William Dettloff 15y

En honor a la retrospectiva

Panamá Al Brown tenía 48 años de edad cuando falleció de tuberculosis en la ciudad de Nueva York en 1951 ... sin un sólo dólar a su nombre. Lo enterraron en una pequeña tumba en Harlem. Posteriormente, alguien que sabía lo grande que fue, logró recaudar dinero, rescatar sus huesos y enviarlos a Panamá para recibir su sepultura final.

De haber sido cualquier otro boxeador, este final no habría sorprendido a nadie. Después de todo, si hay algo que se podía esperar de los ex boxeadores es que terminaran en la bancarrota, y no un poco, sino completamente en la bancarrota, teniendo que vender sus ropas para sobrevivir y contando con la caridad de los nostálgicos y todos aquellos que recordaban sus cada vez más lejanos días de gloria.

La mayoría de los viejos boxeadores de la generación de Brown, y de muchas otras generaciones anteriores y posteriores, terminaron de la misma manera. No importaba si eran reyes, como lo había sido Brown, o peleadores del montón con orejas de coliflor, los auténticos mendigos del deporte.

Panamá Al Brown

AP

Su altura lo puso por encima de sus oponentes en el peso gallo

No había manera de adivinar que todo terminaría de ese modo para Brown. No solamente porque fuera el mejor peso gallo en el mundo durante casi una década o porque fuera el primer campeón mundial de boxeo de origen hispano. No había manera de predecirlo porque éste delineó su carrera en dirección opuesta a lo que cualquier otro púgil de su época (o de cualquier otra época) hubiera hecho.

Podríamos empezar con su físico. Brown, la definición viviente de la expresión "monstruo huesudo" cuando todavía faltaban 50 años para que aparecieran los súper estirados físicos de Thomas Hearns y Mark Breland, agregó un nuevo espécimen antropológico al museo de rarezas del pugilismo.

Flaco como un palo, 5'11", 118 libras y con un alcance de 76 pulgadas (el campeón de peso pesado Rocky Marciano tenía un alcance de apenas 67 pulgadas, en comparación), Brown era muchísimo más alto que la mayoría de sus oponentes, una maravilla física que raramente producía una simetría perfecta en el cuadrilátero.

Sin dudas, cuando estaba en lo mejor de su carrera a fines de la década de 1930, el London Times lo describió como "un peso gallo de 71 pulgadas de altura, pero milagrosamente proporcionado por algún milagro de la física".

Alphonse Teófilo Brown nació en Panamá en 1902. Su primer contacto con el boxeo se produjo cuando era un joven adulto trabajando para la United States Shipping Board en la zona del Canal de Panamá. Probablemente vio a algunos soldados estadounidenses boxeando, quizás si los hubiese visto jugando al básquetbol su destino hubiese sido otro. Pronto los estaría imitando.

Brown se hizo profesional en 1922 bajo la batuta del manejador Dave Lumiansky y rápidamente desarrolló una reputación cuando se mudó a Nueva York en 1923. Su salto fue grande: un año después de su arribo, la revista The Ring lo tenía clasificado como el tercer mejor peso mosca del mundo. Dos años más tarde ya estaba sexto en la lista entre los pesos gallo.

No fue hasta junio de 1929 que Brown se adjudicó el título mundial vacante de peso gallo con una clara victoria en Nueva York ante Vidal Gregorio frente a 15.000 fanáticos. Pero su futuro ya había sido forjado, más o menos, dos años antes, cuando pasó un año completo en París, Francia, y se enamoró de esa ciudad y Europa en general, tanto así que volvió a boxear en ese continente unas 40 veces entre 1929 y 1934.

En las calles, en los cafés, en las veredas, nadie hablaba de otra cosa que no fuera la pelea entre Sangchilli y Brown. Los autobuses estaban totalmente cubiertos con afiches de la pelea. Los vendedores de boletos de lotería, los floristas y los mendigos andaban por ahí rogando conseguir un boleto.

--El escritor de boxeo, el francés Georges Peeters, sobre el anticipo para el duelo titular de Panamá Al Brown vs. Balthasar Sangchili.

En su libro titulado Monstres Sacres du Ring, el notable periodista de boxeo, el francés Georges Peeters, describió la atmósfera que envolvía a la ciudad española de Valencia en mayo de 1935 en las semanas previas a la derrota de Brown ante el español Baltasar Sangchilli por el título mundial.

"En las calles, en los cafés, en las veredas, nadie hablaba de otra cosa que no fuera la pelea entre Sangchilli y Brown. Los autobuses estaban totalmente cubiertos con afiches de la pelea. Los vendedores de boletos de lotería, los floristas y los mendigos andaban por ahí rogando conseguir un boleto", apuntó.

Brown estaba hecho para Europa y París en particular. Con su conocimiento de siete idiomas y de los clásicos de la literatura, y mucho más cosmopolita que el peleador promedio, Brown fue adorado por los franceses. Les encantaba su régimen de entrenamiento poco ortodoxo, que incluía 10 cigarrillos por día, champaña y vino en la cena y fiestas frecuentes que duraban hasta el amanecer.

Más aún, y a diferencia de los fanáticos americanos, los franceses no discriminaban a los boxeadores más pequeños. Los pesos pesados dominaban el deporte en América, pero los fanáticos europeos apreciaban más a los boxeadores más chicos y habilidosos. Brown era eso mismo.

MÁS ALLÁ DEL BOXEO
Había otra faceta de la personalidad de Brown que hacía que la vida en Europa le fuera más amena: se creía que era homosexual y que tuvo una larga relación romántica con el reconocido poeta y artista francés Jean Cocteau. (De hecho, Cocteau, quien no tenía experiencia alguna en el mundo del boxeo, se transformó en el manejador de Brown tras su derrota ante Sanchilli y se lo reconoce por haber llevado al boxeador a encarar un modesto retorno a la cima).

"(Brown) era homosexual en una época en la cual esas cosas ni siquiera se susurraban en la sociedad, menos en el ambiente del boxeo", dijo el gran historiador británico del boxeo Harry Mullan en su Gran Enciclopedia del Boxeo.

En referencia a los escasamente respetados organismos regidores del boxeo en Estados Unidos que le quitaron el título a Brown, Mullan continúa diciendo que "la conservadora sociedad americana representada por la NBA (N. del T.: National Boxing Association, luego transformada en la actual AMB) se alegró de finalmente encontrar una razón para quitarle el título y en este caso fue su incapacidad de defenderlo ante Baby Casanova".

Aún así, Brown, quien terminó su carrera con una impresionante marca de 123-18-10 (con 55 nocauts), fue campeón mundial reconocido ampliamente durante seis años y en ese período realizó 11 defensas ante los mejores pesos gallos y pluma de su época.

LA ÚLTIMA GRAN NOCHE
Su victoria en la revancha ante Sanchilli en 1938 en París fue su última gran noche en el boxeo, y complaciendo los deseos de Cocteau, Brown prometió retirarse luego de una pelea más, que fue ante Valentine Anglemann en París (Brown lo noqueó en ocho asaltos). Muchos miembros de la prensa parisina rogaban que Brown continuara. Otros sabían que todo había terminado.

"Al Brown peleó con una vitalidad casi insólita", escribió G. London en Le Journal. "Fue una pelea que pudo haber tenido un final triste porque fue anunciada como 'El Entierro del Púgil'. Al Brown, al igual que el fénix que se eleva desde sus propias cenizas, experimentó una corta reedición de su gloria. Corta, pero clara".

Eso fue en 1939, mientras se avecinaba la Segunda Guerra Mundial. Brown se mudó a Estados Unidos, se asentó en Harlem e intentó conseguir trabajo en los cabarets, tal como lo hacía en París cuando no combatía. No lo encontró, y tras un corto tiempo estaba combatiendo nuevamente, pero no muy bien. No como lo hiciera en sus años mozos en la Ciudad Luz.

Brown combatió por última vez en 1942. No mucho después de eso fue arrestado por usar cocaína y deportado por un año. Regresó a Nueva York más tarde y, a fines de sus 40 años, trabajaba como sparring para boxeadores jóvenes en Harlem, ganando un dólar por asalto. Recibió muchas palizas innecesarias.

Peeters, el periodista francés de boxeo, se encontró con Brown en Nueva York 13 meses antes del deceso del púgil. "¡Qué lejos en el tiempo ha quedado todo eso!", dijo Brown, recordando sus glorias pasadas en París. "Ahora soy un viejo, tengo casi 48 años. ¡Oh, si tan sólo pudiera regresar a París para ver a mis amigos! La vida me ha resultado dura aquí".

Trece meses más tarde, Brown se desmayaba en la calle 42 de Nueva York. El policía que lo atendió creyó que estaba borracho y lo llevó a la comisaría. Eventualmente, fue transferido al Sea View Hospital. Falleció el 11 de abril, sin saber que un tiempo antes uno de los periódicos parisinos había empezado a organizar una colecta para pagarle un viaje a su hogar.

Cuarenta y un años más tarde, Brown fue exaltado al Salón Internacional de la Fama del Boxeo. No será París, pero es el lugar en el que debe estar.

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