Gustavo Goitía 16y

Sueño cumplido

BUENOS AIRES -- ¡A la gran final! Gozando, sufriendo y con mucha
emoción, Argentina definió por 3-2 la semifinal contra Rusia y avanzó
por tercera vez en la historia a la definición de la Copa Davis. Y
tendrá la primera posibilidad de buscar la ensaladera de plata en
casa, ante España, del 21 al 23 de noviembre.

Esta vez, el punto de la victoria lo aportó un pibe, Juan Martín del
Potro, a dos días de cumplir recién los 20 años. Con autoridad, aplomo
como el de un veterano y un tenis agresivo y punzante, derrotó a Igor
Andreev por 6-4, 6-2 y 6-1 para hacer delirar a 14.000 personas en el
Parque Roca y a varios millones en distintos puntos del país.

Fue un cierre soñado, pese a que se sufrió muchísimo en los tres días
de competencia. Porque el viernes habían ganado sus singles David
Nalbandian y Del Potro, el sábado perdió el dobles integrado por el
primero en compañía de Guillermo Cañas y luego se pasó del 2-0 al 2-2
con la derrota de Nalbandian frente a Nikolay Davydenko por 3-6, 6-3,
7-6 (7-2) y 6-0.

Por eso, fue muy duro para los fanáticos el golpe de la caída de
Nalbandian, el máximo ídolo albiceleste, quien en esta eliminatoria
perdió su doble invicto en la Davis como local, tanto en singles
(sumaba nueve triunfos) como en la prueba por parejas (acumulaba
siete). Y el desenlace tuvo mucha adrenalina, con un Del Potro tan
ganador como en los últimos tiempos en el circuito ATP y siendo el
héroe argentino.

Ni él, ni el capitán Alberto Mancini ni tantos colegas y simpatizantes
pudieron haber soñado, hace dos meses, con que esta semifinal la iba a
liquidar este flaco gigante, de 1,97 metro. El ahora Nº 13 del mundo
consiguió una hazaña de esas que quedan grabadas a fuego en los libros
y por eso Argentina pudo meterse en la final copera, como ya ocurrió
en 1981 y en el 2006.

EL DÍA HABÍA EMPEZADO MAL
Indudablemente, Nalbandian ilusionaba a todos con su récord en este
torneo, el más importante del mundo por equipos. Pero mordió el polvo
por primera vez en casa. Y eso que había arrancado muy bien. Le había
puesto calor a jornada muy fría, que en nada se pareció, justamente,
con el día del inicio de la primavera. Mostró su propuesta vistosa,
dúctil y variada, pero sólo en el primer set.

El argentino arrancó con esa autoridad que había sido su marca
registrada en la Copa Davis, aún más en casa. Salió decidido, resuelto
a tomar la iniciativa desde el vamos, a pegarle duro, a mover a
Davydenko y a no dejarlo ejecutar dos tiros iguales seguidos. Esa
táctica, con precisos drops incluidos para hacerlo ir forzado a la
red, fue determinante.

En un abrir y cerrar de ojos, gracias al quiebre en el cuarto game, el
Nº 7 del mundo se puso 4-1 frente al 6º del ránking ATP. Y lo cerró
por 6-3 en 40 minutos. Un dato estadístico fue el fiel reflejo de lo
que pasó en ese arranque: Nalbandian superó por 11-6 al ruso en el
rubro de los winners, los tiros ganadores que marcaron la supremacía
del anfitrión, arriesgando y llevando la manija. Y sonaron fuerte los
bombos de algunos hinchas, mientras se agitaban más de 50 banderas
celestes y blancas.

Pero, desde el segundo set, ya todo fue diferente. Puso primera con el
mismo libreto de la apertura y le rompió el servicio a Davydenko. Un
1-0 que Nalbandian no pudo reconfirmar al adelantarse 40-0 en el
segundo game. Empezó a cometer errores hasta allí inexistentes y cedió
por primera vez su saque. Fue el click, la bisagra que significó un
antes y un después. Pasó de un muy probable 2-0 a quedar 1-2.

Cambiaron los semblantes y la sensación ya era otra. Porque David
dependía de muy buenos tiros, intermitentes, y porque el europeo ya
había alcanzado una solidez más lógica con su nivel standard y no con
lo realizado ante Del Potro y en el primer set de este partido. Es
más: en el cuarto juego, Nalbandian perdió su saque y el 1-3 puso
serios a todos.

La inestabilidad predominó en ese período, siendo el dueño de casa el
que cometió errores y no soportó los rápidos y bajos contragolpes del
ruso. Ya muchos se empezaban a plantear si Nalbandian podría responder
físicamente bien, después del extenso y dramático dobles, cuando el
interrogante que traía él era precisamente ese, el de la resistencia
de su cuerpo luego de lesiones que le quitaron continuidad en el
circuito.

El local perdió 6-3 ese set y los fantasmas sobrevolaron el Parque
Roca, porque el local daba señales de cansancio y estaba más estático,
sin la movilidad del primer parcial. Eso contribuyó para no llegar
cómodo a tiros bajos y abiertos y, mientras él no podía mover a su
adversario, era Davydenko el que jugaba cómodo y marcaba el ritmo.

Pareció que el anfitrión sintió el impacto anímico y cedió su servicio
en el quinto game del tercer capítulo. Enseguida, el ruso mantuvo y
sacó una ventaja de 4-2 que fue realmente preocupante para Nalbandian,
quien quería mantener su invicto de local en la Davis. Además, llegaba
con récord personal de 5-3 contra Davydenko, con el agregado de estar
3-2 sobre canchas lentas y 2-0 en la Davis.

El ruso dejó escapar una ventaja de 5-4 y su saque, acusando la
presión del público. Ahí Nalbandian empató y respiró aliviado. Al
instante, otra vez sufrió, estuvo malherido, levantó seis chances de
quiebre, con dos "ayudas" increíbles de la red, para evitar el 5-6 y
ponerse 6-5. Hasta que desembocaron en el tie-break, nunca mejor
llamado la muerte súbita, que el argentino perdió 7-2.

Más que nunca, Davydenko no sólo contraatacó, sino que agredió con
tiros veloces y lo llevó al local a su peor escenario, el de correr de
atrás, sin la iniciativa y en especial sin pimienta en sus disparos.
El dominio, casi propiedad absoluta del ruso, lo llevó a una situación
especial para ambos. Fue 6-0 el cuarto parcial, tan lapidario y letal
como el 2-2 con el que había quedado la serie. En total, David jugó,
entre viernes, sábado y domingo, nueve horas y media.

Y TERMINÓ BÁRBARO
Con Nalbandian en la cancha, Argentina nunca perdió de local. De
hecho, con él como abanderado, se impuso en las ocho últimas
eliminatorias. Además, ahora acumula 13 victorias consecutivas en
casa, con 10 años sin derrotas, desde la caída ante Eslovaquia en
1998. Y esta fue la segunda ocasión, en este período, en definir 3-2
en Buenos Aires, como en el triunfo sobre Croacia en el 2002, por los
cuartos de final.

En esta oportunidad, entonces, el hombre de la película no fue David,
sino que le pasó la posta a Del Potro. Con una alta dosis de confianza
a cuestas, habiendo ganado 24 de sus últimos 25 encuentros, el
tandilense salió a pegarle duro a la pelota, con mucha inteligencia y
una gran lectura del rival. Rompió con esa consistencia que suele
derrochar Andreev (19º) en polvo de ladrillo. Y vaya si lo consiguió.

El primer aviso llegó en el comienzo mismo de ese memorable quinto
punto: le quebró el servicio al ruso en el primer game. Esa pequeña
luz de ventaja supo mantenerla, casi siempre con comodidad. Porque,
además de su gran revés de dos manos, utilizó su mix de saque y
derecha para insistir y martillar sobre ambos lados, moviendo y
creando dudas en su adversario. Y arriesgó cuando tuvo margen, no
arriesgó de manera innecesaria.

Se quedó con el primer set por 6-4 y ya el público recuperó la fe,
mirando a una final que parecía poder alejarse del alcance de la mano.
Es que ver perder a Nalbandian no es algo habitual en la Davis y, como
si fuera poco, Del Potro debía tomar la batuta en un encuentro a todo
o nada, a cara o cruz.

Y demostró que tiene pasta de campeón, que no por casualidad venía de
ganar cuatro torneos consecutivos, con un invicto de 23 partidos y
llegando a cuartos en el US Open. Al joven, que agradeció mucho el
aliento y los consejos de Nalbandian, no le tembló el pulso. Por el
contrario, con la salida de a ratos del sol, se iluminó y otra vez, en
poco menos de una hora, se aseguró el segundo capítulo.

Fue un 6-2, con breaks en el quinto y séptimo juegos, que representó
mucho para ambos protagonistas. Porque terminó de creérsela, en el
buen sentido, un Del Potro con punch y porque ya Andreev entendió que
la historia se presentaba demasiado cuesta arriba, frente a un rival
confiado, suelto y muy batallador.

Si algo más hacía falta para aumentar la diferencia, Del Potro le
rompió el servicio al europeo del Este en el primer game del tercer
set. Ya los bombos y los gritos eran permanentes, con la gente
saltando y bailando, al ritmo de un pequeño de todavía 19 años, con
cuerpo y alma de gigante. Y en un suspiro se adelantó 4-0.

En un breve lapso, lo definió 6-1 y fue todo llanto, emoción y abrazos.
Para guardar en el mejor rincón de
los recuerdos. No sólo de Del Potro, de sus familiares y amigos,
también de tanta gente que había sufrido horrores. Así, Argentina
volvió a ganar una serie en la que se había adelantado 2-0, como pasó
en toda su historia copera. Otro motivo para festejar de lo lindo. Y
ahora, como si fuera poco, se viene la España de Rafael Nadal.

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