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Fuerza competitiva

La boricua Gigi Fernández (izq) ganó dos medallas olímpicas junto a Mary Joe Fernández Bob Thomas/Getty Images

Son dos horas de vuelo desde el hogar actual de Gigi Fernández en Orlando hacia su país de origen, Puerto Rico. Se trata de un vuelo que ha estado tomando con frecuencia.

Más de una década después de retirarse del tenis profesional, Fernández se lanza a una nueva aventura: Weight Design, un centro de salud con spa y gimnasio en Puerto Rico. Fernández, quien tiene 44 años, encara su nueva aventura empresarial con todas las energías y con un alto nivel de exigencia. Tras salir de la Universidad de Clemson después de un año de jugar tenis profesional en 1983, Fernández ganó una beca para especializarse en psicología en la Universidad del Sur de Florida en 2003 y actualmente cursa estudios de Maestría en Rollins College.

"No soy la persona más inteligente de la clase, pero soy la más competitiva", dijo Fernández, justo antes de arrancar con su hora diaria de bicicleta. "Siempre convierto todo lo que hago en una competencia. Hace poco estábamos haciendo un trabajo para una de las asignaturas en el que teníamos que jugar online como equipo y yo fui líder. Tenía que ganar. Nunca he encontrado una situación en donde competir haya sido perjudicial".

De hecho, la competencia ha marcado mucho la vida de Fernández. Durante 15 años de carrera, Fernández ha ganado 17 Grand Slam en dobles (14 jugando con Natasha Zvereva). En singles, Fernández llegó a posicionarse en el puesto 17 del ránking mundial y además ha llegado a las semifinales de Wimbledon y a los cuartos de finales del U.S. Open. Asimismo, es dueña de un par de medallas Olímpicas en dobles: una en Barcelona, en 1992, y otra en Atlanta, en 1996, cuando jugó junto a la actual analista de ESPN y CBS, Mary Joe Fernández. Las dos medallas están delante y en el centro del escritorio de Gigi, junto con la patente de un automóvil que lee DBL GLD.

Es la jugadora de tenis más exitosa de Puerto Rico y por sus logros Fernández fue nombrada Atleta Femenina del Siglo en Puerto Rico en 1999.

"Ganar la medalla olímpica por primera vez fue algo muy especia", dijo Fernández. "Estábamos en Barcelona, enfrentado al equipo español, conformado por Conchita Martínez y Arantxa Sánchez Vicario. Miles de fanáticos gritaban enardecidos. Habíamos jugado un set cuando llegaron los Reyes de España. Después de eso perdimos seis games seguidos, pero pudimos ganar el partido".

Fernández disfruta de la competencia, lo cual no siempre ha sido el caso. Cuando todavía era una adolescente e incluso en los primeros años de su carrera como profesional, era una persona con un carácter fuerte y poco disciplinada, propensa a no seguir una conducta en cuanto a la dieta, el entrenamiento y la competencia. Muy temprano en su carrera, jugadoras como Martina Navratilova y Pam Shriver se sorprendieron con sus cualidades. Sin embargo, aprovechar esas habilidades, como los potentes voleos o su competitividad dentro de la cancha, eran cuestiones aparte.

Después apareció Julie Anthony, una ex tenista profesional con un doctorado en psicología que hizo reaccionar a Fernández y hacerla ver que era lo que podía llegar a conseguir. "Fue quien hizo que alcanzara el siguiente nivel de juego", dijo Fernández. "Si no hubiese sido por ella, no hubiese logrado todo esto".

La dupla con Zvereva hizo que Fernández volara aún más alto. Las dos hacían un dúo imparable, eran muy ágiles cerca de la red, diestras al recibir los saques y en momentos cruciales eran capaces de elevar su nivel de juego. Además, sumaban emoción, que en cierta medida era originada por la frustración de ambas jugadoras cuando jugaban singles. Realmente, la dupla Fernández-Zvereva era un caso en el que uno más uno era igual a tres.

En estos días, Fernández juega muy poco al tenis. A veces se une con la ex profesional Kathy Rinaldi para hacer clínicas o eventos. Pero desde que se retiró también ha entrenado al equipo puertorriqueño para la Fed Cup, a jugadoras como Lisa Raymond y Samantha Stosur y al equipo femenino de la Universidad del Sur de Florida. "Ya no quiero pasar tres horas al día en la cancha", dijo Fernández. "Jugaría más en Orlando si contara con alguien para hacerlo. No me interesa jugar con alguien que hoy está jugando profesionalmente y tampoco con alguien que hace poco empezó y que se pasaría todo el partido lanzando las pelotas fuera de la cancha".

En lugar de eso, en estos días Fernández se levanta a las cinco de la mañana y se dedica a sus estudios y a su nueva aventura empresarial.

"Estoy dando vueltas como un pollo al que le han cortado la cabeza. Extraño los días en los que me levantaba tranquila en la mañana, sin nada que hacer ... pensando que era estresante tener que jugar un partido a la noche. Pero por otro lado, no extraño el hecho de tener que entrenar tanto hasta sentir que ya no tienes más aire. Y mucho menos extraño tener que viajar constantemente. Tengo 11 sobrinos y sobrinas, de modo que ahora quiero recuperar el tiempo perdido con mi familia", concluyó.