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Regresa el invierno a New York

NEW YORK -- El invitado no deseado llegó un día tarde a la sede del Super Bowl.

El área conurbada entre New York y New Jersey se convirtió en un caos climático este lunes, apenas unas horas después de que los Seattle Seahawks se proclamaron campeones de la NFL al vencer a los Denver Broncos.

Desde muy temprano en la madrugada, la lluvia comenzó a caer de manera ligera pero persistente sobre el MetLife Stadium y toda la región adyacente.

Después, alrededor de las 5 a.m., comenzó a nevar de manera consistente.

Alrededor de ocho pulgadas de nieve, calculadas por diversos servicios de pronóstico de clima, se acumularon en New York y para muchos foráneos involucrados con el Super Bowl XLVIII comenzaron los problemas para volver a casa.

Vuelos cancelados o al menos retrasados fueron la constante en los tres aeropuertos del área desde las primeras horas del día hasta ya avanzada la tarde.

"A mí me avisaron desde esta tarde [domingo] que mi vuelo, a las 6:00 a.m. [del lunes] no iba a salir, así que ya ni me preocupo por correr", declaró un periodista en el MetLife Stadium el domingo antes de la patada de salida. "A ver cuándo podemos regresarnos".

Sin embargo, el frío, la nieve, el agua, los charcos y todo lo que provocan varias horas de nevada nunca fueron impedimento para que cientos de personas se acumularan en la tienda departamental, que vendía en el área de Times Square la mercancía oficial del Super Bowl.

Ya una tradición de los últimos años, la rebaja de la mercancía que tuvo precios exorbitantes toda la semana se redujo primero al 50 por ciento y después aún más.

"Barato, pero no hay tallas de nada", comentó un fan de los Seahawks a su esposa, en medio de la "rebatinga" por conseguir una chamarra con el logotipo oficial en alrededor de 55 dólares, en vez del precio original de 110. "Hay que ver qué encontramos".

Cualquier cantidad de personas buscaban de manera afanosa algún recuerdo del tercer juego de campeonato con mayor margen de victoria, luego de la paliza de 43-8 de los Seahawks a los Broncos.

"Buenos precios, comparados con toda la semana. Todo estaba carísimo", dijo Carlos Prieto, un mexicano que viajó de Toronto para ver el Super Bowl. "Hoy compré playera, gorras y algunos regalos para mis amigos".

Afuera de la tienda, el tráfico peatonal y vehicular era evidente; taxis por todos lados con una inmensa mayoría de turistas que intentaban llegar a sus terminales, aéreas y terrestres, para salir de New York.

El llamado Super Bowl Boulevard ya había desaparecido desde la mañana, como si nada hubiera pasado el fin de semana en las calles de Manhattan que recibieron a más de un millón de visitantes.

Eran pocas las huellas de la "batalla"; los colores anaranjado y azul de los Broncos eran casi imperceptibles, como si la humillación en la cancha se hubiera extendido a la tribuna.

El azul y verde de los Seahawks todavía pululaba por doquier; algunos aficionados parecía que seguían "en vivo" el festejo que comenzó cuando los oficiales finalizaron el Super Bowl. Y otros con la preocupación de saber si podrían regresar en sus horarios programados.

Los aeropuertos convertidos en "romerías", algunas aerolíneas anticipando los retrasos y hasta gente ofreciendo premios al que quisiera ceder su boleto.

Pero al final de cuentas, todos, incluidos los habitantes de New York que nada tuvieron que ver con el fútbol americano, estaban felices de que los "dioses de la NFL" permitieron celebrar y disfrutar una semana de Super Bowl como nunca antes, muy diferente a las 47 ediciones anteriores.

"Fue un gran fin de semana", agregó Prieto, de 22 años, quien llegó el jueves por la mañana a New York. "Fue algo increíble, me divertí muchísimo, sin que el clima tuviera nada que ver".