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Vivir y revivir

Joe Louis se encontraba en el campo de entrenamiento en Catskills hace varios años cuando un conjunto de periodistas de Nueva York fueron a visitarlo. Durante su conversación acerca de su próxima pelea, uno de los periodistas le dijo al campeón de los pesados que a su oponente "No le gusta pelear al cuerpo".

Micky Ward, Shea Neary

Tina Schmidt /Getty Images

Micky Ward, izquierda, nunca le rehusó a las batallas, sin importarle quién estaba enfrente.

Este dato luego explicó la serie de estragos al cuerpo y un perfecto gancho izquierdo al hígado.

"¿A quien le gustan?", preguntó Louis.

Micky Ward guardó esa lección de boxeo con el corazón.

Ward se convirtió en un héroe de novela tras que tres brutales enfrentamientos con Arturo Gatti lo convirtieran en una celebridad. Esas peleas, y los millones que le valieron, llegaron por dos cosas: su energía y su habilidad para encontrar una "costilla flotante", manera que los entrenadores de boxeo solían llamar el punto donde la caja torácica se detiene y empieza el colapso.

Ward podrá no haber sido el mejor golpeador al cuerpo en la historia del boxeo, pero nadie sobrevivió tantas peleas con tantos golpes al cuerpo como el. Los golpes de Ward no solo quebraron a Gatti en su primera pelea sino que en dos ocasiones salvaron la carrera de welter junior de Lowell de un trabajo de oficina de 9 a 5.

El primero de esos momentos llegó el 12 de abril de 1997 en Las Vegas. Ward había sido invitado por el promotor Bob Arum a redondear su carrera. Una paga de 200,000 dólares se había escurrido entre los dedos de Ward cuando Julio César Chávez se retiró de una pelea programada, clamando estar lesionado de una mano.

Ward quedó con una oferta de 10,000 para enfrentarse al muchacho invicto que había noqueado a 15 oponentes camino a su record de 16-0. Se suponía que Ward no debía desafiar el arco de carrera de Alfonso Sanchez esa noche cuando el sonriente mexicano llegó a un lugar donde no había estado en el pasado. No fue el Thomas & Mack Center en Las Vegas. Fue la puerta trasera del infierno, aunque al comienzo no parecía ser así.

Durante seis rounds, la victoria de Sanchez parecía extenderse por el rostro de Ward. Round tras round fue destruyendo los rasgos del irlandés y Ward sólo parecía poder chocar sus manos en frustración.

A medida que el castigo continuaba, el árbitro Mitch Halpern observó de cerca, finalmente llegando al rincón de Ward previo al séptimo round y advirtiéndole que estaba recibiendo demasiados golpes.

Eso no era entretenimiento. Eso no era negocio. Eso era pelea. Era algo bárbaro. No siempre es lindo, pero es real. Como dicen los mafiosos, 'ese era un muchacho corajudo'. Fue un verdadero boxeador esa noche

--Teddy Atlas, Micky Ward y el castigo que recibió para noquear a Reggie Green


"Le dije a Ward, 'Muéstrame algo o voy a detener la pelea'", dijo Halpern. "Estaba a un golpe de hacer que detenga la pelea. Fue ahí que dio un golpe impactante".

Antes de poder llegar a eso, Ward insultó contra su jefe en segundo, Jimmy Connolly, quien estaba amenazando con detener la pelea. Ward había caído la ronda previa y estaba detrás por nueve puntos en una de las tarjetas de los jueves y por ocho en otra. Su regreso de 3 ½ años de conducir una máquina pavimentadora estaba llegando a su fin cuando se levantó de su banqueta.

77 segundos más tarde, Ward lanzó un gancho izquierdo debajo de la caja torácica de Sánchez, quitándole el aire de los pulmones al mexicano. Y eso fue todo.

Sanchez se hundió en sus rodillas. Lentamente fue cayendo.

Halpern no tenía ni que contar hasta 10, pero lo hizo de todas maneras.

"Herí a Sánchez con un golpe al cuerpo y lo oí quejarse, pero estaba en tan buenas condiciones que siguió dando lucha", dijo Ward ese día.

Esperó y aguantó 110 golpes a la cabeza sólo para aterrizar ese golpe al cuerpo. Cuando lo hizo, todas las deudas fueron saldadas de inmediato.

Un par de meses más tarde, Ward estaba peleando contra Vince Phillips por el campeonato de junior welter. La pelea por el título terminó en tres rounds, cuando Ward se lastimó el ojo. Estaba de regreso en el circuito del boxeo, dos años más grande y más adeudado.

Ward experimentaría un momento similar al de la pelea de Sánchez dos años atrás contra Reggie Green. Esta vez no fue el Thomas & Mack Center, pero el Icenter, un viejo predio en New Hampshire.

Micky Ward, Shea Neary

John Gichigi /Getty Images

Mientras estuviera en el ring y en condiciones de lanzar su gancho de zurda al cuerpo, Micky Ward, izquierda, tenía la oportunidad de ganar la pelea.

Esa noche, con menos de 2,000 personas presentes, más una audiencia de ESPN2, atestiguaron el tipo de salvajismo del que sólo se lee en los libros. Sus vidas estaban en riesgo.

Se golpearon la cabeza y el cuerpo fuertemente, siendo Green el beneficiado por lo general. O al menos eso parecía. Ciertamente el resultado mostró que Ward no podía recibir un solo golpe más a la cara tras ser derribado en el tercer round. Pero Green no pudo terminar su trabajo, y ese fue un error para un muchacho dispuesto a pagar tanto sólo para golpear en la caja torácica.

Durante los últimos tres rounds de la pelea, Ward arremetió contra el cuerpo de Green como un toro enfurecido. Finalmente, con tan sólo 20 segundos restantes para que la campana declarara la derrota de Ward, aterrizó la última serie de golpes, y Green cayó desplomado. Permaneció indefenso hasta que el árbitro Norm Veillieux se paró en medio de los dos para salvar la carrera de Ward y la vida de Green.

El esquinero de Green se metió dentro del ring. Nadie protestó por la detención de la pelea, por más que su muchacho estuviera a 20 segundos de brutalidad más de la victoria. Mientras lo hacían, Ward puso su guante contra su corazón mientras la sangre corría por su labio, un corte tan profundo que no hubiera necesitado abrir su boca para lavarse los dientes.

"Tuve la voluntad", dijo Ward esa noche. "Es un excelente boxeador, pero podía sentir que ya le llegaba al cuerpo. Lo estaba golpeando en los codos y en los costados. Sabía que tenía que hacerlo".

El analista de boxeo de ESPN Teddy Atlas sabía exactamente lo que Ward estaba haciendo.

"Eso no era entretenimiento", dijo Atlas. "Eso no era negocio. Eso era pelea. Era algo bárbaro. No siempre es lindo, pero es real. Como dicen los mafiosos, 'ese era un muchacho corajudo'. Fue un verdadero boxeador esa noche".

Dos boxeadores en realidad. Dos semanas antes, Oscar De La Hoya y Félix Trinidad dividieron 31.5 millones por hacer menos de lo que Green y Ward se hicieron esa noche. Atlas entendió lo que eso significaba.

"Hay urgencia en lo que hacen", dijo Atlas. "No hay una lista de opciones para ellos. La única opción es pelear".

No hay otra opción que aceptar el riesgo de lanzar golpes al cuerpo hasta que alguien se quiebre.