Notimex 15y

Como si fuera ayer

CANCÚN -- A sus 61 años de edad, el
corazón de Ricardo Delgado Nogales vuelve, 40 años después, a latir
desbocadamente al recordar la noche del 26 de octubre de 1968 en la
Arena México, poco antes de que se le anunciara como ganador de la
primera medalla de oro de boxeo olímpico en la historia de México.

Justo cuando su esposa Margarita le guisa un delicioso pozole
para celebrar el aniversario número 40 de la conquista de su oro,
este héroe del lejano, pero presente México 68, acepta gustoso, a
invitación de Notimex, emprender un viaje por el tiempo hacia la
fecha en la que dio un salto eterno, hacia la inmortalidad.

"Como no, por supuesto que no olvido, esa emoción, ese instante,
aún lo recuerdo tal como lo viví ese día", comenta en su casa en esta
ciudad, donde se radicó desde hace siete años, procedente de la
cercana Mérida, Yucatán, donde vivió cuatro años.

"Lo recuerdo como si fuera ayer, para mi fue sublime,
espiritual. Cuando terminó la pelea estaba seguro de que le había
ganado (al polaco Arthur Olech), uno sabe del dominio que ejerce
sobre el ring y sentí que lo había sometido en todos los rounds y así
fue, pues gané 5-0".

Para Delgado, esa ventaja unánime, perfecta, se repitió a lo
largo de sus cinco peleas en el torneo olímpico de los Juegos de
México 1968, donde no perdió un solo punto en sus pleitos ante el
ugandés Leo Rwabwogogo, el irlandés Brendan Mcarthy.

Así como ante el japonés Tetsuashi Nakamura, el brasileño Santos
de Oliveira y el polaco Olech, por lo que afirma que al ganar todos y
cada uno de los puntos en disputa, su oro fue auténtico.

"La verdad es que me sigue invadiendo una alegría profunda al
recordar ese glorioso 26 de octubre, en el que casi al final de los
juegos pude darle a mi país una medalla olímpica y de oro, no lo
puedo negar, lo sigo disfrutando al 100 por ciento".

Sobre su vida cuatro decenios después del año que lo marcó a él
y a todo un país para siempre, el actual entrenador de prospectos en
Cancún dice sentirse bien y a gusto en este extremo del país donde
terminó de ver crecer y estudiar a sus hijos a los que ha convertido
en profesionistas.

Pero, reconoce, el ganar una medalla de oro ha significado para
él un arma de doble filo, pues si bien le prodiga recuerdos
maravillosos y reconocimiento eterno, también le ha generado enemigos
y obstáculos, cosa desafortunadamente común en este país para los
triunfadores como él.

"Ser campeón olímpico es una gran alegría, pero causa envidias,
a la gente le da miedo, temor la presencia de uno, y pues te bloquean
como si se estuvieran defendiendo", indicó.

Al respecto, señala uno de los capítulos adversos que ha
enfrentado y que le sucedió en Mérida, a donde llegó en 1996
contratado por el instituto estatal del deporte.

En Mérida, dice me bloqueó la gente del deporte (no precisa) y
no se me daba oportunidad y luego recibí una invitación para venir a
Cancún a donde vine y me adapté.

Empero, dice sentirse a gusto en todos los sitios donde ha
vivido, pues lo han tratado bien, incluyendo a la capital yucateca,
aunque el círculo donde se desenvolvió no le dispensó el mismo trato.

Ser campeón olímpico es una gran alegría, pero causa envidias, a la gente le da miedo la presencia de uno, y pues te bloquean como si se estuvieran defendiendo.

--Ricardo Delgado

Tras su triunfo en México 1968 y dejar el boxeo amateur, Delgado
emprendió una carrera en el profesionalismo que inició muy bien y que
incluso lo llevó a disputar una eliminatoria por el título mosca del
CMB que ganó ante Lorenzo "Halimí" Gutiérrez, aunque nunca le
cumplieron con la pelea campeonil.

Su récord fue de 30 peleas con 14 éxitos, 12 derrotas y cuatro
empates entre 1969 y 1975, lapso en el que enfrentó a inmortales de
los pesos chicos como los venezolanos Luis Estaba, Betulio González y
los mexicanos Gustavo "Guty" Espadas y Miguel Canto.

Para este héroe de México 1968 que llegó a pelear y ganar en el
mítico Madison Square Garden de Nueva York, su carrera profesional no
emuló la amateur en buena parte por errores de quienes la manejaron,
lo cual es ya un capítulo cerrado.

Ahora, 40 años después, Delgado tiene otros tres motivos para
presumir, posiblemente con más orgullo que su medalla de oro: sus
tres hijos.

Ricardo, Elizabeth y Edgar, los dos últimos universitarios y el
primero un hombre de bien como él, son fruto de su relación con la
señora Margarita Enríquez, con quien lleva casado ya 33 años, tiempo
exacto que lleva de retirado como púgil.

"Vivo bien, no me falta nada, aunque carezco de lujos, pero
sobre todo soy feliz", comenta al rematar la entrevista, mientras se
prepara para comer en la tarde dominical el pozole con el que doña
Margarita lo festejará y que compartirá con sus hijos en recuerdo del
metal dorado que le dio el boleto a la inmortalidad aquel 26 de
octubre de 1968.

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