ESPNdeportes.com 15y

Si querés llorar, llorá (Parte II)

BUENOS AIRES -- -Bueno, permítame decirle que a final de cuentas usted tenía razón.
-Siempre tengo razón.
-No sea fanfarrón, ¿quiere?
-Es la verdad...
-No, no lo es, pero en cualquier caso no tengo menos que reconocer que dio en la tecla -o en el blanco, como más le guste-.
-Le agradezco, pero antes de seguir me gustaría saber de qué está hablando.
-¿Cómo de qué estoy hablando? ¡De las lágrimas de Federer!
-¿Todavía con eso?
-Sí, porque hasta ahora había sido usted el único que había defendido la teoría del llanto por exceso de amor...
-¿El único? No lo creo...
-Sí, lo que prevalecía era la idea de que había en la final de Abierto de Australia había llorado de impotencia, algo así como el llanto infantil del derrotado.
-¿Y ahora qué pasó?
-Rafael Nadal rompió el silencio sepulcral sobre el tema. En declaraciones a la cadena de radio del grupo Antena 3, el Rafa dijo que Federer no lloró de impotencia. ¿Le leo? "Son emociones que pasan y que uno no controla. Lo que hay que hacer en esos momentos es apoyar a un compañero con el que además tengo una relación excelente. Fue un momento incómodo, porque me quedé sin ganas de celebrar el título que acababa de conseguir. Yo creo que no estaba abatido por la derrota, sino porque el público no le dejó hablar durante su discurso, empezaron a decirle que le querían y se emocionó y rompió a llorar."
-Yo dije algo parecido, ¿no?
-Parecido no, ¡lo mismo!
-Entiendo que crea en mí, ¿pero qué le hace pensar que Nadal tiene razón?
-Bueno, estaba al lado de Federer, por lo pronto tenía un punto de vista inmejorable.
-Eso es cierto, ¿pero por qué ese día todos creyeron que Federer había llorado de impotencia?
-No lo sé.
-Yo sí: porque uno tiende a pensar que los demás son tan miserables como uno. Cualquier mortal se hubiera sentido impotente en iguales circunstancias; la tarea consiste en, como se dice comúnmente, "ponerse en la piel del otro".
-¿Y eso hizo usted?
-No hizo falta: yo jugué al arco para los Pirañas de Almagro, ¿se acuerda?
-Ah, sí.
-Conozco el efecto que la ovación puede tener en un mortal.
-¿Pero cómo, usted no cree en la inmortalidad?
-No mi amigo. No creo en Dios. Prefiero creer en los fantasmas. Además, cuando se tiene un cuerpo con un defecto, siempre se tienen opiniones propias.
-¿Qué defecto tiene usted?
-Otro día se lo digo. Hoy no. Déjeme disfrutar de mi pequeña victoria, que cuando hablo de mi defecto me deprimo.
-Vale tío.

^ Al Inicio ^