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Yo sí lo viví

Ya son otros tiempos, mejores en muchos aspectos, con una mayor apertura en todos los ámbitos, sobre todo en los medios de comunicación.

Pero yo sí viví el machismo en el deporte o, mejor dicho, en el fútbol. Es que a principios de los 90 era común ver a una reportera en cualquier disciplina, menos en el fútbol, un deporte que históricamente se le sigue asociando más con el hombre que con el llamado "sexo débil". Y eso que la mujer hoy por hoy lo practica con mayor regularidad en las escuelas, en los parques, en la cuadra de la colonia.

Antes de contarles mi experiencia debo confesar que cuando me empezó a gustar el fútbol fue por el físico de los jugadores, más que por lo que hacían en la cancha. Varios de ellos me gustaban o me llamaban la atención, lo mismo que uno que otro director técnico.

No era difícil que rápidamente uno se familiarizara con los protagonistas del balón, ya que sábados y domingos en todos los canales de televisión abierta nos bombardeaban con fútbol. ¡Fútbol a toda hora, fútbol por todos lados!

A partir de ver los partidos le empecé a agarrarle el gusto a este deporte y a conocer sus reglas y poco a poco la 'galanura' de los jugadores pasó a un segundo término.

Ya con los puntos en las íes decidí que estudiaría la carrera de periodismo para dedicarme al fútbol. Creo que el primer periódico que compré fue el ESTO, que durante años se convirtió en mi mejor compañía. Me hice asidua de su información, de su gente, por lo que también me plantee el objetivo de que ahí tenía que trabajar algún día.

Para mi fortuna, la oportunidad no tardó en llegar, todavía cuando estudiaba la carrera. El señor Ignacio Matus, entonces subdirector del diario, me abrió las puertas, aunque no la tuve fácil. Aguantando los nervios y mi entonces introversión, le pedí la oportunidad de reportear en fútbol, pero enseguida me dijo que "no". Su primera razón fue que no tenía experiencia y que en ESTO era básico.

Luego me di cuenta de la realidad. La idea del señor Matus, periodista con vasta e importante trayectoria en México, era que la mujer no servía para este medio. Me contó que su experiencia con mujeres no había sido grata porque se les daba el chance y terminaban enamorándose de los futbolistas.

Le insistí, le dije que lo que me interesaba era trabajar, que yo sí sabía "ver el fútbol", etcétera, pero me envió a reportear a deporte amateur.

Fueron más o menos seis meses de cubrir levantamiento de pesas, boxeo, wu-shu, y lo que fuera. Pero un buen día mi panorama cambió. Las circunstancias me pusieron en los campos de Ciudad Universitaria en un entrenamiento de Pumas.

Digamos que piqué piedra para que poco a poco el señor Matus creyera en mí. Recuerdo que una vez me dijo: "Ya me está ganando, ¿eh?", pero no me mandaba a los partidos a hacer crónica, solamente a vestidores.

Pasaron varios años para que me diera esa confianza, que luego la continuó Carlos Trápaga (qepd), ex director de ESTO. Y transcurrió mucho más para que me enviaran a un viaje y no se diga al extranjero.

Ese machismo también lo sentí en algunos compañeros reporteros, aunque nunca me sentí agredida. Más bien me daba un poco de risa el saber que podrían sentirse, desplazados, quizá, por una mujer.

En cuanto a los futbolistas, entrenadores y directivos, al principio había cierta incredulidad por saber si efectivamente sabía en lo que estaba metida. "Oye, sí sabes de fútbol", me dijo una vez Miguel Mejía Barón, al primer técnico que entrevisté en mi vida.

Había otros que enseguida mostraban su escepticismo, pero con los años la actitud de todos cambió al palpar seriedad en nuestro trabajo.

Sé que si yo hubiera sido hombre, abrirme camino no habría resultado tan complicado. Afortunadamente, todo aquello me sirvió para agarrar callo en esto, para olvidarme un poco de mi timidez y ser más... lanzada, atrevida, sociable, incisiva y demostrar que puedo y hasta en ocasiones más que ellos. Por supuesto, no me considero feminista, pero tengo claro que las experiencias con machistas alguna vez te ponen sobre esa línea.

Hoy, las cosas son diferentes. El machismo ya no existe (o es mínimo) ni tampoco ese duro cuestionamiento que yo sentía en mis inicios; por lo menos esa es mi percepción. Cada vez hay más reporteras y mayor credibilidad en ellas; más mujeres como jefas de prensa en un club.

Los hombres se han dado cuenta que con aptitudes todos podemos hacer lo mismo sin problema. Porque creo firmemente que el fútbol no es una ciencia ni cosa del otro mundo. Con preparación, cualquier barrera desaparece.

Como colofón, un colmo: ¡no me gusta jugar al fútbol ni ver jugar a las mujeres!

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