<
>

Un torneo de novela

El campeón de Europa es el máximo favorito AP

VIENA (Enviado especial) -- Con la gran final que España le ganó a Alemania, la aventura de la Eurocopa 2008 llegó a su final y ya es la hora de volverse a casa, con las retinas y el corazón repletos de lindas imágenes y hermosos recuerdos.

Sin embargo, antes de archivar definitivamente este gran capítulo de fútbol internacional, es necesario trazar un balance final, repasando rápidamente los datos estadísticos y transitando con la memoria los momentos más interesantes y las vivencias más sabrosas de estas tres semanas abundantes de deporte.

Lo primero que hay que decir es que se trató de un torneo casi extraordinario desde el costado técnico y, lo que más cuenta, a nivel de espactáculo y diversión. En general, por su característica continental, la Eurocopa presenta un nivel bastante más parejo que un Mundial y, con menos de la mitad de los encuentros disputados (31 en lugar de 64), la calidad promedio es bastante más alta.

Sin embargo, nos parece poder afirmar que, en este caso, se trató realmente de un torneo más brillante y atractivo que de costumbre, con varios equipos que exhibieron un juego de calidad sobresaliente y muchos partidos de enorme intensidad y espesor técnico.

En suma, todos los ingredientes: individualidades estelares, conjuntos muy bien armados, momentos de tensión y de gran espectáculo, pasión y diversión, sorpresas, desilusiones y confirmaciones.

Veamos más en detalle cada uno de estos rubros.

ESTADÍSTICAS
El hecho de que se trató de un torneo muy espectacular no surge simplemente del análisis subjetivo del cronista, sino puede desprenderse por los números más importantes del torneo.

Como quedó dicho más arriba, se jugaron 31 partidos, de los cuales 24 en la primera fase, cuatro cuartos de final, dos semifinales y la gran final de Viena.

En total se registraron 5 empates, menos que el 20 por ciento, de los cuales apenas dos sin goles, Francia vs. Rumanía en la fase a grupos y España vs. Italia en cuartos, que luego se resolvió en favor de los ibéricos en la definición por penales.

En los partidos a eliminación directa (7), tres acabaron en empate luego de los 90 minutos: el ya citado entre España e Italia y el otro cuarto entre Turquía y Croacia se resolvieron por penales, mientras que Rusia despachó a Holanda con dos goles (3-1 el final) en los alargues.

Con respecto a los tantos, se anotaron en total 77 goles, lo cual arroja el promedio casi ideal de 2,5 anotaciones por match, realmente sobresaliente en un torneo de este tipo, sin equipos "colchoneta".

Es más: el promedio fue más alto (20 goles en 7 partidos, 2,85 por match) en la segunda fase, cuando por una cuestión de equilibrio normalmente baja.

Obviamente, no se puede hacer una estádistica de "belleza" de los tantos y, en este caso, hay que recurrir a la memoría y al juicio del cronista. Desde este punto de vista, podemos afirmar que, si bien no hubo goles "memorables", se vieron excelentes definiciones, como por ejemplo la de Fernando Torres que resultó decisiva en la final, o la de Philippe Lahm que el valió a Alemania el pase a la final en la semifinal ante Turquía.

Por último, el costado disciplinario: la UEFA había anunciado la tolerancia "cero" respecto al juego violento, pero la impresión es que haya tratado más bien de prevenir que de curar. En efecto, hubo 122 tarjetas amarillas (casi 4 por partido) y apenas 3 expulsiones, números realmente muy buenos, pero recordamos varios partidos en los que el referí de turno dejó pegar más de la cuenta sin tomar medidas. De cualquier manera, en general se trató de un torneo muy correcto y eso, en nuestra opinión, tiene una relación directa con la buena calidad del juego.

UN JUSTO CAMPEÓN
La primera mención, que duda puede caber, va para el ganador, España. No hay dudas de que se trató de un justo campeón, que logró el título manteniendo el invicto (5 riunfos y un empate, luego resuelto en la definición por penales), con 12 goles a favor y apenas 3 en contra, todos en la primera fase (2 y 0,5 los respectivos promedios), pero sobretodo con una propuesta técnica espectacular y atractiva.

En efecto, el veterano entrenador (el más anciano que haya podido ganar este torneo, con casi 70 años) Luís Aragonés armó un equipo capaz de ganar practicando el fútbol que todos quisieran jugar, hecho en primer lugar de respeto por el esférico, de la tentativa de mantener siempre con la pelota por el piso, maniobrando con la intención de integrar perfectamente la movilidad y el despliegue con la capacidad técnica y creativa de los intérpretes.

Por encima, se trata de un conjunto que puede abrir un verdadero ciclo, puesto que está integrado en su gran mayoría por jugadores de muy joven edad y, por eso, con aún muchos años de actividad al máximo nivel por delante.

Desde el punto de vista del análisis, vale subrayar como estos jóvenes campeones se hayan formado no sólo al calor de la escuela ibérica, sino también en un torneo muchó más físico y atléticamente exigente como es la liga inglesa.

Con respecto a los goles, España tuvo al máximo goleador del torneo, David Villa con 4 tantos (anotados sin embargo en los dos primeros partidos), y otros dos delanteros, Torres y Güiza, que anotaron dos cada uno. Es decir que las dos terceras partes de los tantos del equipo fueron obra de los delanteros, mientras que el resto fue realizado por los volantes, sin tantos por parte de los defensores.

Más allá de ese detalle y del estilo ofensivo del equipo, es importante subrayar como la defensa haya sido fundamental en este logro, con apenas tres goles sufridos y todos ellos en la primera fase, es decir que en los encuentros a eliminación directa España nunca tuvo su valla vencida, una hazaña cuyo mérito se reparte entre los defensores y el arquero Iker Casillas, autor de algunas atajadas realmente fenomenales.

Sin embargo, también fue fundamental la tarea del volante Marcos Senna, verdadero dique delante de la defensa y máximo factor de equilibrio del equipo.

LOS MÁS Y LOS MENOS
Hay que dedicarle un párrafo al otro finalista, Alemania, que llegó hasta esa instancia como estaba en las previsiones pero realmente regaló mucho menos, a nivel de juego y de espectáculo, que otros participantes.

El único partido en el que estuvo a la altura de las expectativas fue el cuarto ante Portugal, pero así como abía pasado en le Mundial el equipo no tuvo un patrón de juego definido ni individualidades sobresalientes.

El déficit más grande, sin embargo, estuvo seguramente en defensa, con los dos centrales demasiado lentos y maquinosos para este nivel de excelencia.

Si España se mereció el título conseguido, también hay otros equipos que merecen ser mencionados en esta sede por algún aspecto de su participación al torneo.

El premio a la combactividad y al corazón, sin lugar a dudas, tiene que ser para Turquía, que le ganó al local Suiza en remontada, luego se recuperó en los 15 minutos finales de un 2 a 0 abajo ante República Checa para meterse en los cuartos, donde protagonizó otro final memorable al empatar en el minuto 120 un gol de Croacia anotado sesenta segundos antes, y luego imponerse en la definición por penales, un desenlace que quedará para siempre en la historia.

Inclusive, Turquía disputó una excelente semifinal ante Alemania a pesar de tener a 8 titulares afuera, entre lesiones y suspensiones, rindiéndose tan sólo en el minuto final al ya recordado gol de Lahm.

Con respecto al juego bonito y ofensivo, hay que nombrar a Holanda y Portugal, los dos equipos que, posiblemente, mostraron las cosas mejores en la primera fase. Lamentablemente para ambos, su sistema defensivo no estuvo a la altura del resto y les costó al eliminación cuando se llegó a la eliminación directa.

Algo similar pasó con Rusia, que en dos partidos, ante Suecia para superar la primera fase y en cuartos ante Holanda, mostró momentos de juego realmente bonito y algunas individualidades sumamente interesantes, para luego ser superada claramente en los segundos 45 minutos del partido de semifinales ante España.

Con respecto a las desilusiones, no hay duda de que el campeón de la edición anterior, Grecia, único equipo que no logró sumar ni siquiera un punto, con tres derrotas en la primera fase, fue la más grande.

Luego hay que nombrar a Francia, que llegaba con muchas ambiciones pero sufrió dos derrotas rotundas luego de haber igualado sin goles el primer match.

Italia, que llegaba como campeón del mundo, hizo menos de lo esperado al salir en cuartos de final, pero el resultado final, de alguna manera, permite evaluar mejor la tarea azzurra, puesto que fue el único equipo que logró mantener el arco invicto ante el campeón España y cedió paso tan sólo en la lotería de los penales.

El mismo Aragonés, luego de levantar la copa, indicó en el partido ante Italia el verdadero match clave del éxito español, mientras que Casillas identificó en ese encuentro como la verdadera final del torneo.

Con respecto a las individualidades, casi todo el equipo español, merece ser mencionado. Ya dijimos del arquero, Casillas, fundamental ante Italia y en el primer tiempo ante Rusia, del volante central Senna y de los delanteros, comenzando por Torres, autor del tanto que valió la Copa.

Pero también hay que nombrar a los defensores, comenzando por Puyol, de tarea impecable a lo largo de todo el torneo, y los volantes, verdadera alma de este equipo, comenzando por Xavi pero sin olvidarse Fabregas, Iniesta y Silva.

Afuera de España, el más interesante fue sin dudas el ruso Arshavin, quien en realidad jugó sólo tres partidos (no pudo estar en los dos primeros) y mostró destellos de un talento enorme.

Entre los alemanes, hay que nombrarlo a Podolski, quien además de ser otra vez puntual en zona gol, se sacrificó en una tarea de volante externo por el bien del equipo.

Una mención se merecen también el holandés Van Nistelrooy, siempre letal en los 18 metros, y el portugués Deco, el armador que cada técnico quisiera tener, por su enorme inteligencia táctica sumada a la gran calidad técnica.

Entre las desilusiones, en primer lugar hay que nombrarlo a Cristiano Ronaldo, quien llegó hasta aquí buscando la consagración pero acabó, una vez más, fallando totalmente en el momento decisivo. Obviamente, al ser aún muy joven tendrá tiempo para la revancha, pero si vino a buscar el Balón de Oro en esta competición, nos parece que fue superado claramente por Torres.

Otra desilusión muy grande fue Luca Toni, incapaz de anotar un sólo gol en cuatro partidos y uno de los principales responsables de la performance insuficiente de Italia, puesto que además el entrenador confió en él hasta el final y no lo sacó nunca.

También Michael Ballack se quedó en la promesa: si bien posiblemente fue el mejor de Alemania (luego del arquero Lehmann, por cierto) en la final, no logró ser desequilibrante y sumó el dudoso honor de haber perdido ambas definiciones continentales, la Champions con el Chelsea y esta con su Alemania.