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Michael Phelps para todos

BUENOS AIRES -- - Vamos, ¿qué es una centésima de segundo?
- La centésima parte de un segundo.
- Eso ya lo sé, pero lo que digo es que es nada, nada.
- Es nada para usted, que vive su vida pensando en horas, pero para un deportista olímpico es una eternidad.
- Bueno, tampoco exagere.
- No exagero. De hecho, una centésima permite que alguien gane una medalla y otro la pierda.
- A eso voy. Phelps, ayer, se llevó la medalla de oro, y el pobre Mirolad Cavic se quedó atrás, una centésima de segundo después.
- ¿Qué quiere que le diga? ¿Lo mismo que dijo el otro día la yudoka Daniela Krukower, que el deporte es así?
- Sí.
- Me niego. Insisto: todo es así. El deporte y el trabajo en la oficina.
- Pero una centésima es demasiado poco tiempo.
- ¿Pero es demasiado poco tiempo en relación a qué? Compárela con el valor de una centésima en el básquet, por ejemplo, no con el valor que tiene una centésima en su propia vida diaria.
- Es lo que estoy tratando de hacer.
- Pero es que no va a conseguirlo, no así, al menos.
- ¿Y entonces, qué debería hacer?
- Aceptar el valor de esa centésima por convención, estipular que esa milésima vale, y vale mucho. Y que conseguir una centésima menos cuesta mucho trabajo.
- Al que le costó trabajo ganar la carrera de ayer fue a Phelps
- ¿Trabajo? Bueno... sí, ¿pero por qué lo dice?
- Porque iba cuarto, y pareció que ganó definitivamente la carrera en la última brazada.
- Usted se quedó con esa imagen de Marc Spitz apoyando las manos sobre el borde de la pileta y girando la cabeza para mirar a sus adversarios. Pero Spitz corría en otra época, era el 72. Hoy los atletas olímpicos están muy preparados. Todos lo están. Cavic es tan inhumano como Phelps, pero Phelps es una milésima mejor.
- A eso voy: es poco.
- ¡Es muchísimo!
- ¿Pero por qué?
- Porque debería prestar atención en lo que hizo Phelps para ahorrar esa milésima de segundo. ¿O usted es tan inocente como para creer que se tiró a destiempo, que se distrajo, que no pudo ocupar el primer puesto desde la primera brazada?
- No lo sé.
- Yo sí: pudo, pero no quiso.
- ¿Cómo es eso?
- Se trata de ahorrar las propias energías, como hacen los corredores de fondo o los ciclistas. No dar le mejor de sí hasta que llegue el instante decisivo.
- Eso se llama avaricia.
- No, eso se llama adultez.
- ¿Adultez?
- Claro. Lo que diferencia a un adulto de un adolescente es la paciencia. ¿No está de acuerdo?
- Sí, puede ser.
- A eso súmele las prácticas, es decir, el conocimiento profundo de uno mismo, de lo que puede dar y en qué momento; el conocimiento de cómo puede uno reaccionar ante determinadas presiones. Eso se llama adultez.
- ¿Phelps ayer se comportó como un adulto?
- Como lo que es. Pero no sólo eso. Si yo fuera editor propiciaría que alguien escribiera un libro trasladando el método de entrenamiento y el modo que tiene Phelps de nadar al marketing.
- ¿Cómo?
- Claro, algo del estilo "Shakespeare aplicado a la empresa", o "Cómo ser un ganador con Maquiavelo". Lo llamaría "Phelps para todos". Vendería miles de ejemplares.
- No me parece mala idea.
- Pero con la idea no hacemos nada. Phelps, justamente, lo que hace es no pensar. Él mismo lo dijo, recuerde: "Comer, dormir y nadar".
- Así habla un campeón.
- Que hoy va por la octava medalla.
- ¿La conseguirá?
- No tengo dudas.

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