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Como si nunca se hubiera ido

La mascota de Indios bromea con Omar Vizquel. AP

CLEVELAND -- El paracorto favorito de Cleveland regresó a la ciudad, y pese a que han pasado cuatro años, pareciera que Omar Vizquel nunca se fue.

El venezolano, vestido ahora con la franela de los Gigantes de San Francisco volvió a la ciudad donde realizó jugadas espectaculares con el guante. Durante su permanencia con los Indios, Vizquel se ganó el aprecio de los aficionados como pocos peloteros lo han logrado en la historia del club.

Y su regreso fue emotivo, con un homenaje antes de que los Indios abrieran una serie de tres juegos contra los Gigantes.

Previo al primer lanzamiento, los Indios presentaron un video con las mejores jugadas de Vizquel, para recordar sus épocas con el club.

El torpedero de 41 años se sentó en el primer escalón de la caseta, mientras más de una década de jugadas del célebre número 13 eran mostradas por la pantalla gigante del estadio. Cuando el homenaje concluyó, Vizquel salió al terreno, mientras los aficionados de los Indios se ponían de pie y lo ovacionaban.

El caraqueño se quitó la gorra, dirigió un abrazo a la distancia a la multitud e hizo una reverencia para agradecer.

Vizquel, el paracorto que más partidos ha jugado en la historia de las Grandes Ligas, no estaba preparado para el mar de emociones que lo bañó desde el domingo, cuando llegó a Cleveland.

Mientras conducía hacia su hotel céntrico, desde el aeropuerto, el pelotero pensó en las tardes en las que surcaba las olas del Lago Erie en una motocicleta acuática. Pudo casi saborear todas las comidas que disfrutó en los mejores restaurantes de la ciudad. Pensó en bailar en los clubes, al ritmo de salsa, o en sorprender al público al asistir a algún concierto de rock.

Todo eso pasó por su mente, y Vizquel se sintió bien.

"Mi mente se volvió loca", recordó. "Yo estaba emocionado, nervioso, todo al mismo tiempo".

Y cuando finalmente llegó al Progressive Field, que en su época se llamaba Jacobs, se agolparon los recuerdos de cuando jugaba ahí.

Recordó el hit de su compañero Wayne Kirby, que resolvió el juego inaugural del Jacobs contra Seattle en 1994. También la remontada increíble del 2001, cuando los Indios perdían por 12 carreras y derrotaron a los Marineros, en la misma noche en que Nico, el hijo de 6 años de Vizquel, fue el bat boy de los Indios.

También rememoró la emoción de ver cinco banderines de campeón de la División Central de la Liga Americana izarse sobre la cerca del jardín central. Pudo incluso escuchar esas ovaciones en octubre, durante los playoffs, cuando los Indios pusieron fin a décadas de mediocridad al llegar a las Series Mundiales de 1995 y 1997.

"Parece que todas esas jugadas hubieran sido la semana anterior", dijo. "Este lugar es mágico".

A diferencia de Manny Ramírez y Jim Thome, quienes se fueron por dinero, Omar Vizquel goza de mucho aprecio en Cleveland, que lo cedió a los Gigantes en el 2004.

Su rutilante fildeo no fue lo único que lo convirtió en favorito de los fanáticos. Su buen humor fue uno de los ingredientes que hicieron especial a los primeros equipos que vieron acción en el Jacobs Field, a la par de los descomunales jonrones de Ramírez y Thome.

"Ustedes siempre me escuchan hablar de que hay divertirse y disfrutar el juego, ir feliz al parque de pelota", dijo el manager de los Indios, Eric Wedge. "No creo que haya otro que lo hiciese mejor que él".

Vizquel pasó 11 temporadas con Cleveland hasta que los Gigantes lo contrataron como agente libre. Los fanáticos todavía le guardan estima al ganador de 11 Guantes de Oro por el hecho que nunca se fue ante la tentación de jugosos contratos.

Pero el venezolano considera injustas las críticas a Ramírez y Thome.

"Es algo decepcionante, porque esos jugadores construyeron realmente el club de Cleveland", dijo. "Manny y Tommy bateaban séptimo y octavo en nuestros buenos años. Tienen tanto derecho como cualquiera a ser parte de este equipo. También ayudaron al club y fueron grandes peloteros de los Indios".

Pero los aficionados recuerdan más a Vizquel.

"El fildeo a mano limpia, llegarle a pelotas que más nadie podría hacerlo", dijo el fanático Ray Pulkkinen. "Adora el béisbol, y le encantaba estar con este equipo".