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Un campo de cenizas...

MÉXICO -- ¿Es una burla? ¿Es un reto? ¿Es una mentira? ¿Es una falta de vergüenza?

Hugo Sánchez seguía en campaña proselitista, incluso el domingo por la tarde en el Soldier Field, después de caer nuevamente ante Estados Unidos, ahora en la final de la Copa Oro 2007.

"Yo no conozco a nadie ni técnico, ni jugadores que se preparan para perder, entonces el hecho de decir que tenemos que ganar, es una cosa normal que se debe de escuchar y por tal motivo, el llegar a la final creo que se ha cumplido, pero no hemos cumplido como hubiéramos querido que era ganar".

Y agrego: "Duele la derrota, pero no es dolorosísima, dependiendo de la herida, si la herida en chiquita, no duele igual que fuera grandota, entonces el equipo jugo bien y perdimos, por eso duele".

No te entiendo, Hugo. ¿Tenemos que decir que vamos a ganar aunque no lo hagamos? ¿Es doloroso, no es doloroso perder ante Estados Unidos? No te entiendo, Hugo, sigo sin entenderte.

La impotencia mexicana ante Estados Unidos se alargó de forma irremediable. Y lo que puede ser peor aún: México jugó sus mejores 90 minutos en el evento y no le alcanzó para vencer al cuadro norteamericano.

El campo de batalla estaba lleno de cenizas. Las deserciones de Pardo, Osorio y Salcido, pesan. Andrés Guardado termina en el hospital. Jared Borgetti con un desagarre y el Kikin Fonseca anunciaba que se iba Cancún y que le avisaran --a través de su equipo-- si querían que asistiera en un eventual baja de Borgetti. El vestidor de Hugo en la Copa Oro está desecho.

Una media mentira jamás será una verdad. Hay algo raro en el comportamiento de los jugadores mexicanos y en su relación con Hugo Sánchez. Las decisiones de Pardo, Osorio y Salcido tiene más de fondo que el cansancio y la urgente necesidad de vacaciones.

Hugo nunca tuvo el control del grupo. Se fue desmoronando mientras el torneo en Estados Unidos avanzaba y mientras algunos jugadores --líderes naturales de la actual generación-- le cobraban "viejas facturas" sobre su dura, ruda y hasta sucia postura en la era anterior de la selección mexicana.

Pardo, un símbolo de la era lavolpista, ha dicho adiós a la selección. Osorio, un hombre en cuyas entrevistas ni siquiera menciona el nombre de Hugo, fue parte de una fractura insuperable y Salcido, quién debía ser uno de los personajes más fuertes de esta selección hasta el Mundial de Sudáfrica, se peleó con el auxiliar de Hugo y prefirió hacerse a un lado. Si Hugo cumple con el ciclo hasta el 2010, el defensa del PSV Eindhoven no volverá a vestirse de verde.

La mentalidad, la parte psicológica, el manejo de grupo, aspectos que tanto presumía Hugo en su currículum, fueron los que terminaron por traicionarlo.

No olviden que los que ponen la pierna, los que dan el pase y lo que meten la pelota son los jugadores. Y que después de salir del vestidor, tras los himnos y la foto oficial, quedan sólo ellos en la reunión de tres cuartos de cancha para decidir lo que tienen que hacer.

Puede que algún día se sepa o puede que la historia se lo guarde como ha escondido otros muchos aspectos delicados del juego. Para mí, sin embargo, las pistas están claras y son evidentes por sí mismas.

Si ello es verdad, ahora sólo hay dos maneras de resolver el tema. Uno: dándole todo el apoyo, incondicional y absoluto, al técnico de la selección. Dos: que Hugo Sánchez tome su cosas y se vaya.