Sin dudas, el argentino Miguel Díaz es uno de esos casos representativos de aquellos latinoamericanos que llegaron a los Estados Unidos en busca del Sueño Americano y que, afortunadamente, en base a sacrificio y talento propio han demostrado que, en efecto, no es un cuento de las películas de Hollywood. SU CARRERA | Campeones mundiales como entrenador: Stevie Johnston, CMB, peso ligero Pedro Décima, AMB, peso supergallo César Bazán, CMB, peso ligero Johnny Tapia, FIB, peso minimosca Yory Boy Campas, FIB, peso mediano Jr. Diego Chico Corrales, FIB, peso ligero Jr. Roger Mayweather, CMB, peso superligero César Soto, CMB, peso pluma David Griman, AMB, peso mosca Bobby Berna, FIB, jr. peso pluma Fred Norwood, AMB, peso pluma Campeones mundiales como cura-heridas: Tony Tubbs, AMB, peso pesado Floyd Mayweather Jr., CMB, peso superpluma Erik Morales, CMB, peso supergallo Iran Barkley, FIB, super peso mediano James Toney, FIB, peso mediano Mike McCallum, CMB, peso semipesado Clarence Bones Adams, AMB, peso supergallo Antonio Díaz, AIB, peso superligero Joichiro Tatsuyoshi, CMB, peso gallo Eloy Rojas, AMB, peso pluma Eric Morel, AMB, peso mosca Irene Pacheco, FIB, peso mosca Hasim Rahman, CMB, AMB, FIB, peso pesado William Joppy, AMB, peso mediano Christy Martin, campeona femenino Jorge Travieso Arce, CMB, peso mosca José Luis Castillo, CMB, peso ligero Miguel Barrera, FIB, peso minimosca Carlos Hernández, FIB, jr. peso ligero Daniel Reyes, FIS peso minimosca Israel Vázquez, CMB, peso supergallo Oscar Larios, CMB, peso supergallo Ricardo Torres, OMB, peso superligero Iván Calderón, OMB, peso mínimo Miguel Cotto, OMB, peso welter Jr., AMB, peso welter Steve Forbes, FIB, jr. peso ligero Omar Niño, FIB, peso minimosca Martín Castillo, AMB, peso supermosca Ulises Solís, FIB, peso mosca Jr. Sultan Ibragimov, OMB, peso pesado Joshua Clottey, peso welter FIB, Kelly Pavlik, peso mediano CMB, OMB |
Reconocido como uno de los mejores entrenadores y cura-heridas de los Estados Unidos, en esta charla exclusiva con ESPNdeportes.com, Díaz nos cuenta su historia.
Hace ya 43 años que Miguel dejó su Buenos Aires querido para establecerse en Los Ángeles. Y a esas alturas ya era un hombre de boxeo. "En mi caso, el boxeo es un legado familiar. Mi padre fue boxeador, campeón argentino y sudamericano en 1924. Incluso, hasta estuvo a punto de ir a los Juegos Olímpicos de ese año, pero justo coincidió con su boda. Él tuvo algunos gimnasios en los suburbios de Buenos Aires", recuerda. "Yo por aquel entonces comencé a practicar boxeo en el club Estrella de Saavedra. Y aunque en realidad mi padre no quería que fuese boxeador, terminé haciendo 27 peleas como aficionado. Luego, cuando la cosa se puso seria, mi papá me dijo: 'Esto se acabó', y yo empecé a jugar al fútbol en Platense, donde llegué hasta la cuarta división", continúa.
Finalmente, llegaría el momento de tomar una de las decisiones más importantes en la vida de este entrenador. "En 1965 decidí irme a los Estados Unidos a probar suerte. En ese momento, a mi cuñado le estaba yendo muy bien allá, así que me decidí. Los primeros tres meses fueron tan duros para mí que le mandé una carta a mi esposa diciéndole que me volvía. Ella me respondió que eso era imposible, que ya había vendido todos los muebles. Pero en realidad no los había vendido, lo que pasaba era que ella quería venirse a Estados Unidos", nos cuenta con una sonrisa. Por fin, llegó el momento de comenzar a ser protagonista en la Meca del boxeo. "Estuve siete años en Los Ángeles, hasta que tras un terremoto muy grande mi señora se asustó muchísimo y decidimos mudarnos a Las Vegas. Para ese entonces, ya había estado trabajando en un canal de TV, Univisión, que recién comenzaba. Comencé como vendedor, pero al poco tiempo me enteré de que buscaban un comentarista de boxeo para las trasmisiones de los miércoles desde la Arena México y me ofrecí", revela.
"Yo ya iba al Olimpic Auditorium todos los jueves a ver boxeo. Entonces al principio se negaron porque yo no era locutor profesional. Pero finalmente me aceptaron. Y lo hice por un año, hasta que por problemas políticos con el canal decidí volver al rubro gastronómico, que era lo que había hecho durante mis primeros años en los Estados Unidos. Fui lavacopas, ayudante de los camareros y terminé como maitre en un restaurant de Beverly Hills. Aquellos años hice un gran sacrificio", afirma. "Comencé a entrenar a boxeadores casi por accidente en Las Vegas, pero ya en Los Ángeles me habían ofrecido trabajar con un mexicano, el Gato González, que después le ganó el título mundial a Jackie Mac Coy. El asunto es que estando en Las Vegas conocí a un muchacho mexicano llamado Jesús Meza. Por sus movimientos me di cuenta en seguida de que era boxeador y me ofrecí a entrenarlo en el gimnasio de Johnnie Tocco, que era el único en Las Vegas por ese entonces. Jesús fue mi primer pupilo", cuenta. "Por ese entonces también tuve a otros, como por ejemplo Rocky Mosley, con quien le ganamos a un pupilo de Eddie Futch. Con el tiempo, Eddie Futch me pidió que atendiera a Freddy Roach y durante esa etapa sacamos lo mejor de Roach, que ahora incluso tiene mucho de la forma de entrenar que yo le enseñé. Y, como sabemos, Roach es actualmente uno de los entrenadores más reconocidos del mundo", agrega.
En mi caso, el boxeo es un legado familiar. Mi padre fue boxeador, campeón argentino y sudamericano en 1924. El tuvo algunos gimnasios en los suburbios de Buenos Aires.--Miguel Díaz
Pero, claro, no todo eran rosas en el camino de Miguel Díaz rumbo al reconocimiento.
"Yo bailaba siempre con las más fea, por ser argentino, que no hablaba bien inglés. No tenía el vocabulario de boxeo del boxeador de color, no era mexicano ni puertorriqueño. Entonces, tenía que entrenar boxeadores que casi nadie quería. Nunca uno de primera línea. Aún así, mis boxeadores siempre daban buenas peleas", recuerda. Tenían el hambre necesario y yo los llevaba de acá para allá. Era el entrenador, el papá, el abogado, era todo para ellos", agrega. Paralelamente a su rol como entrenador, Miguel fue poco a poco desarrollando otro oficio dentro del boxeo: el de cura-heridas, con el que años más tarde se ganaría el respeto unánime. "Yo ya había trabajado como cura-heridas y vendador de Tony Tubbs, Roberto Durán y Bobby Verna. Todo nació en una pelea de Joe Lasisi ante Virgil Hill. Los que más me enseñaron fueron Beto Martínez y un gran cura-heridas como Eddie Allano, que estaba el rincón de todos los grandes. Pero, en realidad, mi función de cura-heridas es algo más reciente en mi carrera", cuenta. "Ser cura-heridas conlleva mucha responsabilidad. Porque un boxeador puede perder una pelea si no sabes cómo parar la herida. Porque la para el árbitro o porque la herida le molesta al boxeador. Los secretos son tener los coagulantes frescos, mantener la tranquilidad y tener repentización", explica. "El boxeo está en un momento en que muchos promotores y manejadores son improvisados. Lo mismo ocurre con algunos entrenadores. Lo grave es que de esa forma están jugando con la vida del boxeador. El boxeador hace a un buen entrenador. Por eso me premiaron como el mejor entrenador del año 1999, porque tenía a Stevie Johnston, Diego Corrales, Yori Boy Campas, William Joppy y Eric Morel", cuenta. Díaz también trabajó con Johnny Tapia, David Grimán, Freddie Norwood, Sultan Ibragimov, Irene Pacheco, José Luis Castillo, Iván Calderón y Josuah Clottey, entre tantos otros. Y ahora, justo cuando acaba de ser confirmado su ingreso al Salón de la Fama Mundial de Boxeo de California en noviembre próximo, Miguel se dará el gusto de ser el cura-heridas de Manny Pacquiao cuando éste enfrente a Oscar De La Hoya el próximo 6 de diciembre. "Por supuesto que Pacquiao le ganará a Oscar. De la Hoya viene gastado. Y Manny demostró que no perdió potencia pese a que está subiendo de peso. Su velocidad será decisiva porque Oscar no lo podrá agarrar. Pacquiao es un fuera de serie", explica muy convencido. "La verdad es que todos estos nombramientos son una gran satisfacción para mí. Cuando llegué a los Estados Unidos jamás imaginé que obtendría tantos logros en mi carrera. Yo llegué humildemente y me conformaba con estar en el boxeo. Y ahora, mira, todo este reconocimiento. Yo sí que puedo decir que el Sueño Americano existe", concluyó.
|