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River es un papelón

Lo peor que le puede pasar a un equipo es jugar mal todos, pero todos, los partidos... AP

BUENOS AIRES -- Muchachos, terminemos con la sanata. Esto no da para más. River es un papelón, cada vez que sale a jugar afuera, da vergüenza ajena, como bien dicen los amigos de Boca. No es por menospreciar a nadie, pero más de la mitad de los jugadores de River han demostrado con creces que están para suplentes de Sacachispas.

Es así, señores, el mundo del fútbol es cruel, el mundo de la política es horrendo y todos tenemos una mala experiencia amatoria para contarle a nuestros amigos en la mesa de un bar.

Pero lo de River supera cualquier lógica. Semejante institución no puede ofrecer papelonescos espectáculos deportivos. Y lo digo sin ánimo de ofender a nadie, ni mucho menos a nuestros queridos hinchas gallinas.

Pero, qué debo escribir, qué debo hacer para que este equipo baje de su luna de Valencia y se de cuenta de una vez por todas que al fútbol se juega de una sola manera: bien.

No se puede perder todos los domingos. Y menos como se perdió ante un equipo tan pálido y mediocre como es Newell's Old Boys que, de entrada jugó pensando más en Rosario Central y el clásico que se le viene, que en el mismísimo River. ¡Y le ganó!

En la cancha, francamente, el equipo rosarino hace de todo menos jugar al fútbol, parece más un equipo de rugby: tiran la pelota a la tribuna, empujan y pegan como en la fila del jardín de infantes. Lamentable tarde rosarina de fútbol en el Parque Independencia.

Un dato circunstancial: en el primer tiempo no hubo una sola jugada clara de gol. ¿Y saben cuánto pases mal dados hubo? Sumando de los equipos: 1867, exactamente. ¡1867 pases a cualquier lado! Me tomé la delicadeza de contarlos, para exhibirlo en la cartonería a todos los chicos del barrio y explicarles que esto no es fútbol, ni estos señores son River ni Ñúls. No hay que confundir a la juventud. ¡Ni un pase correcto, al pie del compañero!

Y así no se puede, es una falta de respeto para el fútbol nacional. Deberían castigar a los equipos cuando juegan partidos tan malos, tan horrendos, como el que jugaron en Rosario, River y el Innombrable Ñúls.

Si un árbitro dirige mal, lo paran. ¿Por qué si un equipo juega tan mal, no lo paran también? ¿Jugar mal acaso, no influye en el resultado de un partido de fútbol? Que no es como todos creen, ganar o perder: sino brindarle un buen espectáculo al público.

Una apreciación personal es que el Ogro se apuró, se dejó llevar por la ansiedad. Debió haber esperado un año más para ir a River. Se apuró, salió mal de Ñúls, un club que lo bancaba y lo quería y se fue a River que es un barco ebrio y la deriva sin la poesía de Rimbaud.

Buonnanotte, está en un nivel desconocido y Gallardo no lo ayuda. Se necesita en este River mucho más que velocidad mental o jugar a un toque, o ejecutar con maestría un tiro libre. A este River le faltan huevos, dos o tres caudillos que lleven al equipo adelante. Le falta un nueve de área que las pelee y las gane a todas. Falcao no va, es demasiado suave y ha perdido peligrosidad.

Quizás River termine el campeonato a media tabla, no más. Sin embargo será como si hubiera vuelto a salir último. Porque el problema no es como piensan los hinchas de Boca. Lo peor que le puede pasar a un equipo es jugar mal todos, pero todos, los partidos.

Lo único que quiero decir es que no cometamos la tontería que cometió el poeta Mastronardi, un clásico de nuestras letras. A este señor, una editorial le había pedido un manojo de poemas para publicarlo, pero se demoró tanto corrigiéndolos, era tan maniático con sus escritos que, cuando se decidió a entregarlo, la editorial ya había desaparecido.

No esperemos a que River desaparezca para jugar bien. Busquemos variantes, es claro que muchos jugadores no pueden ser titulares. ¡Y hoy juegan y lo hacen cada día peor!