Javier Gil Navarro 16y

Serenidad, humildad y trabajo

BUENOS AIRES -- "Con serenidad, con humildad y con trabajo, este plantel puede quedar en la historia de River". Casi como una inspiración profética, Héctor Veira escribió esta frase en un pizarrón del vestuario cuando se hizo cargo del equipo.

Corría el año 1984 y las cosas por Núñez distaban de ser las ideales. Por el contrario, casi de contramano con la historia la llegada del Bambino tenía una finalidad insólita: fortalecer el tema del descenso: "El clima era bastante duro. El equipo tenía un bajo promedio y había que levantarlo. Pero la idea era salir campeón. Y fuimos armando el plantel de menor a mayor. Me encontré con un grupo de muchachos de alta calidad, competitivo, grandes jugadores y muy buenos a nivel humano. Las características técnicas eran bárbaras. Se armó un equipo espectacular, sin envidia ni egoísmo. El que jugaba daba lo mejor y el que se quedaba afuera lo alentaba. Y al final quedó en la historia".

De la mano de Veira, River celebró el título local '85/'86, la Libertadores '86 y coronó el magnífico año con la obtención de la Intercontinental tras vencer, en Japón, al Steaua de Bucarest.

-Tenías una cantidad importante de futbolistas con grandes pergaminos.
-Es cierto, había muchos jugadores internacionales, pero tenían una gran humildad. Cuando son así se favorece el trabajo al entrenador. Era un grupo con un gran sentido del humor pero de alta responsabilidad. Cada vez que entraba a cualquier cancha jugaba como si fuese local, era tremendo. Se ganó mucho afuera del país. En ese sentido los muchachos se comprometieron para darle la alegría al hincha de River.

-Pasemos un poco a recuerdos más puntuales. ¿Qué imagen te queda de lo que era el Monumental en esa final con América de Cali?
-Siempre digo que hasta el gol de River el hincha estaba en silencio, contenido, tenía encima la sombra de haber perdido dos finales. Pero cuando hizo el gol el Búfalo, explotó. Ahí se desató un carnaval. No recuerdo haber visto la cancha de River como en esa final. Era impresionante, gente en las escalinatas, estaba todo preparado para una fiesta. Por suerte salió todo de la mejor manera, conseguimos nada menos que con la Libertadores.

-Antes hacías referencia a la cantidad y calidad de jugadores que tenía el plantel. Pero para llegar a ensamblar el equipo que salió campeón de América tuviste que meter mano.
-Hicimos algunos retoques, pero mantuvimos una línea futbolística. Por ejemplo, pasamos a Alfaro a la izquierda, retrasamos unos metros a Enrique, en la Copa se engancharon bárbaro Alzamendi, Alonso y Funes, tuvimos la suerte de elegir bien. No se olviden que cuando vendieron a la Araña Amuchástegui y a Francescoli medio que en el club se movió la estantería. Pero vino Alzamendi, que era un jugador excepcional y en lo humano, superlativo. Después trajimos a Funes y a Centurión, los dos actuaron muy bien. Con todo ese grupo extraordinario, con el Tolo Gallego, el Negro Enrique, Alfaro, con el Beto Alonso, con Morresi, Ruggeri, el Tano Gutiérrez, Pumpido, Gordillo, Montenegro, Borelli, era espectacular. Además los chicos que venían de abajo que fueron todos internacionales, Gorosito, Caniggia, Troglio, Goycochea, un grupo de alta competición.

-¿Cuánto tuvo que ver ahí tu mano?
-Es cierto que nosotros supimos elegir a los jugadores, pero ellos, además de lo que jugaban resultaron extraordinarios como seres humanos. Eso fue lo más importante, se acoplaron rápido a las necesidades de River.

-¿Cuál fue el momento que pensaste después de ésto somos campeones?
-Siempre les decía a los muchachos que en la Copa había un rival muy difícil que era Argentinos. Tenía grandes jugadores, un buen fútbol. Por eso les comente: "Si pasamos ese partido, podemos ser campeones de América". Pero primero había que superar eso. Y la verdad que el desempate en cancha de Vélez fue dramático, uno de los más dramáticos que dirigí. Terrible. El cero a cero fue un resultado mentiroso, era un partido para tres a tres, por lo menos. Con la alta moral que consiguieron los jugadores fuimos a Cali y ganamos. Después repetimos en el Monumental, todo ante otro estupendo equipo como era el América de Cali. Ellos tenían tres delanteros extraordinarios, Willington Ortiz, Battaglia y Gareca, quienes estaban en su mejor momento. Un equipazo. Pero los muchachos no fallaron y ganamos las dos finales.

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