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Nadie es normal

BUENOS AIRES -Es una vergüenza.
-Seguro que exagera, pero dígame qué cosa lo indigna.
-Estos deportistas que se drogan para competir. -¿De quién habla?
-De María Isabel Moreno, que huyó de la villa Olímpica antes de que los resultados por consumo de EPO dieran positivos. Y del tirador norcoreano Kim Jong Su, cuyos análisis dieron que había consumido propanolol, un bloqueador que se usa para evitar el temblor de las manos. Y de Thi Ngan Thuong Do, a quien le encontraron furosemida, un diurético que se usa en pacientes que padecen insuficiencia cardíaca e hipertensión.
-¿Y entonces?
-¿No va a decirme ahora que está en contra de que se expulse a los competidores que se doparon, no?
-En absoluto, estoy de acuerdo en que se los expulse, si solamente se trata de eso.
-¿Qué quiere decir?
-Que estoy en contra de que se los crucifique, de que sean entregados a la vergüenza pública, como si hubieran hecho algo terrible.
-¡Es que es terrible!
-No me parece.
-¿No le parece terrible que un deportista se dope?
-La verdad que no. Tengo la impresión de que casi todos se dopan, sólo que algunos tienen menos suerte que otros. El moralismo maniqueo sobre el doping se puso de moda. Me refiero a ese que sostiene que existe un deporte limpio y uno sucio, uno natural y otro antinatural, buenos y malos. Y que transforma en discriminación moral las frágiles distancias que existen entre una droga que está permitida y otra que no lo está. Como si el doping no fuese una cuestión de convenciones establecidas artificialmente, como si el deporte fuese cosa de niños y hubiese que tender a que todo se juegue cándidamente.
-No entiendo.
-Las reglas sobre el doping son eso, reglas, como el offside o la pelota afuera. Si uno saca la pelota afuera el árbitro pega un silbato, pero no desencadena la vergüenza pública. Tampoco cuando se comete penal.
-¡Pero un atleta dopado juega en desventaja!
-No estoy tan seguro. En primer lugar, insisto, porque dudo que sus contrincantes no estén dopados también. Pero suponiendo que así fuera, que él único dopado fuera él... ¿Conoce a Charles Baudelaire?
-Me suena.
-Fue un poeta francés que vivió entre 1821 y 1867. Tradujo a Edgar Allan Poe y escribió algunas poesías memorables, muchas de las cuales puede encontrarlas en "Las flores del mal". Baudelaire consumía hachís...
-¡Salud!
-No estornudé, le decía que Baudelaire consumía hachís, una de las llamadas "drogas alucinógenas menores" que se extrae de una planta denominada Cannabis sativa. Baudelaire fumaba esa droga, Y era bohemio y provocador, por lo tanto la fumaba públicamente. En un ágape echó mano a su cigarrera, donde tenía varios de esos cigarrillos de hachís, y se puso a fumar uno. Uno de los presentes lo vio y le comentó a otro algo así como que Baudelaire era capaz de escribir tan bien gracias a que se la pasaba fumando esa porquería. Baudelaire lo oyó, y entonces se acercó a él ofreciéndole su cigarrera y le dijo: "Tome uno, fume, escriba como yo".
-¿Qué quiere decir con eso?
-Quiero decir que si usted es una nulidad como tirador puede tomarse todo el propanolol que existe en el planeta que no va a dar en el blanco cuando empuñe una pistola.
-Pero si consumiera propanolol estaría en ventaja en relación con mis contrincantes.
-Yo creo que sus contrincantes, si no tomaron propanolol, fueron más perspicaces y tomaron otra cosa que les impide también el temblor de manos. A lo sumo usted sería un imbécil por no haber tomado luego la droga adecuada capaz de "tapar" en los análisis los restos del propanolol. No sea ingenuo, por favor.
-¿De verdad me dice eso?
-Por favor, no sea ingenuo.
-¿Entonces, cuál es su sugerencia? ¿Qué debería hacerse con un atleta que ha ganado una medalla y luego se descubre que consumió alguna droga?
-Sáquenle la medalla y explíquenle con qué tiene que drogarse para que la próxima vez el Comité Olímpico no descubra que tomó algo. ¿La cultura no es acaso transmisión de saber? Bueno, que los que saben les enseñen.

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