ESPNdeportes.com 16y

La llama sin llama

BUENOS AIRES -- A esta altura, sólo un incrédulo o un desconocedor del tema, puede pensar que la llama es la misma que se prendió en Olimpia mediante los rayos solares y su fuego debe ser traspasado sin que nunca se apague de acuerdo con las normas tradicionales del Movimiento Olímpico, que, sostienen sus cultores, el apagarla significa darle muerte.

En su tumultuoso y caótico paso por París, la Prefectura de Policía confesó que en una ocasión se vieron obligados a apagar la llama por un problema técnico, pero diversos testigos aseguraron que el fuego desapareció en más de una ocasión y lo de técnico es una excusa, cuando se vio como manifestantes la apagaban con matafuegos.

También un incrédulo o un desconocedor de tema puede sorprenderse de la intromisión política o económica no son una constante en la historia más que centenaria de los Juegos Olímpicos.

Desde la restauración de los Juegos en 1896, sólo las dos guerras mundiales han impedido su celebración: en 1916, por la Primera Guerra Mundial, y en 1940 y 1944 por la Segunda. Lo que ya era infligir la norma que las guerras debían suspender ante su realización, pero lo más grave es que para el Comité Olímpico se mantiene como sexto los Juegos 1916 y como undécimo y duodécimo los de 1940 y 1944, respectivamente.

Hasta el Barón Pierre de Coubertin debió ceder ante presiones económicas para poder organizarlos en su comienzo formando parte de ferias locales, como si los Juegos fuesen un circo y hasta durasen cuatro meses en St. Louis 1904.

Después del vacío vienen una sucesión de hechos donde se unen política y el deporte, que conviene refrescar para que el tiempo no destruya la memoria.

La edición de 1920 se organizó en Amberes, ciudad que había quedado prácticamente destruida durante el conflicto bélico. Las negociaciones del barón de Coubertin no impidieron que Bélgica negara la participación a los países que habían sido sus enemigos. No estuvieron presentes los deportistas de Alemania, Austria, Hungría, Turquía, Bulgaria y Polonia, ni los de la ya Unión Soviética.

En París 1924, Alemania no participó por temor a represalias tras su papel en la guerra.

Un triste episodio en la historia de los Juegos es la utilización política que el régimen nazi hizo en Berlín 1936, aprovechando que fue designada sede a pesar de ya estar el nazismo en marca. Alemania los preparó a mayor gloria de la raza aria, mientras que Adolf Hitler ya había puesto en marcha la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) .

Los Juegos se reanudaron en Londres 1948 y, como ya había sucedido al final de la I Guerra, los perdedores, en este caso Alemania y Japón, no fueron invitados.

En Melbourne 1956, existió el boicot de seis países, entre ellos España, en protesta
por la invasión soviética de Hungría.

En Roma 1960, el COI fue capaz de solucionar diplomáticamente posibles conflictos entre las dos Alemanias y las hizo competir como un sólo equipo y desfilar al son de la novena sinfonía de Beethoven.

En 1968, los Juegos de México quedaron empañados por los trágicos sucesos diez días antes de la inauguración, en la Plaza de las Tres Culturas. en la que murieron cientos de personas cuando las fuerzas del orden abrieron fuego contra una revuelta estudiantil, sin que las delegaciones presentes levantasen su voz crítica.

En cambio, cuando varios atletas estadounidenses negros aprovecharon esos mismos Juegos para reivindicar el poder de su raza. Tommie Smith y John Carlos subieron al podio a recoger sus medallas vestidos de negro, con un puño en alto enfundado en un guante del mismo color, lo que les supuso su expulsión de la Villa Olímpica.

El episodio más triste de la historia de los Juegos se produjo en Múnich 1972, cuando ocho terroristas palestinos entraron en las dependencias israelíes de la Villa Olímpica y, tras matar a dos personas, tomaron como rehenes a nueve atletas. Exigían la liberación de 200 presos palestinos. El asalto de la policía desencadenó una masacre que terminó con 17 personas muertas, entre ellos los nueve deportistas.

Los de Montreal 1976 fueron boicoteados por la mayor parte de los países africanos, en protesta por la participación de Nueva Zelanda, que había competido en la Sudáfrica del 'apartheid'.

Más trascendente fue el boicot a los Juegos de Moscú de 1980 de gran parte de las potencias capitalistas -encabezadas por Estados Unidos-, que justificaron su ausencia por la invasión soviética de Afganistán. Estuvieron presentes sólo 80 países.

El bloque soviético, con la excepción de Rumanía y Yugoslavia, devolvió a Estados Unidos la moneda en Los Angeles. Aunque aquí hizo su presentación China de Mao, sin que a nadie le interase su situación interna

La historia de los boicots se cerró en Seúl 88. Corea del Norte pidió coorganizarlos, algo que prohibía el COI. Ante la negativa decidió no participar y pidió el respaldo de sus aliados. Lo obtuvo de Cuba, Nicaragua, Albania, Madagascar, Seychelles y Etiopía.

Barcelona 92 supuso un regreso a la normalidad. Sudáfrica fue readmitida tras la llegada al gobierno de Nelson Mandela, el desmembramiento de la URSS se solucionó con la participación del llamado "equipo unificado" e incluso los atletas de la sancionada Yugoslavia pudieron competir bajo la bandera olímpica.

Pero ya aparecía la otra máscara del cinismo olímpico. El don dinero determino que el los Juegos del Centenario no se realizaran en Atenas y viajasen a Atlanta, sede de Coca Cola, su principal sponsor.

Y tras de eso se suceden una serie de sedes atadas por compromisos contraídos a raíz de esa situación. Sydney 2000 fue cumplir con la obediente Australia y de paso para dejar para más adelante la creciente China. En el 2004, se la recompensó a Atenas del robo de 1996 y en el 2008 a China la de 2000, sin importarle nada de los derechos humanos.

El olimpismo siempre pretendió creer en un mundo de ensueño, de un deporte puro, neutral y apolítico. Una entelequia perfecta, tan conservadora como la carta olímpica que ahora quiere imponer a los atletas para evitar que se desborden en sus declaraciones o cuando suban al podio. Pero que no logra hacer respetar a la propia China. El fundador del olimpismo moderno, el francés Pierre de Frédy, barón de Coubertin, decía que la geografía deportiva era más importante que la política. Quienes lo sucedieron en el COI nunca cumplieron con esa misión. Por eso, ahora debe cuidar el "espíritu olímpico" a fuerza de policías.

Como cierre me uno al concepto del notable periodista Ezequiel Fernández Moores en la nota La antorcha de la vergüenza, publicada en el diario La Nación, el miércoles 9 de abril y transcribo su apertura.

"Occidente se despierta con despertadores chinos, come con cubiertos chinos y se viste con ropa made in China . Sólo ve la sangre de los muertos del Tíbet o de Darfur en la antorcha olímpica,¿Por qué tomar exclusivamente al deporte como vehículo de indignación moral?, se pregunta hoy el Comité Olímpico Internacional (COI), azorado ante las escandalosas protestas que está provocando el recorrido de la antorcha".

Para mí, el idealismo dejó de pertenecer a los Juegos Olímpicos, cuando los profesionalizó el catalán Juan Antonio Samaranch. Si bien siempre existió la intromisión política, el dinero tiene comprado el corazón del cinismo olímpico de los dirigentes hasta los atletas.

Los monos bailan por la plata. Por eso me río cuando hablan de boicot el hecho de presidentes negándose a asistir a la ceremonia inaugural. Es todo un descaro para ocultar la verdad. Boicot en serio fue el de Cuba que perdió ocho años consecutivos por unirse a los de Los Angeles y Seúl. Dos generaciones perdidas. Que eso ocurra en la actualidad es imposible, porque es patrimonio de idealistas que ya no existen.

^ Al Inicio ^