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La fiesta inolvidable

BUENOS AIRES -- La lluvia no consiguió atenuar la ilusión. Aquella noche del 29 de octubre de 1986 la gente de River parecía decidida a soportar cualquier inclemencia con tal de dejar atrás las pasadas frustraciones.

Todo estaba dado para que, por fin, pudieran paladear la primera conquista internacional.

Varias horas antes del inicio de la gran final de la Libertadores, el Monumental ya estaba colmado. Los registros oficiales dejan constancia de que 82.352 almas atiborraron cada sector del estadio, pero a la hora de la revisión minuciosa ese número se multiplica.

No quedaba escalera vacía. Los plateístas siguieron cada acción de pie, en las populares la gente se apretaba como nunca.

El 2-1 que el equipo de Héctor Veira se había traído desde Cali era una invitación al optimismo.

Los malos recuerdos de aquellas finales perdidas en el '66 (ante Peñarol) y en el '74 (contra Cruzeiro) iban a tener su revancha.

A lo largo de la Copa, con un fútbol quizás no tan vistoso pero sí efectivo, el Millo dio muestras de tener la solvencia necesaria para hacer historia. Y no flaqueó.

Hoy se cumplen 21 años de aquel trascendente logro, inolvidable para todos los hinchas. Y lo recordamos con dos de sus más salientes protagonistas, con el ídolo y con el conductor, con el Beto Alonso y con el Bambino.

Es cierto que después vinieron más títulos, pero aquella Libertadores dejó en el paladar riverplatense el irrepetible sabor de la primera vez.