Rafael Zamorano 10y

El legado de Manning no cambia

NEW YORK -- Nada ha cambiado cuando se trata del legado que dejará Peyton Manning cuando decida decir adiós a la NFL.

Para los aficionados que lo tenían como uno de los tres mejores mariscales de campo en la historia de la NFL --incluso para los que ya lo habían encumbrado como el Nº 1-- lo seguirá siendo, pese a la derrota de anoche en el Super Bowl XLVIII.

Para los que no creemos que esté entre los tres, cinco mejores pasadores que han pasado por la NFL, seguirá fuera de ese cerrado círculo que, sujeto a un largo y acalorado debate, podría incluir nombres como Otto Graham, Johnny Unitas y/o Joe Montana.

Peyton Manning seguirá siendo uno de los mejores pasadores que jamás haya pisado un emparrillado. Su carrera, interpretada en buena medida a través de números, así lo evidencia. Encima de todo, Manning acaba de completar su mejor temporada en lo individual a los 37 años de edad, ganando por quinta ocasión el nombramiento como JMV de la liga después de una campaña en la que destrozó varios récords de la liga.

Nadie puede dudar que sus méritos lo colocan, al menos, en el mismo vecindario de un Sammy Baugh, Roger Staubach, o Dan Marino. Canton puede empezar a trabajar en ese busto de bronce que recibirá cuando, eventualmente, sea enaltecido al Salón de la Fama, algo que ocurrirá en su primer año de elegibilidad con toda certeza.

La derrota del 2 de febrero del 2014 en el MetLife Stadium no va a alterar el curso de una historia que se empezó a escribir cuando los Indianapolis Colts lo seleccionaron Nº 1 global en el draft de 1998.

Manning no solamente colmó las absurdas expectativas con que arribó a la NFL como hijo de un legendario mariscal de campo de Ole Miss que en la NFL jugó brillantemente para una franquicia eternamente perdedora, sino que el hijo de Archie las superó, elevando hasta un nivel casi inaccesible lo que los observadores de la NFL nos hemos acostumbrados a esperar de él.

Y creo que ahí reside una buena parte de la discusión.

No vamos a minimizar el impacto que nos produjo el sorpresivo marcador de 43-8 de anoche, al estilo John Fox, quien dijo sobre su conversación con Manning posterior al encuentro: "Le dije que tuvo una gran campaña, una campaña de récords, y que solamente nos faltó un poco hoy".

No les faltó un poco. No les faltó ni cerca de poco.

Los Seattle Seahawks ganaron anoche de manera contundente porque fueron capaces de armar un equipo que no dependía de una actuación sobrehumana de ninguno de sus individuos.

Los Denver Broncos hicieron todo lo contrario.

Manning impuso una nueva marca de Super Bowl completando 33 envíos. Los números no mienten pero tampoco cuentan la historia completa.

Manning no salió fino y varios de sus pases, incluyendo la primera de dos intercepciones que lanzó en el cotejo, fueron simplemente pases malos. En varias instancias, sus balones se enterraron a los pies de sus receptores, y en otras más, terminaron por pasarse de largo ante las manos abiertas de sus receptores.

Pero culpar por la derrota a Manning es no entender cómo se juega el fútbol americano, y de paso, faltarle el respeto a los Seahawks.

John Elway y la directiva en Denver apostó a Manning como el eje alrededor del cual giraría el resto de la franquicia, copiando de algún modo el modelo que utilizaron los Colts por más de una década y que, recientemente, Jim Irsay y Bill Polian han sugerido pudo haber sido un error.

En una noche en la que Manning necesitó ayudó, no la recibió. No hubo forma de recibirla.

No se trata de afirmar que no hay talento suficiente en la plantilla de los Broncos como para pensar que no pueden ganar sin un brazo privilegiando poniendo el balón en el aire. Después de todo, este mismo equipo venció a los Pittsburgh Steelers en la Ronda de Comodines con Tim Tebow como titular.

Pero el sistema ofensivo de Adam Gase ya no lo permite.

El esquema de los Broncos se ha vuelto tan complejo, que es difícil pensar en la última vez en que la ofensiva simplemente salió de su reunión, se alineó, y sacó la jugada sin 18 ajustes previos por parte del Nº 18. La primera jugada ofensiva del encuentro, un safety producto de la falta de comunicación entre Manning y sus linieros, es consecuencia directa de ello.

Y cuando los receptores de los Broncos empezaron a evidenciar que fueron efectivamente intimidados por los golpes de la "Legion of Boom"; y cuando la defensiva permitió series largas que mantuvieron el ovoide fuera de las manos de Manning; y cuando los equipos especiales de Denver cometieron error tras error en el juego de posición de campo, se acabó todo.

Manning no perdió por sí solo el Super Bowl XLVIII.

Manning no era responsable de cubrir la devolución de patada de salida de Percy Harvin al principio de la segunda mitad, ni de cubrir en trayectoria de pase a Jermaine Kearse o Doug Baldwin, cuyas recepciones para touchdown delataron una carencia de técnica de tacleo alarmante para los Broncos, o al menos, una carencia alarmante de esfuerzo.

Los Broncos, como equipo, perdieron el Super Bowl XLVIII.

Un partido, por grande que sea el escenario y brillantes los reflectores, no puede borrar lo que ha hecho Manning a lo largo de su carrera como jugador. Por supuesto, que quita al momento de colocar su trayectoria en la balanza, pero no más de lo que hubiera puesto en caso de ganar.

No cualquier jugador alcanza la estatura suficiente entre el resto de los jugadores de la liga para provocar comentarios de sus rivales como los que emitió anoche Richard Sherman.

Peyton Manning terminará como uno de los más grandes que jamás ha participado en este deporte", expresó el defensivo de Seattle. "Simplemente tuvimos la bendición de poder jugar contra él. No lo puedo creer".

¿Y qué si no es el mejor mariscal de campo de todos los tiempos? ¿Y qué si no está entre los mejores tres o cinco que han lanzado un balón en la historia de la NFL?

¿Lo que nos ha enseñado a través de 15 extraordinarias temporadas no nos basta? Porque debería.

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