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¿Gran pelea? No me lo creo

Manny Pacquiao buscará sacarle provecho a la promoción, pero no será fácil en el ring AP

Pese a que la mayoría de los fanáticos del boxeo piensa que el combate del próximo sábado entre Oscar de la Hoya y Manny Pacquiao está más cerca de lo circense que del pleito legendario, lo cierto es que los promotores --curiosamente, el propio Oscar y Top Rank-- han logrado su cometido: que todos hablemos de él.

Considerando que, al margen de los porcentajes, existen dos claras posiciones al respecto, nos toca desde esta columna explicar la postura de quienes creemos que esta pelea es una farsa. Y para ello encontramos cinco razones.

En primer lugar, la diferencia de peso natural corporal entre ambos boxeadores es inmensa. Hace 13 años, Pacquiao debutaba dentro de la categoría minimosca. Lo lógico, sería, que su proyección llegara aproximadamente al peso superpluma o, como mucho, ligero.

¡Para el combate ante De la Hoya, entonces, el filipino habrá subido nada menos que nueve categorías! De la Hoya, mientras tanto, hizo sus primeras peleas entre el peso superpluma y el ligero y en los últimos siete años nunca bajó de las 154 libras. Al momento de subir al cuadrilátero habrá una diferencia de al menos 15 libras, si es que Pacquiao logra llegar a las 147.

Desprendiéndose del punto anterior, lo lógico es que la pegada de Pacquiao ni siquiera le haga cosquillas a De la Hoya, que por otra parte demostró tener una quijada bastante resistente durante su carrera. O sea que una de las principales armas del filipino estará, de por sí, neutralizada.

Por otra parte, analicemos el deslucido presente de De la Hoya. En su última presentación, ante Steve Forbes, dejó la imagen de un boxeador semi-retirado. Lento, sin reflejos y monótono en su accionar, Oscar no entusiasmó a nadie, lo cual, en realidad, ha ocurrido durante los últimos cinco años. La última vez que De la Hoya se pareció a sí mismo fue en la revancha ante Shane Mosley, ante quien perdió en 2003. O sea que su última victoria en una pelea realmente competitiva fue hace seis años, ante Fernando Vargas (no contamos el triunfo ante Felix Sturm, porque para nosotros Oscar había perdido).

Si además de lo anterior, para colmo, Oscar tiene que hacer un enorme esfuerzo para rebajar de peso y así encuadrarse dentro de los welter, muy difícilmente veamos a un De la Hoya más o menos decente. Porque a estas alturas de su carrera, exigir de semejante modo a su físico traerá inevitables consecuencias: cansancio prematuro y debilitamiento muscular, lo cual hará de Oscar un boxeador aún menos atractivo.

Por último, un mega-combate que se precie de tal no puede encontrar su resolución pura y exclusivamente debido a una cuestión de peso. Así como solemos criticar que la enorme mayoría de las peleas que se realizan en el mundo tienen un resultado previsible debido a la disparidad de nivel entre los rivales, De la Hoya vs. Pacquiao no reviste para nosotros mayor atractivo porque prevalecerá el mayor tamaño del primero. Como solían definirse las riñas colegiales en las que el alumno del séptimo grado golpeaba sin mayor riesgo al de segundo.