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Me buscó

Cuando me pidieron una colaboración para este espacio netamente femenino, evocando momentos trascendentes de mi humilde trayectoria, se me vinieron a la mente tantos y tantos instantes. La mayoría de éstos me dejan un agradable sabor por ser de esos pocos afortunados seres en este mundo que podemos dedicarnos a algo que realmente nos apasiona.

No fue el periodismo deportivo el que vino a mí, sino yo la que desde el momento en que descubrí esta insana pasión, busqué a toda costa entrometerme en ese mundo considerado por muchos, altamente masculino, ya que mis genes no contenían los suficientes estrógenos y hormonas deportivas y, pese a que confieso ser dedicada, tengo claro que además de la medalla de primer lugar en natación que obtuve en la preparatoria, claro de la categoría de principiantes, será muy difícil volver a levantar un trofeo por mis méritos deportivos.

Con esto claro en mi mente, más no en mi corazón, descubrí gracias a mi maestra preferida, Mercedes Durand, de Géneros Periodísticos, que de alguna manera, tenía cierta facilidad para armar historias, "echar rollo" decían mis compañeros, y encaucé la pasión deportiva al periodismo.

Yo siempre soñé con verme en un estadio olímpico a tope, y lo logré sólo que en lugar de desfilar atrás de la bandera tricolor, lo hice desde el palco de prensa, y aún se me eriza la piel al revivir aquel agosto del 92, en Barcelona.

Más que el machismo, acaso lo más duro fue convencer a mi adorada madre de esta pasión, considerando que ella, una mujer excepcional y muy adelantada a su época, había cursado estudios de abogacía cuando apenas había 8 mujeres inscritas en la Facultad de Derecho y se abrió paso en ese mundo, tras enviudar de mi padre, también abogado de reconocido prestigio que falleció prematuramente, y la dejó con 3 hijos pequeños, yo apenas y le recuerdo.

Su ejemplo era el estudio, el aprender a ganarlo todo con esfuerzo, a "cultivarse" decía ella, en mente y espíritu, que no en cuerpo, porque la única loca que deseaba ir a un estadio de fútbol era yo, enmedio de dos hermanos de calificaciones perfectas, intelectuales y "cuasi sabios", que de deportes sabían lo que yo, de física nuclear.

Y no es que me lo impidiera, pero para mi madre el deporte sólo era complemento de una formación basada en el estudio, idiomas, música, ópera, arte, filosofía y política, eran los temas a discutir en familia, a nadie le interesaba si el América y el Cruz Azul ganaban o perdían, ni quien era el campeón mundial.

Entre parientes abogados, políticos, escritores y filósofos, poco espacio quedaba para mi pasión, así es que cuando me encaminé al periodismo deportivo, mi madre gritaba indignada: "¡y para eso vas a la universidad!"

Le explicaba la importancia de mi pasión y la forma en que explotaba todos los géneros del periodismo, algo que mis colegas en política no podían darse el lujo, la crónica, el reportaje, la entrevista y la columna son cotidianos en el deporte, la disciplina, el hábito de aprender récords, estadísticas y resultados, el estudio día con día, que a fin de cuentas era otra forma de "cultivarme".

Inteligente como era, aprendió de mi mundo y mi pasión, y atesoro con un profundo amor los álbumes que hizo de mis primeros reportajes en El Universal, la primer entrevista a Hugo Sánchez cuando triunfaba en España, el honor de charlar con Arthur Ashe, uno de los campeones más respetados del tenis mundial, la emoción de conocer a Boris Becker y atestiguar su tercer Wimbledon en el All England Lawn Tennis club, ¡un sueño cumplido llegar a la catedral del tenis!

Y conforme exploraba el apasionante mundo del deporte, que a la vez me transportaba a esos lugares que muchos sólo conocen en televisión, mi madre aprendió a amar mi carrera y a compartir conmigo éxitos y fracasos, pasión y decepción, machismo y feminismo.

Sí, porque cuando Mario me habló de esta sección especial, y de si el machismo había dificultado mi camino por el periodismo deportivo: "no" fue mi respuesta inmediata, jamás lo ví así. Es cierto, tengo la suerte de contar con memorias maravillosas, excepcionales y momentos duros como cualquier ser humano, jefes comprensivos y que me impulsaron, otros no tanto, alguno abusivo o acosador, pero nada más allá de lo que cualquiera, hombre o mujer pueda sufrir en su carrera profesional.

Por el contrario, confieso que ser mujer me abrió muchas veces puertas, pero no por mi minifalda, como alguna vez desatinadamente comentó un respetable colega cuando conseguí alguna entrevista exclusiva que varios perseguíamos, sino porque gracias a los valores aprendidos en casa y en la Universidad, distinguí esa sútil y casi imperceptible línea del respeto y la confiabilidad que resultaron en que los tenistas, que fue el deporte en el que más me involucré, compartieran a través de mi sus experiencias con el público.

Intenté ser un medio, exactamente lo que debemos ser los periodistas, y que a veces olvidamos para convertirnos en centro de la noticia.

Si hubo momentos difíciles, enfrentamientos con dirigentes deportivos porque nunca me interesó vender mi objetividad, libertad que encontré en ESPN, a diferencia de muchos medios con intereses económicos dentro del deporte, o tener que rechazar ascensos o privilegios a cambio de "propuestas indecorosas", ¡y ni de lejos soy Demi Moore! pero como a cualquier mujer en cualquier profesión.

Gracias a Dios y a mi madre, han sido muchos más los éxitos, los momentos y los "machos" que han hecho que valga la pena la decisión de ejercer mi pasión a través del periodismo deportivo

Y si de inspiración deportiva hablamos, nadie como Nadia podía inspirarme, su magia y talento asombraron mis ojos infantiles, y como cualquier niña de esa época, deseaba emularla, y el premio al estudio era tomar clases de gimnasia olímpica.

Pero si de niña la admiré, como mujer aún más, ante la lucha que debió librar frente a la opresión y la dictadura, mientras que en nuestro amado México con todo y sus problemas, gozamos de plena libertad, y competir con "ellos" no ha resultado tan complicado.

Tal vez hasta suene ridículo, porque pasados los años, me enteré que los chicos, todos hombres, que cubrían tenis cuando yo me inicié, cruzaron apuestas para ver quien conseguía tener una cita conmigo... ¡y algo más! pero ¡sorpresa!, ni cuenta me dí, ni nadie pudo jamás ganar la quiniela -ja-ja,- y con el tiempo, consolidamos un grupo que aprendió a aceptarme y respetarme.

Con los deportistas existe una estupenda relación, porque si al principio les parecía joven, inexperta ¡y mujer!, a base de demostrar que mi interés por el deporte era genuino, y no un escalón en el periodismo, hubo hasta quienes me confiaron declaraciones que causaron polémica, y que resultaron en la salida de Raúl Ramírez, el mejor jugador junto con Osuna que ha dado México, pero que como capitán permitió que su ego se interpusiera.

¡Ah eso sí en el futbol la cosa cambiaba! son demasiado coquetos esos que patean balones, pero bien dicen por ahí, que ellos llegan hasta donde uno quiere, y si uno no quiere, ¡pues no hay forma!

Creo que el verdadero secreto está en aprender a amar y respetar nuestra profesión, y de la misma forma a nosotras mismas, que a fin de cuentas en este mundo tan globalizado las distancias se acortaron en todo, y somos tan inteligentes como ellos, eso sí, con una visión totalmente opuesta a la de ellos y con diferencias abismales que al final, nos hacen tan compatibles y como decía mi mami: "mientras ellos sigan creyendo que tienen el poder... ¡nosotras lograremos más!"

Ah! y por cierto les vamos dando fuerte pelea en las quinielas del fútbol.

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