William Dettloff 15y

Profeta en dos tierras

Si lo hubieran presenciado en persona, quizás ustedes también habrían creído que Carlos Hernández nació y se crió en El Salvador, ese pequeño país centroamericano habitado desparejamente por almas errantes desesperanzadas y pandilleros deportados de Los Ángeles.

Hernández lloró durante las entrevistas posteriores a la pelea en la que derrotó a David Santos por el título súper pluma de la FIB en Las Vegas allá por el 2003 y le agradeció a todos sus fanáticos en El Salvador, que era el lugar en el cual estaba su corazón, claramente.

Hernández no nació en El Salvador. Nació en California. Sus padres ni siquiera se conocieron en El Salvador, sino después de emigrar a Estados Unidos y asentarse en California. Pero durante el combate de Hernández con Santos, el entonces presidente salvadoreño Francisco Flores lo alentó desde el ringside junto a varias docenas de salvadoreños agitando banderas, todos llegados desde Los Ángeles.

Hay un estadio de 10.000 asientos que lleva el nombre de Hernández en San Salvador, la capital de su país, y a pesar de que no le gusta que usen el término "celebridad" para describir su situación ("celebridad es Brad Pitt", dice), la palabra se ajusta muy bien. "Cuando voy para allá pareciera que todos son mis parientes", le dijo Hernández a ESPN.com con una sonrisa. "Todos me dicen 'yo soy tu primo' o 'yo soy tu tío'. Y no lo son".

Carlos El Famoso Hernández

AP Photo

Hernández ha enfrentado a grandes boxeadores en su exitosa carrera, incluyendo a Erik Morales

Eso es lo que Hernández recibe por ser el primero y hasta ahora el único campeón de boxeo de ascendencia salvadoreña. No importa que no lograra un título indiscutido o que hiciera solamente una defensa (ante Steve Forbes) antes de perder su faja ante el campeón mexicano Erik Morales en Las Vegas en 2004.

Tampoco importa que se haya quedado corto en sus otras peleas grandes, como las que tuvo con Genaro Hernández en 1997, Floyd Mayweather en 2001 y Jesús Chávez en 2005. En una victoria reciente ante Héctor Alatorre luego de dos años de inactividad, Hernández, que tiene actualmente 37 años de edad, no lució muy bien. No importa. Sigue siendo miembro de la realeza en la tierra de sus ancestros.

El Salvador ha tenido muchas tragedias, desde una brutal guerra civil que duró hasta entrada la década del '80, hasta terremotos y deslizamientos de tierra frecuentes, pasando por una de las tasas de homicidios más altas del mundo. Es ante ese escenario que Hernández, modesto en habilidad y temperamento, pero dotado con el corazón de un auténtico guerrero, emergió como héroe.

"(Cuando gané el título) lloré durante las entrevistas porque estaba muy emocionado; lo hice por toda esa gente (en El Salvador)", dijo Hernández. "Son gente pobre que no tienen héroes. Llevarles esperanza y felicidad fue muy especial para mí y para mi familia".

El estatus de Hernández aquí es, en escala menor, comparable al de Manny Pacquiao en las Filipinas. Hernández dice que cuando combatió en El Salvador (ante Roberto Ávila en 1998 y Juan Ángel Macías tres años más tarde) no hubo crímenes en la ciudad capital porque todos estaban mirando la pelea. Eso es bastante impresionante cuando consideramos que El Salvador tiene la tasa de homicidios más alta de cualquier país en Centroamérica y una de las más altas entre todos los países de Latinoamérica.

(Cuando gané el título) lloré durante las entrevistas porque estaba muy emocionado; lo hice por toda esa gente (en El Salvador). Son gente pobre que no tienen héroes. Llevarles esperanza y felicidad fue muy especial para mí y para mi familia.

--Carlos Hernández, sobre la importancia de ser el primer campeón mundial salvadoreño


Pero a pesar de que creció en los Estados Unidos, Hernández conoce bien a su tierra porque pasó muchas de sus vacaciones de verano en El Salvador bajo el cuidado de su abuela y su bisabuela. El lugar en el que se originó su familia siempre ha formado parte de su vida. De hecho, Hernández regresa allí entre tres y cuatro veces por año.

Sus padres llegaron a los Estados Unidos, según Hernández, para buscar una mejor vida. Los describe como "típicas personas de clase media-baja que trabajaban mucho, pero que eran muy pobres". Dice que su padre no tuvo zapatos hasta que cumplió 14 años. Sus padres encontraron la vida que siempre buscaron (además de encontrarse a sí mismos) en los Estados Unidos, pero El Salvador siempre fue su patria.

"Le doy gracias a Dios por ser de El Salvador", dijo. "Cuando gané (el título) supe que la celebración que tuvimos fue para los millones de personas que me estaban mirando. Siento como si hubiese nacido allí. Siempre me pone triste cuando me voy. Los Estados Unidos son mi casa, pero siempre siento que dejo un pedazo mío cuando me voy de El Salvador".

Fue durante uno de esos ya lejanos veranos salvadoreños que el abuelo de Hernández le puso el sobrenombre que todavía usa hoy: "El Famoso".

"Siempre me metía en peleas", dijo Hernández. "Mi padre siempre venía desde los Estados Unidos y traía juguetes para todos los chicos del barrio y yo se los quitaba y me metía a pelear. (Los niños del barrio) iban a quejarse con mi abuelo y le decían 'Junior me pegó' y mi abuelo me decía 'Famoso'. Decía: 'Este niño es famoso'".

Eso fue antes del rápido ascenso de la actividad de las pandillas y la violencia que ha plagado la capital en años recientes y que ha transformado a San Salvador en una de las ciudades más peligrosas del hemisferio occidental y a El Salvador en un país más peligroso que Colombia, según las estadísticas de crímenes violentos.

Los expertos estiman que hay 20.000 miembros de pandillas en El Salvador, la mayoría de ellos hijos de salvadoreños que se escaparon de la guerra civil migrando a los Estados Unidos. Crecieron en vecindarios pobres de los suburbios, mayormente en el estado de California, se metieron en problemas por su actividad en las pandillas y fueron deportados de regreso a El Salvador en grandes números durante la década de 1990. La mayor parte de ellos son miembros de la MS-13, la reconocida pandilla formada en Los Ángeles en la década de 1980. La seriedad de esa situación no pasa desapercibida para uno de los hijos predilectos de ese país.

"Hay un gran problema, un problema muy grande aquí", dijo Hernández. "Yo crecí en Los Ángeles. Por eso, cuando voy a la capital siento como si estuviese en Los Ángeles. Yo sé que esto fue hecho en Los Ángeles y luego fue traído a El Salvador. Es algo que hay que solucionar. Es una epidemia".

Es desafortunado e inevitable que ni siquiera un regreso exitoso por parte de El Famoso vaya a curar los problemas de El Salvador. Pero si puede continuar peleando y dándole a su gente un héroe al cual alentar, seguramente ayudará en algo.

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