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Zen bajo los tres palos

BUENOS AIRES -- No, eso es demasiado.
-¿No me cree?
-Claro que no.

-Pero no sea bobo, ¿por qué le mentiría?
-No lo sé, pero no le creo.

-Pero si es cierto.
-Que jugó al fútbol lo puedo creer. Que jugaba más o menos bien, también. Pero que era un arquero extraordinario, de ninguna manera.

-¿Qué quiere que haga? ¿Que le mienta, entonces? Bien: no, no era un arquero tan bueno, pero me defendía bien.
-Eso suena mejor.

-¡Pero es mentira!
-¿Por qué?

-Porque yo era un arquero definitivamente infalible.
-Vamos...

-Se ve que había nacido para eso, se lo juro.
-¿Y por qué abandonó la profesión?

-¿Qué profesión? Ninguna profesión. Jugué en un equipo de Primera D, Defensores de Almagro, un club hoy desaparecido. Pero atajar jamás fue para mí una profesión, fue más bien una herencia.
-¿Una herencia?

-Sí, mi padre había sido arquero en su juventud, en Independiente.
-Eso tampoco se lo creo.

-Bueno, no tiene importancia. Yo fui arquero, y uno muy bueno.
-¿A qué llama un arquero muy bueno?

-Llegué a estar cincuenta partidos con la valla invicta.
-¿Cincuenta partidos? ¿Jugando para Defensores de Almagro?

-No, cada vez que jugaba en la primera de Defensores de Almagro me metían cinco o seis goles, pero en las prácticas era imbatible.
-Me hace reír.

-Yo no me río.
-¿Pero usted escucha lo que está diciendo?

-Obvio, si no escuchara lo que digo estaría sordo.
-De acuerdo, cuénteme.

-Todo lo que sé de la actividad bajo los tres palos, lo aprendí de mi padre.
-¿Por ejemplo?

-Por ejemplo, que un arquero es responsable, a lo sumo, de cinco pelotas. Un arquero debe asegurar cinco pelotas por partido. Si llegan al arco más de seis, aunque lo imposible por detenerla o desviarla, si entra, no es su culpa.
-Y si llegan al arco cinco pelotas o menos de cinco?

-Entonces, si es necesario, ponga hasta la cabeza para evitar que esa pelota entre. Porque, si eso sucede, va a ser su culpa, aunque no lo sea.
-¿Qué más aprendió de su padre?

-Aprendí que el pensamiento es el peor enemigo del arquero. Que cuando un pensamiento se cruza en la cabeza, está todo perdido.
-Sin intenciones de ofender a su padre, eso me parece una estupidez...

-Y sin embargo no lo es. En primer lugar deberíamos ponernos de acuerdo en lo que entendemos cuando hablamos de pensamiento.
-Bueno, pensar es... ser capaces de elaborar ideas con cierta solución de continuidad...

-No está mal, para empezar. Digamos que en líneas generales estoy de acuerdo con eso, pero entonces permítame decirle que si un arquero se detiene a "elaborar ideas con cierta solución de continuidad", como usted acaba de decir, está perdido.
-¿Entonces no puede pensar?

-Puede, sí, pero no de ese modo. Por ejemplo, cuando a usted se le cae algo de la mano e intenta recuperarlo antes de que toque el suelo y se rompa, de algún modo pensó. Quiero decir que pensar no necesariamente implica "elaborar ideas con cierta solución de continuidad". A veces actuar con velocidad es también el resultado de un pensamiento veloz.
-¿De modo que en el caso de los arqueros funcionaría aquello de que "el que piensa, pierde"?

-Sí. Si usted, cuando accidentalmente se quema con la plancha, se detuviera a pensar en lo que le está ocurriendo, bueno, probablemente terminaría con una quemadura de segundo grado.
-Convengamos entonces que es cierto, que el pensamiento es el peor enemigo del arquero.

-No sólo del arquero, pero digamos que sí.
-Continúe.

-Lo que sigue está en relación con lo anterior. Ningún arquero debería salir de los tres palos si no tiene un 99% de probabilidades de hacerse con el balón. Y no se trata de que se ponga a hacer porcentajes en medio del partido. Se trata de... ¿Oyó alguna vez hablar de la visualización creativa?
-Jamás.
-Bien, la visualización creativa, rudimentariamente, consiste, justamente, en visualizar lo que uno va a hacer. No es hacerlo solamente, sino, a medida que uno lo hace, anticiparse mínimamente y "verse" a sí mismo haciendo eso.
-Entiendo.

-El arquero "visualiza" su accionar, lo anticipa, y esa anticipación de algún modo condiciona el resultado de su intervención. Si al "visualizar" prevé que la pelota terminará en sus manos, entonces debe actuar. De lo contrario es mejor que se quede donde está.
-¿Qué más?

-Hace poco leí un artículo en el New York Times. El periodista trataba de explicar que cuando alguien está bajo presión y el impulso por reaccionar es muy fuerte, en muchos casos la mejor manera de responder es no haciendo absolutamente nada. Y ponía como ejemplo de su teoría a Radek Cerny, el arquero del Tottenham Hotspur, enfrentando en un tiro penal a Cristiano Ronaldo, el mediocampista del Manchester United, cuando se enfrentaron en la reciente cuarta ronda del Campeonato de la Asociación de Fútbol de Gran Bretaña. Ronaldo pateó al ángulo inferior derecho del arco, y Cerny se tiró a la izquierda. Si Cerny se hubiera quedado donde estaba, hubiese tenido más probabilidades de atajar esa pelota.
-Pero si se hubiera quedado donde estaba tampoco hubiera tenido tiempo de llegar...

-¿Quién sabe? Tal vez sí, tal vez no. Pero tirándose al lado contrario, decididamente, no llegó. Tiene que entender esto: el arquero está para tomar mate. O sol, como más le guste. Si debe entrar en acción, es porque hay algo que funciona mal en el equipo. Es el paranoico por excelencia: once jugadores tratando de meterle un gol. Es por eso que se convirtió en el personaje de una novela de Peter Handke, que se llama justamente El temor del arquero ante el tiro penal. La de Handke fue una elección inteligente, porque hay pocos seres más paranoicos que un arquero, hay pocos temores mayores que el de un arquero ante el tiro penal.
-Sí, el de un condenado frente al pelotón de fusilamiento.

-Yo creo que en ese caso el temor es menor, porque el que va a ser fusilado sabe que un instante después sus tormentos habrán desaparecido. El arquero, en cambio, sabe que después del penal va a seguir viviendo. Y además va a ser el culpable de no haberlo detenido.

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