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A la cama sin cenar

BUENOS AIRES --Los italianos son increíbles.
-¿Por qué dice eso?
-Porque para haber sido los dueños de occidente se comportan como verdaderos provincianos. Tienen una concepción de la vida que se parece a la que tiene alguien que, habiendo nacido en un pueblo de 300 habitantes, nunca salió de ahí; y todo su saber se remite a la transmisión que supieron ejercer sus padres.
-No entiendo.
-¿Qué es lo que no entiende?
-No entiendo cómo se pone en evidencia ese provincianismo del que Ud. habla.
-Se manifiesta en cada acto de la vida, empezando por votar a Berlusconi. Y sigue con el hecho de que viven con la cuna del catolisismo literalmente dentro de casa -en el Vaticano- y, al mismo, tiempo, son los más grandes blasfemos del mundo. ¿Estuvo alguna vez en alguna ciudad italiana?
-Estuve en Roma hace algunos años. Una ciudad encantadora.
-Sin duda. Yo me atrevería a decir que es la más encantadora, pero eso no importa ahora. ¿Prestó atención a los insultos que profieren los italianos?
-Creo que no, o tal vez sí, pero como no entiendo el idioma...
-Todos los insultos tienen a la iglesia como pivote, como tema principal. Los insultos están todos dirigidos a Jescucristo, a la Virgen, a José, al Papa, a los santos en general y a algún santo en particular. Todos.
-¿Y eso por qué?
-No tengo idea. Supongo que por lo que dije antes: el hecho de tener al Vaticano dentro de casa, a lo mejor, los hace sentirse habilitados para emplear ese lenguaje. Entre nosotros, nadie se atrevería a tolerar que alguien insultara a su propio padre o madre, y sin embargo, dentro de casa, hay quienes son capaces de proferir esos insultos. A lo mejor a ellos les pasa algo parecido. De hecho dudo que un italiano toleraría, estando fuera de Italia, que alguien insultara en esos términos a las mismas figuras que él insulta estando en su país.
-¿Está seguro de que es así?
-No, no estoy seguro. Hablar en términos de sociedad es muy difícil, sobre todo para alguien como yo, que detesta a la especie humana, pero creo que podríamos confirmar lo que diga al confirmar que las patologías se repiten en muchos casos como los que le estoy narrando.
-¿Y a qué viene esto?
-A algo muy gracioso, tan gracioso que si no lo hubiera visto publicado en varios diarios, no lo creería. En realidad aún me cuesta creerlo.
-Cuénteme.
-La Federación Italiana de Fútbol aprobó la normativa según la cual van a resultar sancionados todos los jugadores que ofendan a la religión. La idea de castigar a quienes pronuncien blasfemias es para brindarles un buen ejemplo a los jóvenes.
-¿Y eso?
-El caso que está ahora en vilo es el de Gianluigi Buffon, el arquero de la Juventus y de la selección italiana, que en plena acción en el campo de juego profirió algo que incluía el nombre de Dios. Algo ridículo si lo que intentan, como parece ser, es investigar en base a la filmación de un primer plano televisivo donde se lo ve a Buffon mover los labios pronunciando en vano el nombre sagrado. Buffon podría decir que en vez de Dios (se dice Dio) estaba insultando a su tío (zio) o a alguien llamado Dino. El ejemplo no fue inventado por mí sino por el mismo Buffon, que piensa que la idea de sancionar los insultos puede ser justa, pero es inaplicable.
-¿Y cómo va a seguir esta historia?
-¿Cómo quiere que lo sepa? En cuanto la FIGC publique las nuevas normas de sanción, los árbitros podrán expulsar en el instante que escuchen la blasfemia por parte del jugador, o sino, el castigo puede llegar despúes de haber comprobado la prueba televisiva.
-¿Y a usted le parece mal?
-En absoluto, me parece perfecto, aunque sea imposible de llevar a la práctica. Siempre y cuando, claro, se limite solo a la expulsión y no comience una caza de brujas simplemente porque un jugador mandó a la mierda a un santo. En mi propia casa tengo prohibido que se pronuncien malas palabras, y el que lo hace se va a la cama sin cenar. Usted puede pensar que eso está mal, pero a mí me parece que los insultos contaminan el éter, como los residuos industriales contaminan el agua que bebemos. Si un árbitro escucha con claridad que un jugador blasfema, yo sería un poco más piadoso, más piadoso de lo que soy en casa: le advertiría que la póxima vez que lo escuche se iría afuera. Y si el jugador insistiera, bueno... ¡a la cama sin cenar!
-¿Pero sólo para las blasfemias a los insultos en general?
-Lo insultos ya están penados. Lo que se agrega es la blasfemia, es decir el improperio lanzado sin ningún destinatario de carne y hueso.
-Entonces definitivamente está de acuerdo...
-Sí.
-Por más que aplicar esa disposición indique, a mi juicio, una total ignorancia de lo que es el fútbol.
-¿Y qué es el fútbol?
-Un deporte apasionado, lleno de ruido y de furia...
-Mi amigo, si los jugadores a cambio de todo el dinero que cobran hicieran del fútbol algo un poco menos ruidoso y menos furioso me parecería fantástico. No estamos en una época donde haya necesidad de sumar más ruido y de más furia a nada. ¿No le parece?

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