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David, el rey de la confianza

El argentino será la máxima figura del torneo Getty

BUENOS AIRES -- En este momento en el que todos hablan de David Nalbandian, la primera idea que viene a mi cabeza a la hora de intentar explicar qué es lo que lo hace ser tan gran jugador es la confianza absoluta que tiene en sí mismo.

Si la semana pasada hablábamos del cambio psicológico que le dio confianza a Justine Henin y la hizo ser la mejor jugadora del mundo, en el caso de Nalbandian hay que remarcar que esto es algo que lo ha acompañado a lo largo de toda su trayectoria profesional.

Y esto sin necesidad de ser un obsesivo ni de abstraerse por completo del mundo que lo rodea: por el contrario, David es una persona muy alegre, extrovertida y que cae bien dentro del circuito de tenis. Siempre está por la sala de jugadores con una sonrisa y nunca niega un saludo (algo que muchas veces se le olvida a algunos jugadores a medida que crecen en su ránking).

Además de ser un gran competidor, Nalbandian tiene una cualidad muy importante que pocos jugadores poseen en el circuito y es que cree un 100% en sus capacidades tenísticas. El conoce perfectamente hasta dónde puede alcanzar sus objetivos dentro de la cancha, y así maneja el acelerador de su carrera: sabe cuándo tiene que pisar a fondo porque está cayendo en el ránking o cuándo puede aminorar su marcha porque las cosas están yendo por buen camino.

Para ejemplificar lo que les vengo explicando, les voy a contar una anécdota que me sucedió con él durante los Juegos Olímpicos de Atenas en 2004, y que seguramente a algunos de ustedes les costará creer, porque no es habitual ver a personas que tengan tanta confianza en sí mismas.

Probablemente recuerden que cuando faltaban pocos días para comenzar la competición en Atenas, David se lesionó en el abdominal, una lesión que arrastró por un tiempo largo y le dificultó su rendimiento en numerosos torneos. En este caso no podría participar en los Juegos Olímpicos, y eso no era todo, ya que estaba con posibilidades de entrar al Masters de fin de año, con lo cual la lesión se convertía en un gran inconveniente de cara a ese objetivo.

Me acerqué a él y le comenté: "David, qué mala suerte, justo ahora en unos Juegos y encima que estás con opciones para entrar al Masters".

Su respuesta fue: "Sí, una lástima por las Olimpíadas que son cada cuatro años, pero no te preocupes por el Masters, Negra".

Yo ya lo miraba incrédula y siguió: "Ahora me curo de esto, voy al US Open y hago cuartos o semifinal, después en los indoors de Europa en algún torneo hago cuartos de final, más alguna semifinal en algún otro y con eso creo que me alcanza".

Cuando terminé de escucharlo, no sabía exactamente si se había vuelto loco o si me estaba haciendo una broma. No por lo que me había dicho en cuanto a resultados, porque tenis tiene para conseguirlo, sino por la forma en que me lo dijo: totalmente convencido de que lo iba a hacer. La confianza en sí mismo, incluso en un momento tan delicado, seguía siendo absoluta.

Ahí terminé de darme cuenta de que él conoce sus tiempos y puede manejar su carrera casi a la perfección: sabe muy bien qué es capaz de hacer y qué no, y cuándo lo quiere hacer y cuándo no.

Ese autoconocimiento de sus virtudes y de sus limitaciones actúa en sintonía con esa enorme confianza en sí mismo de la que venimos hablando, y ambos elementos se retroalimentan: "creérsela", en el buen sentido, lo ayuda a jugar mejor, pero a la vez, el conocer exactamente hasta dónde puede llegar lo hace crecer en confianza a la hora de jugar.

Llegó el final de la temporada 2004 y, por más que sus predicciones en cuanto a resultados prácticamente se cumplieron (llegó dos veces a cuartos de final y perdió dos finales), las lesiones recurrentes no le permitieron jugar lo suficiente como para conseguir aquel objetivo del Masters a fin de año.

Pero en 2005, después de que Andy Roddick se bajara en el último minuto, David no sólo se quitaría la espina del año anterior pudiendo jugar el Masters, sino que además lo ganaría, venciendo nada más y nada menos que a Roger Federer en la final.

Curiosamente, para el número uno del mundo esa fue su última derrota en canchas rápidas indoors... hasta el domingo, cuando volvería a caer ante el argentino, esta vez, en el Masters Series de Madrid.

Claro que esa cualidad de autoconfianza no es ni remotamente lo único que tiene: David es un jugador muy completo tenísticamente. Su revés es, sin lugar a duda, uno de los mejores del mundo: apenas comete errores con este golpe. Su devolución es muy buena también: Federer dijo el sábado en Madrid que en la final iba a tener que sacar muy bien porque se enfrentaba a uno de los jugadores con mejor devolución del circuito. Y tácticamente, sabe muy bien cómo jugar cada pelota, hasta el punto en que cuando lo ves en acción parece que el tenis es un deporte muy fácil de jugar.

Personalmente, me encantaba ir a ver sus partidos: en cuanto podía estaba en las tribunas mirándolo, sacaba muchas cosas positivas de su juego que después me ayudaban a mí a mejorar.

Todo el mundo se preguntaba hasta ahora, con cierto tono de crítica velada, por qué David no formaba un equipo de trabajo que lo ayude a pelear por el número uno.

Actualmente, David tiene un equipo de primera a su lado, con un entrenador de tenis, un preparador físico y un kinesiólogo. En el último US Open pude verlo con mucho orden en su trabajo, tanto dentro de la cancha como fuera. Era muy habitual encontrarlo en el gimnasio haciendo sus entradas en calor y trabajando con su preparador físico. Quizás estemos en el momento en que David se plantee luchar por estar en lo más alto del ranking.

Estoy convencida de que con trabajo y una muy buena actitud las cosas se dan. No es casualidad que David tenga estos resultados, sino que, por el contrario, el trabajo que viene haciendo desde hace unos meses se está notando y lo está llevando de regreso al nivel que todos los argentinos estamos acostumbrados a ver.

Algo de lo que no nos podemos olvidar también, y que la gente desconoce habitualmente, es el enorme sacrificio que requiere mantener un nivel tan alto física y mentalmente. Es muy desgastante intentar estar al 100% cada torneo: los tenistas también somos seres humanos y tanto nuestra mente como nuestro cuerpo necesitan descansar. Ni hablar que, además, todos empezamos muy jóvenes y hay otras cosas más allá del tenis que queremos vivir como lo hacen otras personas de nuestra edad.

Particularmente, yo siempre he visto que él maneja su carrera con un delicado equilibrio, de manera tal de poder satisfacer sus necesidades en el deporte, pero a la vez de poder combinarlas con diferentes actividades fuera del tenis que también lo hacen feliz y de alguna manera lo renuevan para jugar mejor. Evidentemente, estas son elecciones personales, y como tales absolutamente respetables, ya que en ellas no sólo se toman en cuenta solamente los objetivos en el deporte o en el trabajo, sino las metas en la vida.

Esa pregunta, que pasa por la cabeza de muchos de nosotros, es la que les dejo para despedirme de ustedes esta semana: si David se dedicara full time al tenis, ¿creen que su mente lo podría soportar o acaso se saturaría mucho más rápido?

Mientras sacan conclusiones y piensan la respuesta, aprovechemos para disfrutar de su juego y felicitar a todo un campeón, que ha vuelto a demostrar esta semana que es uno de los pocos jugadores del mundo que intimida por juego y por coraje a Roger Federer, un número uno que va camino a ser el mejor jugador de la historia. Y eso no es poca cosa.