

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