<
>

Anécdotas de buenos tiempos

Najnudel (primero a la derecha) fue un símbolo de Ferro Gentileza Bernardo Najnudel

BUENOS AIRES -- Varias décadas compartí con León Najnudel. Lo conocí cuando daba sus primeros pasos como jugador, en los Torneos Evita. Integraba el equipo Los Bohemios, junto con Armando Grymberg. Los Bohemios eran lo pibes de Atlanta. Villa Crespo lo fichó en Infantiles B, jugó en primera, después pasó a Victoria y Barracas Juniors.

En la década del 50 me desenvolvía, además de jugador, como estadista técnico de River y Palermo, y también como delegado de River y Gimnasia y Esgrima. Mas tarde fui entrenador y árbitro. Ya en la década del 60 había abrazado el periodismo.

En esos 20 años, León, Armando ("Los mejores de nuestras vidas", me dijo cuando hoy hablamos de Najnudel) y yo convivíamos diariamente, para concluir cada jornada en trasnochadas comidas en el desaparecido restaurante El Merito, con charlas ante una gran audiencia, en la que cada uno expresaba su manera de pensar.

En una de nuestras reuniones, a León, a Grymberg, a Pichón Contarbio y a mí se nos ocurrió crear el Campeonato Comercial de Básquetbol. Armando dirigía a la empresa Silver, teniendo a León como base principal del plantel, mientras que yo conducía a Eximia y Pichón al frigorífico Sansinena. Por supuesto, se introducían jugadores de primera de contrabando, como si fueran empleados de esas compañías en cuestión.

Eso fue a fines del 50 y nos divertíamos una barbaridad. Fue en aquellos años cuando el bichito de ser entrenador les había picado a los dos ¿Resultado? Juntos se encargaron de dirigir a Lanús. De allí, Grymberg pasó a ser el técnico del glorioso Villa Crespo y Najnudel el de Atlanta, haciéndolo ascender a Primera División, con la llegada del santiagueño Benjamín Arce.

LA ÚLTIMA VEZ
Tras esta introducción, con datos desconocidos por la mayoría de sus biógrafos, y al introducirme en anécdotas que nos une, voy a comenzar por la última de ellas que, a la vez, fue la última vez que lo vi.

Fue en 1997. Como encargado de prensa de ESPN había invitado a visitar la Argentina a Alvaro Martín, la indiscutida voz de la NBA. Asistimos al encuentro entre Ferro Carril Oeste y Pico Fútbol Club, en el Estadio Héctor Etchart. Allí nos maravillamos por la condiciones de un chico alto, de buen físico, de sólo 15 años de edad.

Se nos unió León, ya afectado por su enfermedad. Martín, tras ver los movimientos del adolescente, advirtió que él estaba en condiciones de hacerlo ingresar en una universidad estadounidense, para que siguiese los pasos del base Pepe Sánchez, figura de aquel entonces en Temple.

León desnudaba felicidad. Apenas terminó el partido llamó a Carlos Scola, padre de Luis, el proyecto de futuro, y le propuso la idea: "Es el mejor camino para llegar a ser jugador de la NBA".

"Su hijo tiene condiciones para llegar a la mejor liga del mundo", lo apoyó Alvaro Martín.

Pero Carlos Scola fue contundente: "No. Va a continuar en Europa. Allí está el dinero". Alvaro le expresó: "Sí, el dinero rápido está en Europa. Por esa vía también puede llegar a la NBA, donde está el dinero grande, pero tardará mucho más tiempo"

León no dio su opinión, algo extraño en él. Cenamos en el restaurante de enfrente, junto con Alberto Finguer, Julio Lamas, Jorge Martínez, Chiche Gornatti y Enrique Tolcalchier. Estuvimos hasta las 5 de la mañana. Todos opinaron del tema Luis Scola, excepto León. ¿Cuál era su opinión?. Nunca lo pude saber, porque fue la última vez que compartimos algunas horas.

A la tarde, León y su tribu fueron a la sede de ATEBA. Cuando se despidió, Alvaro Martín lo abrazó y le dijo: "León ha sido un honor muy grande haber estado contigo. Fuiste el maestro de una clase magistral e inolvidable. Gracias por el libro. Pepe Sánchez va a ser NBA, como lo serán otros. Hasta puede serlo Luis Scola".

Lo cierto es que Luis Scola llegó a la NBA, tras brillar 10 años en el viejo continente. Lamentablemente no podemos preguntarle a León Najnudel lo que pensaba de aquel ofrecimiento de Martín y de la negativa de Carlos Scola.

Para mi, todavía sigue siendo un misterio.


León era una persona bromista. En el Campeonato Argentino de Santiago del Estero, en 1968, el padre de Jorge Martínez, coronel del ejército, nos cedió su casa para hospedarnos. El grupo lo formamos León, el entrenador Tomas Bello, Carlos Martínez, el hermano de Carlos, el jugador de Atlanta Giordano, y yo.

Cada uno tenía una misión. Tomás era el cocinero. Yo, el centro de las cargadas. Sucedía algo que era moneda corriente: cada vez que yo empezaba a escribir las notas en la máquina de escribir portátil, León se aparecía de pronto, tomaba alguna cuartilla, se la leía a Bello, y ambos gritaban: "Esto no sirve". Acto siguiente, rompían la hoja en pedacitos.

Tuve que trasladarme a la vivienda del corresponsal de La Nación para escribir mis notas. Pero ellos no se iban a quedar de manos cruzadas: buscaron la forma de vengarse. A León no le gustaba perder a nada. Me desafió a una carrera de natación en a pileta del regimiento, el juez era Tomás y le gané por el toque.

Esa noche, como lo hacíamos luego de los partidos de cada fecha, fuimos a cenar al Club Independiente. Empanadas, vino, cigarrillos, adornaban los análisis. Estaba casado y les anuncié que me iba a dormir. No advertí las miradas que se intercambiaron.

Yo dormía en una cama individual ubicada en el comedor. En el medio del sueño, sentí que me movía, pero no hice caso y continué durmiendo. De repente, sentí que alguien me besaba. Desperté y vi la lengua de un caballo sobre mi frente. Estaba en medio de la calle, quise entrar y la puerta estaba cerrada con llave. El coronel nos salvó de ser detenidos y de no ser noticia.


León era un personaje. El cigarrillo, el whisky, el café y la sobremesa prolongada en interminables charlas sobre básquetbol, adornaban cada una de sus escenas. Allá por 1972, alguien propuso: "Vamos al cine". Najnudel respondió: "¿Cine, qué es eso? Debe hacer 20 años que no voy. Vamos a casa para ver dos nuevos videos que me enviaron de Estados Unidos. Es el mejor cine que podemos ver".


Tenía frases de cabecera. Una de las tantas, la había tomado de Casimiro González Trilla, cuando fue a los Juegos Panamericanos de Winnipeg 1967 con un plantel de más de dos metros de promedio de estatura: "Para conseguir logros importantes a nivel internacional, con jugadores bajos será imposible. Con altos, tal vez algún día".

En una oportunidad, eliminó a un juvenil de baja estatura que se entrenaba con la primera. La madre del jugador lo enfrentó ofendida para recriminarle: "Najnudel, mi hijo se va a desalentar". Y León le respondió: "Señora, perdóneme, yo no tengo la culpa que James Naismith, el inventor del básquetbol, haya colocado el aro a 3,05 metros de altura".


Como broche final, aporto la que contó Osvaldo Orcasitas (O.R.O.) en El Gráfico.

Sonó su teléfono particular. Era León: "No puedo encontrar el video de cuando lanzamos la Liga. Me parece que puede estar en ATEBA... ¿Me acompañás a buscarlo?", le preguntó. "Pásame a buscar", le respondió Orcasitas. Fueron y lo encontraron, aunque falta agregar el dato más importante: ¡Eran las tres de la madrugada!