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Integración y pases cortos

BUENOS AIRES -- La UEFA anunció su apoyo total al programa Unidos contra el Racismo, iniciativa de la asociación Fútbol contra el Racismo en Europa (FARE, según la sigla en inglés), que se desarrollará durante la disputa de la Eurocopa.

La campaña, que contempla spots publicitarios y la participación del público, finalizará con dos actos, el 25 y 26 de junio, cuando se jueguen las semifinales.

Europa en especial -aunque esta conducta abarca otros continentes- tiene un extenso y penoso anecdotario sobre el racismo y sus sangrientas derivaciones.

Inglaterra, con sus hooligans hoy en retirada, Italia y España conocen de
memoria esta saga violenta que, cada tanto, confirma su vigencia con las acciones de los hinchas radicalizados, quienes suelen invocar un credo neonazi.

Además de obligar a la intervención de las federaciones (y de los respectivos Estados), el tema ha proporcionado material para reflexiones académicas. Es interesante, en este sentido, la distinción que establece Volker Rittner, del Instituto de Sociología del Deporte de Colonia, Alemania, citado por su colega británico Tim Crabbe en la página web de la Unesco. "Los símbolos nazis cumplen un papel de provocación; rompen tabúes. Pero el fondo no es político, su finalidad es llamar la atención y aparecer en los periódicos del lunes."

Según la orientación de este pensamiento, la vocación racista del público del fútbol es inestable, de base endeble, y funciona como una excusa para enarbolar más crudamente la enemistad futbolística, que sí tiene verdadero arraigo.

Las consignas racistas, en un escenario polarizado y agresivo, son la herramienta más a mano, y su eficacia está garantizada por el mar de fondo social. El remedio dictado por el sentido común, entonces, consistiría en desactivar la lógica bélica del fútbol y/o las usinas sociales de la discriminación y el menosprecio. Misión imposible, ¿no?

Por eso la campaña de FARE, al margen de sus dignas intenciones, parece un gesto frívolo, corrección política inverosímil. La invitación al armonioso collage étnico tipo Benetton (otro experto en tintorería de conciencia) que se le hace al fútbol ocurre en simultáneo a la aprobación, por parte de la Unión Europea, de una ley para expulsar inmigrantes sin papeles, que incluye su detención en centros especiales.

Africanos, sudacas y otros "despojos" deberán ser tratados como príncipes en el campo de juego, pero en las calles de Europa serán carne de persecución policial.

Y no media aquí la enemistad de una camiseta, la fiebre de un derby ni las secuelas de una derrota. Ninguna emoción violenta. Se trata de una decisión discutida y acordada con serenidad por un consejo de 27 ministros del Interior.

Desde luego, esta medida no surge de la nada. La legislación en Europa se ha endurecido, incluso en países con tradición de tolerancia e integración como Suiza, una de las sedes de la Eurocopa, hogar de agencias humanitarias y del Comité Internacional de la Cruz Roja.

Allí, más de una quinta parte de los 7,5 millones de residentes suizos son extranjeros, una proporción mayor a la de casi todos los países del continente.

Junto a las crecientes dificultades que encuentran los inmigrantes para obtener la ciudadanía, merece destacarse la colorida campaña que el Partido Popular encaró a propósito, justamente, de un referéndum sobre política migratoria.

Empapeló las ciudades con imágenes de manos amarillas y negras que aferraban un pasaporte suizo. Por el mismo precio, distribuyó volantes en los que se detallaban los delitos cometidos por extranjeros que lograron la nacionalidad suiza.

El otro anfitrión del fútbol, Austria, donde gobierna una coalición liderada por los socialdemócratas, sumó restricciones a la ley de asilo en 2005, lo que derivó en el previsible retroceso del flujo de extranjeros.

Algunas deportaciones (de familias blancas) que la prensa convirtió en jugosas historias de vida agitaron las aguas. No obstante, el gobierno parece inflexible en su decisión de tapiar fronteras, que en Austria (recordemos al inefable Jörg Haider) suena bastante razonable.

La cacería está decretada. La criminalización del extranjero está a punto de redactarse como norma de aplicación continental. ¿Entonces qué le piden al fútbol?