Stephen A. Smith 15y

Le importa demasiado

Los mentirosos no son malas personas siempre. ¿Sabes? Solamente la mayor parte del tiempo.

Están los mentirosos tranquilos y cómicos como Shaquille O'Neal, quien jura que su áspera relación con Kobe Bryant fue "todo marketing". Y está el viejo dueño de los Knicks, Dave Checketts, quien diestramente les mintió a los neoyorquinos durante una década -- haciéndoles creer que el equipo de Patrick Ewing era capaz de derrotar a los Bulls de Michael Jordan.

Luego, claro, están los caracteres como el de Rafael Palmeiro, quien les apuntó el dedo a los oficiales electos y declaró nunca haber usado esteroides, justo dos meses antes de salir positivo. O Sammy Sosa, quien decidió que necesitaba un intérprete cuando se presentó ante el Congreso. O Mark McGwire, quien se rehusó a contestar preguntas sobre el uso de esteroides porque la verdad podía traerle problemas.

Técnicamente, no existen pruebas de que estos jugadores hayan mentido, pero sin duda son culpables de haber hecho el ridículo.

Y ahora viene Alex Rodríguez -- con su lado frívolo y mentiroso -- a demostrarnos que el 2009 promete más de lo mismo. Por favor no me malinterpreten -- el año no empezó mal. En un lapso de cuatro días, los Steelers ganaron el Súper Bowl en el minuto final, Kobe aplastó a los Knicks con 61 puntos, LeBron le metió 52 tantos a Nueva York y se fue con un triple-doble, que luego fue revocado cuando le quitaron un rebote por un error de conteo. Tal vez deberíamos haber interpretado la revocación como presagio de noticias peores. El asunto de A-Rod sin duda deja una cosa clara: Seríamos unos tontos si creyéramos que las cosas serán diferentes en el futuro.

Tómate un momento para comprender la profundidad de las mentiras de A-Rod. Aunque había usado drogas para mejorar el rendimiento del 2001 al 2003, en el 2005 se quedó mirando cómo su compañero Jason Giambi se disculpaba, aparentemente por uso de esteroides, y luego observó cómo Andy Pettitte -- otro compañero, por cierto -- soportaba los palos tras admitir, en diciembre del 2007, que había usado hormona de crecimiento humano. Ese mismo mes, A-Rod se atrevió a extender su mentira en una entrevista con Katie Couric en 60 Minutes. A-Rod no pestañeó ni una vez mientras le decía a Couric que nunca había usado drogas para mejorar el rendimiento. En ningún momento se animó a decir "quiero dejar todo esto detrás", reconocer que usaba y compartir la culpa. ¿Qué fue lo que hizo? Se hizo el inocente. Peor, A-Rod recientemente acusó a la reportera de Sports Illustrated Selena Roberts de "acosarlo", sólo para tener que disculparse más tarde. Son mentiras enormes. Con sus mentiras, A-Rod ha pisoteado nuestra confianza con más descaro que Barry Bonds y sus transgresiones.

El punto es, ¿qué significa para el resto del mundo de los deportes que el jugador mejor pago del béisbol se vea reducido a pedir perdón por unas historias inverosímiles que no terminan nunca?

La diferencia es la siguiente: Bonds podrá estar mintiendo cuando dice que usó "the cream" y "the clear" sin conocimiento, desairando a MLB y sus aficionados. Pero probablemente también sea la forma de Bonds de decirle al mundo: "Váyanse al infierno". No me importa lo que ustedes piensen de mí.

A Bonds nunca le importó ser amado como a A-Rod. Nunca se ha dedicado a las relaciones públicas en un esfuerzo por perpetuar una imagen que no lo representa. Nunca ha tenido el complejo de la "mujer blanca soltera" -- frase usada por Joe Torre en su libro para describir la obsesión de A-Rod con Derek Jeter.

En síntesis, a A-Rod le importa demasiado. Dirá cualquier cosa para escaparle a los problemas. Tal vez haya dicho la verdad una vez, cuando comentó que fue un primo de Miami, no sus compañeros en el club, quien lo ayudó a adquirir las drogas para mejorar el rendimiento. El punto es, ¿qué significa para el resto del mundo de los deportes que el jugador mejor pago del béisbol se vea reducido a pedir perdón por unas historias inverosímiles que no terminan nunca?

Alguien debería hacerle esa pregunta a A-Rod y su ex compañero Roger Clemens. Nada parece detener a estos muchachos. Ni la integridad del juego. Ni los aficionados. Y, aparentemente, ni siquiera las personas más cercanas a ellos.

Considerando la magnitud de esta plaga en el mundo de los deportes, solamente parece haber una solución: ¡Vayan por su dinero! Salarios. Endosos. Todo. Llámalo la regla Marion Jones: Todo aquel que haya mentido debe devolver el dinero que su mentira les haya ayudado a ganar. Se lo comenté a un oficial de alto rango de Grandes Ligas que me dijo: "Hey, no es una mala idea. Vale la pena pensarlo". (Te dejaré saber lo que dice la Corte Suprema.)

Al final, el siempre sincero campocorto Jimmy Rollins de los Filis tiene la palabra final. "¿Por qué perder el tiempo mintiendo? Sientes lo que sientes. Haces lo que haces. Los otros tienen que vivir con tu verdad. Tú eres el que debes vivir con tus mentiras".

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