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De regreso al jardín de infantes

BUENOS AIRES -- Ya hablamos mil veces de eso acá mismo.
-Con más razón, quiero saber qué piensa...
-Ya sabe lo que pienso.
-Si lo supiera no se lo estaría preguntando...
-Tengo razones para ser extremista: a mi juicio Román Riquelme debería dedicarse a otra cosa...
-Exagera...
-¿Usted me preguntó que pensaba?
-Sí, pero...
-Una cosa es ser un imbécil inofensivo y otra muy distinta es ser un imbécil peligroso. Alguien que no puede diferenciar un insulto formal de un insulto de tránsito es un imbécil peligroso.
-¿Qué es un insulto de tránsito?
-¿Usted tiene auto?
-Sí.
-¿Nunca le pasó que, andando por la calle, comete una infracción pequeña, por ejemplo, tratando de girar sin advertir que hay un auto al lado?
-Sí, me pasó algunas veces.
-¿Y qué obtuvo con esa maniobra?
-Que me putearan.
-Obvio, no puede esperar menos. Pero la pregunta es: ¿qué importancia le dio a esas puteadas?
-¿Importancia? Ninguna.
-Obvio, porque es una mera puteada de tránsito. Es probable que ni siquiera recuerde lo que le dijeron, pero son cosas que se dicen en la calle, tomarlas literalmente significa que se sufre un serio problema: es incapaz de entender el entorno en que se mueve, es como un cachorro que no entiende la diferencia entre una caricia y un golpe. Los hinchas putean a los jugadores, y los jugadores juegan. Punto. Lo que hizo Riquelme es propio de un descerebrado, de un irresponsable consumado.
-Su teoría, por llamarla de algún modo, parece justificarse.
-¿Mi teoría? ¿Se refiere a que creo que gran parte de la violencia en el fútbol es promovida por los propios jugadores, por la manera provocativa de festejar, por su incapacidad de tomar distancia de las cosas irrelevantes, porque ganan sueldos de profesionales pero en la cancha se desenvuelven como si fueran principiantes, porque discuten con los jueces como adolescentes incomprendidos o porque festejan los goles como chicos de 8 años que juegan en el fondo de la casa? Sí, claro. Expulsen a los jugadores que hacen ese tipo de maniobras estúpidas, que actúan como imbéciles, prohiban los festejos y que los futbolistas se limiten a jugar y dejen que la hinchada putee o festeje, que para eso existe. Que cada uno ocupe su lugar.
-¿Y con Román que hacemos?
-Mándenlo al jardín de infantes. Hay algo que no entendió. Que empiece de cero. Todo lo que nos forma como hombres lo aprendemos en el jardín de infantes, ¿acaso no lo sabía?

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