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Retroceder nunca, rendirse jamás

BUENOS AIRES -- El Clausura 2009 llegó a su fin y consagró a un campeón merecido: Vélez Sarsfield, el equipo que en los momentos clave estuvo siempre a la altura del desafío.

Es que esto no es sólo una cuestión matemática. Por supuesto que el campeón es el que suma más puntos y eso lo hace digno merecedor del título; pero para llegar allí, hay que tener tanto fútbol como personalidad.

A la hora de la verdad, Vélez siempre salió a buscar y demostró que tenía hambre de gloria. Y eso le sucedió a lo largo del campeonato, no sólo en la "final" que le ganó a Huracán con un gol en los últimos minutos.

Una fecha antes nomás, había tenido la misma decisión para ir por el empate ante Lanús, aun con un jugador menos. Y en un partido que a esta altura ya parece prehistórico, le dio vuelta un 2-0 a Colón en Santa Fe para terminar goleándolo 4-2 y así dejarlo fuera de carrera.

Los memoriosos encontrarán más ejemplos, como el 2-2 que logró ante Racing tras arrancar dos goles abajo.

Pero creo que con los que di es más que suficiente: tuvo encuentros de trámite adverso que supo remontar, para conseguir el resultado que necesitaba, contra los tres equipos (Huracán, Lanús y Colón) que terminaron inmediatamente debajo en la tabla y que fueron sus rivales directos por el campeonato.

Vélez no se dio nunca por vencido, a pesar de que en las tres ocasiones fue, por momentos, superado por su adversario. Pero en esos momentos delicados afloró ese plus que siempre se necesita para que una gran campaña se corone con un título.

Eso no es poco, y menos para un plantel que venía de una floja campaña en el torneo anterior. Los que siguen mis columnas saben que a los técnicos yo les doy el mérito justo, ni más ni menos: suelo hablar de un 20 a un 30 %, tanto en la victoria como en la derrota. Pero su nuevo DT, Ricardo Gareca, le encontró la vuelta al equipo y le dio confianza a algunos jugadores clave, que le devolvieron esa apuesta con creces.

Es el caso de Víctor Zapata y de Hernán López, que venían de ser muy resistidos y criticados, y que se convirtieron en baluartes del campeón, uno como patrón del mediocampo y el otro como goleador. O de Nicolás Otamendi, que recién había debutado en el ciclo anterior y fue uno de los pilares de la defensa.

En Liniers, además, las cosas son un poco más fáciles que en otros clubes: la tranquilidad económica e institucional le permite a los cuerpos técnicos y a los jugadores de trabajar en un ambiente ideal. No es casualidad que sea Vélez el único club, exceptuando a River y a Boca, que consiguió ganar títulos consecutivos desde que se impusieron los torneos cortos.

Sabemos que Lanús va por el mismo camino, y por algo en los últimos años logró un campeonato y fue animador de otros. Ojalá que Huracán pueda, a partir de ahora, sumarle ese respaldo como club al gran fútbol que desplegó a lo largo del Clausura.

En el equipo de Angel Cappa se juntaron jugadores con un pico que antes no habían tenido, como Pastore, De Federico, Toranzo y el mismo Bolatti, con una solidez defensiva muy importante, a partir de volver a unir a tres de la última línea del Clausura 2008: Goltz, Eduardo Dominguez y Arano.

Gran parte del fútbol vistoso y ofensivo que mostró el Globo arrancó a partir de la tranquilidad que la defensa le dio al mediocampo, donde entonces sí fue más fácil para los habilidosos tratar de desarrollar su juego.

Claro que ellos tuvieron, adelante, todo el esfuerzo de un Nieto que, sin las cualidad técnicas de quienes lo abastecían, supo aguantar cada pelota y llevar marcas para generar los espacios que hicieron de Huracán el equipo más goleador del torneo.

De alguna manera, el rol de Nieto me hizo acordar al que cumpliera en el Huracán campeón de 1973 Roque Avallay. Era imparable adelante, aun cuando el fútbol más vistoso lo pusieran los Brindisi, los Babington y los Houseman... más Larrosa, quien a pesar de ser mediocampista, fue el goleador de aquel equipo.

En cuanto al partido decisivo, fue emocionante como cualquier final, aunque ninguno de los dos mostró el nivel que habían tenido en el resto del torneo. Vélez no manejó los tiempos del partido como sí lo había hecho antes, ni Huracán desplegó el fútbol atractivo e híperofensivo de otras fechas.

Pero, como digo siempre, las finales no hay que jugarlas, sino que hay que ganarlas. Y eso fue, ni más ni menos, lo que hizo Vélez el domingo.

No puedo terminar sin mencionar los errores arbitrales. No descubro nada nuevo si digo que hubo tres equivocaciones grandes: el gol anulado a Huracán en el primer tiempo, el penal de Arano a Cubero en el segundo y la falta sobre el arquero de Huracán que deriva en el gol de Vélez.

De los tres, creo que el fallo más grosero se produjo en el gol de cabeza de Eduardo Domínguez, y estuvo a cargo del juez de línea. Es su responsabilidad decidir si había alguien adelantado o no, y si lo había, de juzgar si tenía intención de participar en la jugada.

Con las nuevas reglas y recomendaciones, el línea no debería haberse apurado en levantar la bandera. Si se hubiera tomado un poco más de tiempo, habría advertido que el jugador que cabecea no estaba adelantado, y que quien sí lo estaba no tenía intenciones (ni chances) de participar en la jugada.

Pero, en el fondo, los errores ya son historia. Y no opacan en lo más mínimo el título de un campeón que supo pelear contra la adversidad, una y otra vez. Ninguno de los dos, después del campeonato que hicieron, merecía que esto terminara asi.

Felicidades.

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