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No es Lennon

BUENOS AIRES -- El jueves fue el sorteo de la Copa Davis.

Allí sentados frente a los diferentes medios del mundo estaban John Lennon, Paul McCartney, George Harrison, Ringo Starr y el representante Brian Epstein, quienes respondían las preguntas de los periodistas riéndose, hablando por lo bajo entre ellos, chicaneando.

Alguien le preguntó a Epstein qué le parecía la presencia de Guillermo Vilas en la sala de conferencia y Epstein respondió con una ironía: "Es la primera vez que viene. Pero nos alegra que esté aquí por todo lo se significa para el tenis argentino". Lennon, sentado a la izquierda, le dijo a Epstein por lo bajo pero para que lo escucharan todos: "Decí la verdad". Epstein no se dio por aludido.

Un periodista extranjero le preguntó al final de la conferencia de prensa a Lennon algo irrelevante, casi rogándole que respondiera en inglés. Lennon ni lo miró. Sólo dijo: "Estamos en la Argentina por lo que hablamos en español", lo que no era una mala respuesta si no hubiera estado seguida por la puesta en escena de pedir un traductor mientras le guiñaba los ojos a la corte de adulones/periodistas de la primera fila.

No es grave, por supuesto que los tenistas no les hablen a los periodistas. Es más, muchas veces es mejor, porque así éstos pueden opinar y trabajar con mayor libertad, sin ser condicionados por las cuestiones afectivas. Pero si los vas a verduguear, tomarles el pelo, cargalos y chicanearlos, no vaya a ser que cuatro días después se te ocurra hacer una conferencia de prensa para lavar tu imagen después de la serie de faltas de respeto que fuiste hilando durante todo el fin de semana.

El problema no es de John Lennon, está claro, sino de los periodistas que se dejan usar como marionetas, que le prestan los micrófonos y la cara al solista de turno para que diga lo que se le antoje. John Lennon siempre hace lo que le conviene. Su RRPP le dijo que había quedado mal parado después de la serie ante España y que lo mejor era hacer bajar un manto de piedad, poner la mejor cara de buena persona y salir a decir que la bandera y la vieja son lo más grande que hay. Ah... y que la pelota no se mancha.

Nalbandian, el resto de los tenistas, los periodistas y hasta gran parte del público se mofan de la egomanía de Guillermo Vilas. Dicen, con razón, que el tipo no puede soportar que le superen los logros y que se enferma cada vez que un tenista saca la cabeza. Se aventuraban a comentar que, como él no había podido ganar la Davis, no quería que nadie jamás la ganara.

Vilas es un ególatra. Okey. Eso está claro. Pero, ¿qué pasa con los que tanto lo critican? ¿Qué pasa con el supuesto líder espiritual de la cruzada en pos de la Davis? ¿Qué pasa con el Rey David?

No vamos a hablar de las razones que lo llevaron a hacer un lobby furioso para que Córdoba fuera la sede de la Copa Davis porque, más allá de que las sabemos, no tenemos los papeles para demostrarlo. Nalbandian sabe muy bien de qué se trata su vínculo con el Banco de Córdoba. Que quería llevar la Copa Davis a sus pagos, nadie duda. Pero tampoco se duda de que hubiera algo más detrás de la propuesta. Y un líder, un líder con todas las letras, no se pone de espaldas a sus compañeros por una cuestión meramente personal.
Un líder tampoco se borra en los momentos calientes, dejando al capitán de la Davis y a sus compañeros de dobles con la obligación de explicar una derrota.

Un líder no da una conferencia de prensa en soledad, sin el resto del equipo, para justificar sus actitudes durante un fin de semana funesto.

Un líder no dice frases como:

1) "Yo me tenía fe con Rafa o sin Rafa, pero la verdad es que habrá que analizar por qué perdimos". La fe era individual, la derrota, grupal.

2) "Creo que jugamos en condiciones ideales. Si tuviera que volver a jugarla, elegiría la misma superficie". La elección de la superficie, se sabe, fue porque el líder es especialista en cancha dura y en estadio cerrado. ¿Y el resto del equipo?

3) "Es muy difícil cargar con el peso de llevar adelante todo un equipo". A un líder no le pesan las mochilas. Y si le pesan, se las saca.

4) "Salí del antidoping y le dije (a Calleri) que me iba, que estaba muy angustiado". Un líder no deja al equipo dar la cara ante las derrotas.

5) "No tuve tanta influencia sobre Luli (Mancini); muchas veces tuvimos charlas y discusiones en las que yo le daba mi punto de vista, pero luego él elegía lo que mejor le parecía". El haber dicho "tanta" cambia por completo las cosas. El haber jugado el doble contra Rusia que puso en serio riesgo la serie es una demostración. Mancini lo quería preservar para el domingo, pero Nalbandian se empeñó en jugar y no sólo perdió ese punto sino el siguiente, el del domingo. Del Potro, en aquella oportunidad, le sacó las papas del fuego. ¿Alguien escuchó palabras de agradecimiento para Del Potro?

6) "No me parece que esté bien ni que esté mal que (Del Potro) haya ido al Masters, esas son cosas que cada uno elige. Pero de acá en más hablaremos entre nosotros cómo hacer para planificar lo que haga falta para ganar la Davis". Si esto no es tirarle la responsabilidad de la derrota a Del Potro, es que entendimos mal y pedimos disculpas.

Queda más o menos claro que Nalbandian, al menos en esta oportunidad, perdió el rumbo. No se comportó como el líder que tanto pregona ser.

Y sobre el punto 6, vamos a hacer alguna otra mención, porque no se puede dejar pasar que Nalbandian, por omisión, haya deslizado que Del Potro cometió un error al ir al Masters.

Del Potro hizo bien en jugar el Masters porque tiene 20 años y porque nadie le garantiza que pueda volver a disputarlo.

Sólo para dejar claro que las decisiones son individuales y que no se puede cuestionar a nadie por jugar un torneo más o menos, digamos que Nalbandian no se bajó del Masters de 2006 cuando se enteró de la muerte de su sobrino y ahijado de 9 años. "La verdad es que no se puede hacer nada, hablé con la gente con la que tenía que hablar y creí que volver (a Argentina y abandonar el Masters) no era realmente necesario porque no llegaba para hacer nada", explicó en aquel momento. Un detalle extra y que no es menor: ese año Argentina también jugó la final de la Davis y nadie se le ocurrió objetar la decisión de Nalbandian de ir al Masters.

No es cuestionable que Nalbandian se haya quedado en China en 2006. Efectivamente no podía hacer nada y recordamos muy claramente con el dolor interior que afrontó todas las series. Pero este antecedente entendible, en donde una tragedia familiar debió ser sobrellevada a la distancia, hace poco comprensible que ahora se lo juzgue negativamente a Del Potro, poniendo del otro lado de la balanza la preparación para una Copa Davis, que otra parte Nalbandian también debía afrontarla en 2006. Un Masters es algo demasiado grande para la historia de un tenista. ¿No merecía Del Potro jugarlo después de la gran temporada que realizó?

Queremos decir algo que es clave para que no se mal entienda el sentido de esta columna: Nalbandian no es el diablo, por supuesto. No es el hombre más malo del mundo ni mucho menos. Es un tipo con sus contradicciones y con sus miserias, como todos, como cada uno de nosotros.

Pero Nalbandian no merece el rol de líder del equipo argentino de la Copa Davis. Es un grandísimo jugador, sensacional, de los mejores que nacieron en la Argentina, pero no pude ser considerado el abanderado espiritual de la causa Copa Davis porque tiene muchos flancos débiles. Porque se deja llevar demasiado por sus emociones y porque, como tantos otros, le cuesta mucho sacarse a sí mismo del primer plano, del lugar protagónico que tiene por la eficacia de su juego.

Con la raqueta es un fenómeno, está claro. En el resto de sus acciones se equivoca demasiado seguido. Y eso no es algo que les puede pasar a los líderes. Y menos todavía si esas equivocaciones van en contra de los intereses generales del grupo.

Nalbandian no es más ni menos ególatra que Guillermo Vilas. Porque el tenis es un deporte que potencia la cuestión individual y lleva a estos gladiadores en soledad a aprender a valérselas por sí mismos. Y así se manejan después en todos los aspectos que rodean a su vida.

Para eso está el capitán de la Copa Davis. Para eso estaba Mancini, que vio como se iba desdibujando su figura con el paso de los días. Es vital que el nuevo capitán elegido tenga muy claro quién toma las decisiones y quién es el que debe obedecer.

Esas reglas de juego son las que corresponden. Y en ese marco, Nalbandian podrá demostrar claramente cuánto quiere ganar la Copa Davis y todo lo que ama a la bandera celeste y blanca, a la patria, al Himno y la vieja (que, por supuesto, es lo más grande que hay).

John Lennon formó un equipo con sus tres compañeros durante muchos años. Y así parieron canciones inolvidables que, 40 años después, no envejecen. Y cuando se dio cuenta que su ego estaba por delante del grupo, dio un paso al costado. Se convirtió en solista y siguió haciendo cosas grandiosas hasta que un disparo lo mató.

Nalbandian tendrá que hacer el camino inverso. Porque es un gran solista. Pero para ganar la Copa Davis deberá aprender a integrarse a un equipo. Así, sólo así, podrá arrimarse un poco a la trascendencia y eficacia de un verdadero Beatle. Y tal vez sus acciones puedan ser recordadas durante muchísimos años.