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Limpieza de agua, la promesa que Río no pudo sostener

RIO DE JANEIRO -- En agosto, las barreras instaladas a lo largo de más de una docena de los menguantes ríos de esta ciudad brasileña contendrán la basura que de otra forma se desplazaría a los circuitos de los navegantes olímpicos. Una flotilla de embarcaciones patrullará a fin de evitar que residuos se enganchen en timones o en quillas, y hagan perder a alguien una medalla. Una parte de los desechos humanos no tratados que durante mucho tiempo han ensuciado las playas, los muelles y la pintoresca laguna de Rio será desviada de las sedes de las competencias, para tranquilidad de los atletas que las navegarán.

Al menos eso es lo que se ha prometido. Es una de la más reciente ola de promesas a medio cocinar hechas cuando quedó claro que no se podría cumplir la primera.

Un sol brillante crepuscular resalta la silueta irregular de las montañas que se encuentran detrás de Martine Grael, quien expresa sus dudas en una playa sembrada de veleros, luego de un día de competencias de una regata internacional en la bahía de Guanabara. Grael, de 25 años, es una miembro reciente del equipo olímpico de Brasil 2016. También es hija de un medallista de oro, de modo que estas aguas casi la vieron nacer. Habla con triste convicción, como la de los que son testigos del sufrimiento de un ser amado.

"No hay duda de que su tratamiento y la educación son los principales factores a atender para lograr la limpieza de las aguas, y no he visto casi ninguna acción a ese respecto", afirma Grael. "Rio tiene una línea costera de gran longitud, y a la gente le gusta ir a las playas, pero a nadie parece importarle que cada vez estén más y más sucias.

"El agua sigue estando sucia y algunos días, maloliente, y la verdad que no sé. No hace falta investigar mucho para entender que las cosas no van bien".

La propuesta final que presentó Rio en 2009 para alojar las Olimpíadas incluyó un compromiso de enfrentar en siete años un desastre medioambiental que tomó décadas crear. La ausencia generalizada de infraestructuras sanitarias modernas fue enmascarada como una ventaja por los líderes de la campaña a favor de Rio. El llamado directo y adulador que ellos hicieron al Comité Olímpico Internacional fue el siguiente: Derramen sobre nuestra ciudad el poder transformador de tres semanas de su gran evento. Necesitamos las Olimpíadas más que Chicago, más que Madrid.

Los términos de la oferta afirmaban que para el año 2016 se recolectaría y se le aplicaría tratamiento al 80 por ciento del volumen total de aguas residuales, y establecían el compromiso de regenerar totalmente la laguna Rodrigo de Freitas en la que se realizarán las competencias de remo, de canotaje de velocidad y de kayak.

El documento afirmaba que la economía brasileña gozaba de estabilidad, y caracterizó al financiamiento de los Juegos Olímpicos Rio 2016 como "asegurado". A apenas seis meses de la ceremonia de inauguración, no obstante, impera la recesión, la inflación se dispara hasta alcanzar dos dígitos y el presupuesto de los Juegos se ha visto muy afectado. El sistema de salud de Brasil, que ya estaba tambaleante, ahora tiene que enfrentarse a la epidemia emergente del virus Zika.

El Gobierno y los funcionarios del comité organizador se quitaron desde hace mucho tiempo la máscara de que se cumpliría con los compromisos de reducción de la contaminación indicados en la propuesta.

"No se van a alcanzar, porque no hubo los niveles suficientes de compromiso, de financiamiento ni de energía", declara a Outside the Lines Mario Andrada, vocero de Río 2016. "No obstante, finalmente obtuvimos algo de lo que ha carecido la bahía durante generaciones, que es la voluntad pública para su limpieza.

Nadie quiere tener invitados en su casa y que la casa esté sucia. De modo que si no podemos cumplir nuestros compromisos, debemos seguir trabajando hasta el último minuto a fin de lograr que los atletas puedan competir en aguas seguras, y lo hemos estado haciendo".

No es por mucho la primera vez que ha habido grandes vacíos en los Juegos Olímpicos entre la palabrería de vendedor y la ejecución en la realidad. A Sydney le costó cumplir los compromisos de limpieza de su famosa bahía antes de los Juegos del año 2000, y todavía sigue batallando para alcanzarlos. Los Juegos Beijing 2008 fueron considerados por los investigadores como las Olimpíadas más contaminadas de la historia, debido al humo en la atmósfera, a pesar de la imposición gubernamental de parar vehículos y cerrar fábricas. ¿El resultado? No ha habido un mejoramiento permanente de la calidad del aire, pero aún así Beijing alojará los Juegos de Invierno de 2022.

El Comité Olímpico Internacional, que es la única entidad que tiene la influencia suficiente para regir sobre las promesas hechas en las ofertas, nunca ha retirado de ninguna ciudad las Olimpíadas, sin importar los problemas que hayan quedado al descubierto en la ruta a los Juegos. El presidente del COI, Thomas Bach, ha seguido afirmando que las aguas serán seguras para las competencias, y que todo avance tangible hacia los Juegos de Verano es mejor que ninguno. Los funcionarios del COI no respondieron inmediatamente a las múltiples solicitudes de declaraciones que les hizo Outside the Lines.

Juliana Barbassa, periodista y escritora brasileña, vio crecer sus esperanzas de un cambio en las condiciones de limpieza de Rio cuando a la ciudad le otorgaron los Juegos. Ahora siente una gran inquietud por los retrocesos. En su libro más reciente, "Dancing with the Devil in the City of God", muestra una semblanza sin adornos de los desafíos medioambientales y sociales de Rio, y afirma su conclusión de que las Olímpicas no convertirán a la ciudad en una urbe dorada. Afirma que los señalamientos contra los responsables deben empezar y terminar en casa.

"En un momento dado tuvimos, como decimos aquí, el cuchillo y el queso en las manos", nos dice Barbassa por vía telefónica desde Rio. "Por un momento tuvimos el dinero, la voluntad política, el objetivo y la mirada del mundo para atender un problema muy importante, que afecta todos los días la cotidianidad de los residentes de Rio." También nos dice que las ventanas de la casa de sus padres en el opulento barrio de Barra da Tijuca están abiertas, y que el viento trae hedor cloacal desde la laguna de Marapendi.

Las indefiniciones

El mismo hedor se abre paso a través de la rendija de la ventana del auto que nos lleva de ida y de vuelta al aeropuerto internacional de Rio, a través de una carretera que pasa por vertederos de basura en la zona interior de la bahía de Guanabara. Un descarado conductor de la localidad brinda a los pasajeros una ráfaga del tufo, al meterse a la fuerza en el carril más cercano a los vertederos durante la hora pico del tránsito.

Tan profundos y tenaces como los problemas de salubridad de la ciudad, es difícil calcular la magnitud de los riesgos que amenazan este verano a los atletas olímpicos. Algunos se enfermaron en eventos deportivos de preparación el año pasado, pero ningún caso ha sido vinculado de manera pública y definitiva a las aguas, descartando la comida y otras fuentes.

"La epidemiología es una ciencia que aborda la salud de grandes poblaciones, no de individuos", afirma Joseph Eisenberg, profesor de epidemiología de la Universidad de Michigan, quien estudia los vectores de las enfermedades transmitidas por el agua. "Se basa en asociaciones estadísticas, no en factores deterministas." Indica que, en el caso de epidemias de gran escala, se hacen pruebas a los posibles entornos causantes. Pero no se ha enviado al lugar de los hechos ningún equipo de científicos vestidos de trajes protectores a investigar los microbios que causaron afecciones del sistema digestivo a un puñado de atletas.

Varios casos fueron objeto de atención mundial, por los hallazgos de una investigación reporteril en curso de la agencia Associated Press que reveló, a partir de los resultados de pruebas independientes, niveles atemorizantes de contaminación bacteriana y viral en las sedes de las competencias olímpicas y en sus alrededores. La serie de reportajes generó un debate público en cuanto a si las autoridades brasileñas deberían hacer investigaciones en busca de virus, pero el Gobierno y los organizadores de Rio 2016 defendieron su metodología como coherente con los estándares de la Organización Mundial de la Salud.

La más notoria de las afecciones sufridas por los atletas fue una infección de la piel que cavó una brecha en la pantorrilla del navegante alemán Erik Heil, que posteriormente fue atribuida a la MRSA. La MRSA es una bacteria multirresistente que se reproduce en los entornos hospitalarios, y que también ha atacado a los practicantes de deportes en tierra.

Heil y su médico afirmaron el verano pasado que piensan que el patógeno fue transmitido por el agua. Pero por ahora no hay ninguna causa ni efecto concluyentes del caso de Heil, ni de ningún otro caso reciente. Sólo hay especulaciones, suposiciones, y la imposibilidad de descartar las aguas como causa. Los expertos utilizan simulaciones, tales como la QMRA (evaluación cuantitativa de riesgos microbianos), para hacer proyecciones a partir de datos sin procesar acerca de las enfermedades transmitidas por el agua, pero la calidad del agua en las sedes de las competencias puede variar de un día para otro debido a las lluvias, el viento, las corrientes y las mareas. La susceptibilidad de cada individuo ante las afecciones depende de su edad, de factores genéticos, de su sistema inmunológico y de contactos anteriores.

Los atletas recibirán múltiples vacunas, se impregnarán de desinfectantes para las manos, se ducharán tan pronto como puedan después de cada competencia y apelarán a remedios caseros, que van del Listerine al Jägermeister, pero nadie puede garantizar qué precauciones serán eficaces.

Outside the Lines obtuvo un documento confidencial de planeación del Comité Olímpico Estadounidense de fecha octubre de 2015, en el que se indica que el comité no ha dejado de tener inquietudes acerca de la posible presencia de contaminantes virales y bacterianos en las aguas. También indica que el Comité no ha perdido las esperanzas, pero que no prevé que vayan a ocurrir reducciones importantes (en cursiva en el documento del Comité) en los niveles de patógenos virales y bacterianos de las sedes de las competencias.

"No hay manera de eliminar completamente el riesgo de infecciones y de enfermedades al participar en deportes acuáticos, y especialmente en las aguas de Rio", afirma el documento.

Según el presidente ejecutivo del comité, Scott Blackmun, no se cuenta con la autoridad de exigir a los deportistas su retiro de las Olimpíadas por motivo de condiciones desfavorables, por lo que el comité se ha enfocado en suministrar información y en reforzar el acceso a asesoría médica.

"Las aguas de Rio son sucias.", declaró Blackmun a Outside the Lines en una entrevista la semana pasada. "Debemos hacer todo lo que podamos a fin de evitar que nuestros atletas se enfermen cuando estén allá. Pero en el pasado nuestros atletas han competido en condiciones difíciles en muchas, muchas, muchas ocasiones en todas partes del mundo, y se trata sencillamente de asegurarnos de que nuestros preparativos estén orientados de manera específica a las condiciones que vamos a encontrar en Rio".

Haley Anderson, quien fue medallista de plata en Londres 2012 en natación en aguas abiertas y logró calificarse para competir en Rio, afirma que se apoya en sus entrenadores, en la organización USA Swimming y en el Comité Olímpico Estadounidense para recibir asesoría veraz acerca de su seguridad.

Anderson nos dice, al borde de una piscina inmaculada en Los Ángeles a finales del año pasado y con claras señales de frustración, que algunos observadores bien intencionados le han aconsejado muchas cosas, todas muy distintas, entre ellas que no debe nadar allá, de ninguna manera. "Sólo puedo decirles, ‘Seguro, logro formar parte del equipo olímpico para después decidir que no voy a competir. Díganme qué lógica tiene eso'".

Muy pocos atletas, sin importar su nacionalidad, cavilan mucho sobre el tema. Fueron entrenados para cumplir el calendario y concentrarse en lo que esté bajo su control. Hay excepciones, tales como el caso de Martine Grael, que afirma que en las sesiones de entrenamiento ha sacado del agua televisores, y la del windsurfista holandés Dorian van Rijsselberghe, el actual campeón olímpico. Dorian, quien es embajador de la fundación ecológica Plastic Soup, llamó "asquerosamente sucias y peligrosas" a las condiciones en Rio, en un mensaje que escribió en un blog luego de ganar el evento Copa Brasil de Vela en la bahía de Guanabara en diciembre:

"Un miembro de nuestro equipo de entrenadores casi vomita al entrar a la bahía olímpica", escribió van Rijsselberghe en un mensaje que fue traducido y publicado en el sitio web de la fundación.

"Aguas cloacales. Los atletas no hablan de eso. ... No están allí para hacer frente a los problemas medioambientales del mundo. Pero todos están inquietos y profundamente preocupados.

"Me contenta haber ganado la semana pasada. Tal vez gané porque fui el que tenía menos basura pegada a mi quilla".

El contraste entre la hermosa topografía de Rio y el horror de sus aguas impactó a van Rijsselberghe al participar en su primera competencia allí, en el año 2013. "Tuvimos que hacer maniobras sobre nuestras tablas para sortear sillas plásticas de jardín, animales muertos y un refrigerador", nos dice en una entrevista telefónica. En esta oportunidad vio una menor cantidad de objetos sobre las aguas, y no supo de ningún atleta holandés que se haya enfermado, pero sigue estando perturbado por las condiciones. "No es tan sencillo como poner unos cuantos filtros aquí y allá", afirma.

Otros atletas reconocen que están sintiendo algo que podría llamarse culpabilidad anticipada del sobreviviente. Saben que pueden aterrizar en Rio, estar allí unos días o unas semanas, y luego tomar un avión para volver a aguas más limpias y médicos diligentes. Y en este momento que los investigadores trabajan furiosamente para encontrar la manera de contener al virus Zika asociado a malformaciones congénitas, ¿quién se va a estar quejando acerca de afecciones gastrointestinales y de erupciones en la piel?

Los planes de la triatleta estadounidense Sarah True, de 34 años, están diseñados para reducir al mínimo su riesgo al jugar la ruleta de las enfermedades. Llegará a Rio inmediatamente antes de su competencia, no estará allí durante la mayor parte de los Juegos y se abstendrá de todo entrenamiento de nado en el circuito frente a la playa de Copacabana. Y aún estando concentrada en una meta a la que dedica todo su tiempo y energía, afirma que no puede dejar de lado la manera como ella encaja en un esquema más amplio.

"Según todo lo que tengo entendido, lo peor que puede ocurrir en la competencia es que, varios días después, pudiera estar un poquito enferma", dice True, quien ocupó el cuarto lugar en las Olimpíadas del año 2012. "En el esquema más amplio, es un riesgo que estoy dispuesta a correr. Estoy mucho más preocupada por la gente que vive allí, a quienes le hicieron grandes promesas de que su entorno iba a mejorar.

"Hubieran podido hacer cambios realmente de gran magnitud. Se suponía que dichos cambios iban a ser algunos de los beneficios netos. Me parece lamentable que no se hayan cumplido esas promesas".

Algunos le dan poca importancia. La herencia ya diluida de Rio en cuanto a sus aguas no fue ninguna sorpresa para los expertos conocedores del alcance de la difícil tarea.

"¿Cómo pudo haber procedido el Comité Olímpico Internacional bajo la suposición de que eso no sería un problema?", dice William Pan, profesor asistente de la Universidad de Duke especialista en salud medioambiental global. "La comunidad científica está muy al tanto de que la calidad de las aguas de Rio no es muy buena. No debe sorprender a nadie que los atletas que participarán en las Olimpíadas estén muy preocupados por el contacto que tendrán con distintos patógenos en las aguas, porque es un hecho.

"Es bueno que salga a la luz pública. No estoy seguro acerca de qué hacer al respecto. No es posible limpiar rápidamente las aguas".

El joven

Pablo Nunes Meireles se mueve inquieto sobre la cubierta de la mini eco-embarcación, deseoso de demostrar sus conocimientos de patrullaje de las aguas de su ciudad. Es un recio joven de 14 años que lleva puestas gafas de montura negra, y que sostiene una red que combinada con su optimismo natural, es su arma más eficaz contra las malas condiciones que lo rodean.

La embarcación comienza a desplazarse, tragándose la basura que flota en la superficie. El joven deja caer la red, cuya malla ya está amarillenta por el uso, a través de una escotilla abierta y la saca para luego vaciar su contenido: un envase de jugo, un material plástico de envolver y otros desperdicios diversos; en un contenedor de basura. Sin guantes y con desenfado de cosa habitual, retira del marco de la red un condón usado y lo arroja al recipiente. Ser un buen ciudadano no siempre es agradable.

Pablo y su medio hermano mayor, Hugo, viven en un distrito del estado de Rio llamado Jurujuba, frente a Rio al otro lado de la bahía y adyacente a la ciudad de Niteroi. La mamá de Pablo es maestra, y está casada con el papá de Hugo que es obrero de la construcción.

Su casa, de ladrillos de cemento cubiertos de friso sin pintar, está en las alturas de una colina en un barrio llamado Peixe Galo, una favela que no tiene el aura tenebrosa de las de la ciudad, pero que sigue siendo un lugar en el que los delitos y las drogas continúan cobrando vidas de gente joven. El lugar encarna el solapamiento entre los ricos y los pobres de Rio. Desde la favela se observa el exclusivo club marítimo Clube Naval Charitas, cuyas canchas de tenis y su piscina se pueden ver a través de un denso follaje desde las casas construidas en la ladera de la colina.

Las familias como la de Pablo disfrutan de algunas comodidades, como televisores de pantalla plana, pero tienen que arreglárselas ellos mismos para hacer sus servicios sanitarios. Las aguas servidas del lavamanos, del lavaplatos y del inodoro descargan en un tubo de PVC que las lleva a una lavarropa desechada fija a la ladera. Otro tubo dispersa las aguas sobre el suelo.

Los niños de Peixe Galo y de otros barrios pobres de la zona tienen acceso a otros tipos distintos de oasis. Bajando de la colina y al otro lado de la calle se encuentra el Instituto Rumo Náutico/Projeto Grael de la familia Grael, posado sobre las aguas del local renovado de un restaurante, pintado de un cálido tono de ocre. El instituto es promovido por el clan más prominente de veleristas de Brasil: el dos veces medallista de oro olímpico Torben Grael, el papá de Martine; su hermano Lars, dos veces medallista de bronce, y su hermano mayor Axel, cuya esposa, Christa, lleva el día a día del instituto.

El programa lleva a embarcaciones de vela a niños de pocos recursos de 9 años de edad o más. El concepto es que cuando queden encantados con el viento, el mar y la libertad de elegir una ruta, aprenderán a respetar y a cuidar el medio ambiente. Asisten a clases, trabajan en la eco-embarcación del instituto y aprenden oficios tales como carpintería, reparación de fibra de vidrio y electrónica.

"Es lo único que tenemos", dice Pablo acerca de la bahía de Guanabara. "Creo que las personas que nos miran desde afuera ven algo, digamos, sucio, pero pienso que se puede arreglar".

Axel Grael es el vicealcalde de Niteroi, y en el pasado fue un funcionario estatal a cargo del medio ambiente y participó en su primera protesta contra la contaminación en el año 1980, para evitar que los barcos sardineros desecharan las vísceras de los pescados en la bahía de Guanabara. A partir de ese momento ha visto repetirse los ciclos de activismo y de energías que cobran fuerza, para luego apagarse.

"Si se compara a Rio con todas las demás ciudades que han sido sede de las Olimpíadas, no es primera vez que no se ha logrado alcanzar los objetivos", dice Grael. "Por otra parte, estoy seguro de que el de Rio de Janeiro va a ser el peor circuito de navegación a vela que alguna vez se haya ofrecido. Es una vergüenza que vayamos a ofrecer condiciones tan malas. Pudo haber sido mucho mejor".

Grael se refiere a la basura que se descarga en la bahía de Guanabara, no a las posibles enfermedades que pudieran afectar a los navegantes. No recuerda que en nadie de su familia extendida se haya enfermado por las aguas, y considera que eso no será un problema para los atletas extranjeros este verano. Pero la basura se ha convertido en un elemento tan universalmente presente en las aguas oceánicas de Rio que se hace necesario seguir su desplazamiento.

El año pasado, como parte de un plan estratégico más amplio que incluyó el diseño de las eco-barreras que se están construyendo a lo largo de los ríos de la zona, el Projeto Grael contribuyó a desarrollar un modelo inteligente que permite encontrar las aglomeraciones de basura que se forman en la bahía, con el uso de flotadores provistos de GPS que permiten determinar las corrientes. "El concepto era predecir en qué lugar estarían las basuras al día siguiente", dice Grael. "Las eco-embarcaciones son muy lentas. Comienzan a trabajar a las 8 de la mañana. Si tienen que buscar las aglomeraciones de basura, llega la hora de almorzar antes de que hayan empezado a trabajar."

Las heroicas eco-embarcaciones son mejores que nada, pero son paños tibios con los que se pretende curar heridas graves. Navegantes como Brad Funk, un atleta estadounidense que compite en la categoría de los 49er, tienen que desarrollar habilidades de retiro de basuras de los timones y de las quillas, como bolsas plásticas y otras, y hacerlo con la mayor rapidez.

"En otros lugares lo que se acumula son algas", afirma Funk después de un día de competencia en Guanabara en diciembre. "Forma parte de nuestro deporte. Pero sin duda aquí ocurren más cosas, y también sin duda debe haber más embarcaciones en operación.

"Tienes que abrirte camino a través de la basura, y visualizar en qué lugar se encuentra el centro de la embarcación, tratando de evitar piezas de mobiliario, bolsas de basura, animales y todo lo que se te ocurra. Y después lo que tienes ante ti es belleza y color azul, y observas la brisa. Puede ser una pista de obstáculos. Especialmente cuando llueve."

Las pruebas realizadas por la Associated Press mostraron altos niveles de contaminación viral en la bahía, aún costa afuera, en los circuitos de las competencias. A pesar de eso, los navegantes dicen que les encanta el entorno particular de Rio y sus más puros desafíos del viento y de las corrientes, y que nunca se ha pensado seriamente en una sede alterna. Peter Sowrey, antiguo presidente ejecutivo del organismo rector mundial del velerismo, dijo a la AP que fue expulsado de su trabajo el año pasado después de apenas cinco meses debido a que presionó por una sede alterna. La federación rechaza esas afirmaciones, y no se tuvo acceso a Sowrey para más comentarios.

Aún en la linda y pequeña bahía en la que el instituto de los Graels es como un faro guía, hay basura visible sobre las aguas. Cerca de una playa a unos pocos cientos de metros se puede ver una muñeca que flota sobre su pecho, sin ropas y con el cabello extendido flácidamente. Es una imagen perturbadoramente humanoide, un desmentido silente a los máximos esfuerzos.

El biólogo

Sobre la embarcación de 32 pies que se desplaza lentamente a través de la Marina da Gloria, adyacente a la zona en la que zarparán los navegantes olímpicos, el biólogo Mario Moscatelli se yergue sobre la popa sosteniendo en sus manos una cámara Canon con telefoto. Señala la superficie del agua, en la que ve flotando objetos que parecen tener el color y la consistencia de materia fecal. "M---. M---. Montones de m---," dice luego frente a la cámara, enfatizando las eres como un redoble de tambor.

Lleva puestos zapatos abiertos de plástico, pantalones azules de camuflaje, un chaleco de muchos bolsillos y una gorra de pelotero con el emblema del Nostromo, el carguero espacial de "Alien."

"Me encanta la ciencia ficción", dice Moscatelli en un inglés entrecortado pero repleto de determinación. "Me encanta ‘Star Wars,' ‘Alien,' ‘The Terminator.' Tengo mi propia mitología acerca de los problemas del medio ambiente. Mantengo una interrelación entre mi realidad y las películas. Así funcionan mi mente." Toma aire. "Porque estoy en combate con toda esta situación."

Moscatelli enfrenta la contaminación como algo personal, como si fuese bilis amarilla que gotea de las fauces de un monstruo que amenaza a su familia. Según su registro no oficial, este tour con el grupo de Outside the Lines será su salida número 15 con reporteros previa a las Olimpiadas. Afirma que los reporteros son mucho más receptivos a lo que tiene que decir que sus compatriotas brasileños. Sus protestas a veces sólo convocan a 15 o 20 personas ya fuertemente comprometidas. "No entiendo qué pasa por la mente de los cariocas", nos dice.

Cuenta con una aliada: una antigua compañera de estudios y amiga, la microbióloga Rosemary Vega, quien ha participado en las manifestaciones de Moscatelli. Vega, una mujer diminuta y enérgica que trabaja en el laboratorio de un hospital, creció en la playa de Flamengo en el corazón de la ciudad, en la que nadaba todo el tiempo. No se ha metido en las aguas de Rio en los últimos ocho años, porque le teme a lo que pudiera haber en ellas.

Sus inquietudes se desbordaron en el año 2014, después de leer un artículo de una revista científica en el que se decía que cepas de bacterias resistentes a los antibióticos, que normalmente se encuentran en los entornos hospitalarios y que son las mismas con las que ella trabaja en su laboratorio, habían sido detectadas en dos muestras individuales tomadas de dos playas de Rio, la Flamengo y la Botafogo. "Pasaron por mutaciones genéticas para hacerse resistentes", dice Vega. "Siempre le digo a los estudiantes, ‘Saben qué, son mucho más listas que nosotros. Quieren preservar su especie'".

Moscatelli quiere recorrer zonas más lejanas de la bahía, en la que se acumula basura en sus costas por la acción del viento y las mareas. La embarcación pasa frente al aeropuerto nacional y por la zona del centro de la ciudad, con el impactante perfil halado del nuevo Museo del Mañana. En Duque de Caxias, una comunidad en la que el tratamiento de aguas servidas es casi inexistente, la marea está demasiado baja para permitir el acceso a la costa , pero el tufo del cieno evidencia por sí solo la situación.

En la isla de Pombeba, el hedor es impresionantemente pútrido y asfixiante. Moscatelli señala un lugar más allá de las ennegrecidas marismas, en el que hay un grupo de manglares, apenas unos pocos de los que él ha sembrado en aguas afectadas de las inmediaciones de Rio con la esperanza de que las toxinas que extraen del agua ejerzan un efecto de defensa contra aquellos que las envenenan, los guardias imperiales de esta narrativa.

Flores de color fucsia pálido, que parecen fuera de lugar, resplandecen sobre la cubierta terrestre que dejamos atrás. Una bombilla fluorescente explota bajo nuestros pies. En el límite de la vegetación hay una hilera de desechos. En una zona pequeña hay envolturas de caramelos; un brasier negro sin tirantes; una llanta; un paragolpes de auto; un balón de fútbol miniatura desinflado; una cartera de niño de color rosado fuerte; un muñeco troll sin cabeza; un animal de juguete con una franela del número 8 del equipo brasileño; una maleta rota de color gris casi desvanecido; un morral relleno de arena; un zapato de futbolista con la suela parcialmente desprendida; un recipiente de fórmula para bebés; una rueda de coche de bebé; un tubo de pasta de dientes; docenas de bolsas, vasos y botellas plásticas que alguna vez se usaron en bebidas, enjuagues bucales, mostaza y detergentes domésticos; los principales ingredientes de la "sopa" que van Rijsselberghe y otros aborrecen.

Una pequeña funda de cintura con cierre de colores marrón y blanco se destaca entre los objetos comunes. En él hay un documento brasileño de identidad, con la fotografía y la huella digital de una mujer de 76 años y otros artículos personales, empapados e impregnados del mismo hedor rancio del resto de la basura anónima. Su nombre es muy común, y no hay ninguna dirección. No hay éxito al buscarla en la Internet. No hay manera de saber si está viva o no, ni desde qué tan lejos su imagen laminada pudo haber sido arrastrada por las corrientes de la bahía.

La playa

Bajo la sombra de un parasol cerca del arco de partida y llegada de la Carrera del Rey y la Reina de los Mares, exclusivamente invitacional, el nadador de aguas abiertas Chip Peterson está sentado en silencio con su compañera Christine Jennings del equipo estadounidense. Un grupo alegre y parlanchín se reúne cerca del promontorio en el extremo sur de la playa de Copacabana, a la espera de ver a Peterson y al resto de los convocados, que incluye atletas olímpicos del pasado y potencialmente del futuro.

Los circuitos de la competencia olímpica de 10 kilómetros y del segmento de nado del triatlón serán establecidos en agosto, en este paisaje de intensa yuxtaposición del mar, las montañas y edificaciones bañadas por el sol que bordean la luna menguante de arena, como un collar de perlas desiguales. Aparte del paisaje hollywoodense, Copacabana ofrece una zona urbana costera resguardada, agitada por los vientos y las mareas, pero no tan al descubierto como las cercanas Ipanema y Leblon.

Peterson, de 28 años, vino por primera vez a Rio en el año 2007 para competir en los Juegos Panamericanos. Ganó un campeonato mundial de 10K siendo un joven prodigio de 17 años, y buscaba participar en un evento olímpico inaugural en Beijing 2008.

Pocos meses después de esa carrera los médicos le diagnosticaron a Peterson colitis ulcerosa, una enfermedad inflamatoria crónica del intestino cuyos episodios exigen hospitalizaciones cada vez más prolongadas. La enfermedad descarriló dos intentos sucesivos de integrar el equipo olímpico. Peterson finalmente decidió que se le amputara el colon. Una vez recuperado continuó participando en competencias de élite, pero no logró la calificación para Rio.

Los investigadores piensan que la enfermedad está influida por factores genéticos y del ambiente. Peterson no puede demostrar que las aguas de Rio desencadenaron su enfermedad, pero la línea punteada se hizo más oscura cuando a su compañera del equipo estadounidense, Kalyn Keller Robinson, se le diagnosticó una afección similar, la enfermedad de Crohn, luego de su participación en la misma competencia en el año 2007. Keller pasó a retiro poco después. No conocen de ningún otro nadador que haya sido afectado de manera similar. Los dos forman un misterioso grupo de dos individuos.

¿Por qué querría Peterson sumergirse otra vez en aguas que pudieran haberle costado tanto? Por la misma razón que muchos atletas se la jugarán este verano: el riesgo es menos tangible que las recompensas a obtener. "En cierta manera considero que ya lo peor pasó, y puede que un rayo no caiga dos veces en el mismo lugar", dice Peterson, quien también compitió en Rio en el año 2014. "No hay manera de saber si la enfermedad pudiera haber aparecido en alguna otra parte en algún otro momento.

"‘Una medalla de oro bien vale una pequeña diarrea' es algo que he escuchado de otros atletas."

Las investigaciones de la Associated Press encontraron niveles bacterianos de valores aceptables en Copacabana, menos alarmantes que los de la bahía de Guanabara y que los de la laguna, y detectaron bajos niveles de contaminación viral del pasado agosto. Las pruebas gubernamentales muestran que las aguas son casi siempre aptas para bañarse en ellas.

Luiz Lima, dos veces miembro del equipo olímpico de natación de Brasil, se entrena todos los días en Copacabana como integrante de un club llamado los Gladiadores, y afirma que se siente perfectamente seguro. "El problema es la basura," afirma, parado al borde del agua. "La gente en Brasil no pone la basura en la basura."

Steven Munatones, experimentado organizador de eventos internacionales de aguas abiertas y fundador de la asociación World Open Water Swimming, ha hecho con anterioridad varios viajes a Rio y afirma que la calidad del agua; medida por su sabor, color, visibilidad y la ausencia de síntomas en él mismo; generalmente es muy buena. De las 60 veces aproximadamente que ha nadado en Copacabana, sólo puede recordar una vez en la que las condiciones eran, en sus propias palabras "asquerosas."

Los nadadores de aguas abiertas, una raza de atletas autosuficientes, a menudo capean las aguas dudosas de Rio y de otras partes colocándose Vicks VapoRub en las fosas nasales antes de las competencias, para protegerse de los olores, lavándose la boca con enjuagues bucales, para matar los gérmenes, y bebiendo posteriormente una Coca Cola sin gas, para acomodar sus entrañas. Los nadadores alemanes Christian Reichert y Angela Maurer ponen la mano en el fuego por un trago de Jägermeister en las noches luego de las competencias. Jennings, quien recientemente se retiró de las competencias de alto nivel, afirma que ella y otras personas a veces apelan preventivamente a antibióticos.

Munatones afirma que existe una situación de peor caso posible respecto a los eventos olímpicos en Copacabana, que pudiera generarse si se aúnan tres fenómenos naturales: fuertes lluvias los días anteriores, que descargarían residuos de las calles en las arenas, vientos del noreste, que arrastrarían la basura que hay en la bahía, y una marea baja, que causaría que los desechos y las bacterias se acumulen en la zona de las competencias. Observa que el mes de agosto corresponde a la estación seca, y que las posibilidades de que el viento y las mareas sean muy buenas, o muy malas, son relativamente bajas.

La FINA, el organismo rector de la natación, hizo el seguimiento de los atletas participantes en el evento de prueba 10K de agosto de 2015 , e indicó que ninguno se enfermó. No obstante, el día de la competencia fue de fuertes vientos, y Ricardo Ratto, funcionario brasileño a cargo de la natación, dijo que los últimos seis años de datos meteorológicos muestran que esa semana específica de agosto es la más dura del año.

No existe una sede alterna para los eventos, y las competencias de aguas abiertas y de triatlón están programadas una después de la otra la segunda semana de los Juegos. El triatlón femenino está programado para el día anterior a la ceremonia de cierre. Si se deteriora la calidad del agua y/o las condiciones, será difícil que los funcionarios puedan cambiar de rumbo.

Peterson, quien ha nadado en el océano toda su vida y es hijo de un biólogo marino, afirma que se debe atender a las aguas de Rio por razones más allá de su propia vivencia.

"Estamos haciendo mucho énfasis en ellas debido a que hay una competencia en la que participan 50 atletas, pero se trata de una ciudad de 6 millones de personas que no gozan del mismo nivel de tratamiento de las aguas ni de todos los beneficios a los que estamos muy acostumbrados en Estados Unidos", dice Peterson. "A escala mundial, descargar aguas servidas en nuestros ecosistemas no va a hacer bien a nadie, durante generaciones por venir."

La laguna

Andrew Kallfelz, quien representó a la Universidad de Cornell en remo a finales de los años 1980, tuvo temor respecto a lo que sus dos hijas enfrentarían en el campeonato mundial junior de remo realizado en la laguna Rodrigo de Freitas en agosto pasado. Había leído los reportajes de la AP y visto fotos de las periódicas muertes masivas de peces que sofocan la superficie de las aguas con cadáveres de color plata.

Se sorprendió positivamente. "Llegamos allá pensando que iba a ser una cloaca, pero fue una belleza", dice Kallfelz. "Nunca vi basuras, ni sentí malos olores."

Aún así, dado lo que pudiera estar acechando a nivel microscópico, fue ligeramente perturbador ver a su hija Eliza, de 16 años, volcar su bote y regresar a él durante la semifinal de la competencia de remo corto individual. "Creo que hubo un momento en el que ella se dijo ‘Dios mío, estoy flotando en esta cosa'", dice su padre. Pero Eliza no se enfermó, mientras que miembros de la comitiva estadounidense que no estuvieron en contacto directo con las aguas sí lo hicieron.

Fue una jornada difícil para el equipo junior estadounidense, que se convirtió en el centro de mucha atención cuando trece atletas y cuatro miembros del personal se enfermaron durante las competencias, con síntomas de vómitos y diarrea. Ningún otro equipo presente en Rio se enfermó en la misma medida, ni en una mucho menor. El médico, y uno de los entrenadores presentes, la dos veces medallista de oro olímpico Susan Francia, quien también se enfermó, dijo a la Associated Press que sospechaban que aguas contaminadas eran las responsables.

La historia volvió a reventar en diciembre, cuando Anita DeFrantz, veterana miembro del COI, dijo en el programa de radio de Mike & Mike de ESPN que los jóvenes remeros se había intoxicado con helado. Luego se disculpó por difundir información errada. El presidente ejecutivo de la asociación de remo estadounidense, Glenn Merry, afirma que una investigación interna no pudo establecer ningún factor común a todos los casos.

La veterana médico del equipo de remo estadounidense, Jo Hannafin, afirma que consultas hechas a los demás equipos tampoco arrojaron respuestas. "El equipo estadounidense fue la única anomalía estadística al analizar todos los datos", dice. A fin de prevenir que se repita el incidente, la federación seguirá las directrices de los centros de control de epidemias y de la comisión médica de la FISA, el organismo rector internacional de esta disciplina.

La laguna, en forma de una gruesa letra C, se encuentra inmediatamente al norte de la playa de Ipanema, al pie de la montaña en la que se encuentra la estatua de Cristo el Redentor con los brazos abiertos. Un canal interconecta su ribera sur con el océano. Las autoridades gubernamentales hacen pruebas de medición de los niveles de la bacteria E. coli en las aguas, en seis lugares de la laguna, a fin de establecer si no es aconsejable el contacto secundario con ellas en las competencias de remo, pesca y de diversos tipos de navegación. A veces el color que se utiliza en la Internet para describir las condiciones de las aguas de la laguna es el verde durante varios días, unas veces es el rojo y otras es una combinación de ambos. Las pruebas de la Associated Press el pasado año encontraron niveles de contaminación viral más altos en la laguna que en ninguna otra sede de las competencias, y cifras pico de concentración de bacterias coliformes iguales a de 16 veces el nivel permisible para los contactos secundarios, según las leyes nacionales.

Estados Unidos enviará 48 remeros a Rio, el doble si se piensa que hombre prevenido vale por dos tal como la federación busca al máximo lograr. La prevención comienza con recipientes de desinfectante para las manos que les serán entregados en el vuelo a Brasil.

Hannafin afirma que a los atletas se les pidió que se vacunaran contra la hepatitis A, que recibieran refuerzos contra el polio y que tomaran medicinas ingeridas para la fiebre tifoidea. Se desinfectarán las empuñaduras de sus remos con agua oxigenada, y se lavarán sus botes por dentro y por fuera luego de cada una de las sesiones de entrenamiento y de cada una de las competencias. Sus uniformes se lavarán a temperaturas lo suficientemente altas para matar los gérmenes. Las pequeñas lesiones que afectan la parte trasera de las pantorrillas de los remeros, producidas por los asientos deslizantes, serán limpiadas y cubiertas a fin de reducir la posibilidad de infecciones. Habrá probióticos aprobados por el Comité Olímpico Estadounidense en las tablas de entrenamiento.

En su conjunto, las medidas son más extensas que las que los equipos de remo estadounidense han implementado en otros años, pero también son protocolos sencillos de sentido común para todo atleta de élite que viaje frecuentemente. Los funcionarios buscan considerar que esta nueva conciencia de los riesgos es para bien. "Ha aumentado el nivel de conciencia de todos", dice Curtis Jordan, director del desempeño del equipo de remo estadounidense. "La gente estará atenta cuando le indiquemos las maneras de atender los problemas de higiene".

Jordan observó a los atletas junior holandeses celebrar los mundiales en Rio saltando a la laguna, y no está muy seguro de que pueda impedir que los atletas olímpicos hagan lo mismo. "Sencillamente no pueden hacerlo antes", dice.

El largo plazo

Las Olimpiadas Londres 2012 cerraron con la convocatoria tradicional a los jóvenes del mundo para reunirse en el año 2016. Y ellos vendrán a Rio, impulsados por la visión de esos momentos que sólo ocurren cada cuatro años. Se la jugarán en estas aguas, mientras los que toman las decisiones de los Juegos Olímpicos observan desde lejos, con la esperanza de que nada se vuelva contra ellos.

Las competencias resaltan todos los puntos débiles de los países que las alojan. Ya es rutina retirar de las calles a los sin techo y a la gente pobre. Edificaciones pensadas para durar mucho tiempo permanecerán vacías luego de los juegos. Las facturas se acumularán. En el caso de Rio, proyectos necesarios de inversión, tales como nuevas vías y recursos de transporte público, se equilibran con lo que no se hizo, el punto de partida perdido de cambios extensos en los aspectos más elementales de su identidad.

Leonardo Espindola, jefe de personal de la gobernación de Rio de Janeiro, insiste que los juegos no son una línea de llegada, y que las iniciativas medioambientales seguirán avanzando.

"Los juegos también servirán para capturar la atención de todos, de toda la sociedad, no sólo en Brasil sino en otros lugares del mundo, respecto a la importancia de la bahía de Guanabara", declaró a Outside the Lines. "De modo que el legado principal de los Juegos podría ser el hecho de que hayamos elevado el nivel de atención, que no nos rendimos ante las dificultades de Guanabara y que estamos demostrando que es posible ofrecer una bahía que esté lista para las Olimpiadas."

Barbassa, la escritora, dice que no está convencida, y se pregunta si se alcanzará un punto de inflexión luego del cual su ciudad costera pudiera quedar prácticamente aislada del océano.

"Si vienes aquí y te vinculas con este lugar, te enamoras de él y te dolerá verlo en estas condiciones", dice.

"Si piensas en quiénes son las víctimas, pues son los niños y jóvenes que crecen al lado de eso, y que no pueden vincularse con el entorno en el que viven sin que éste constituya una amenaza grave para su salud."

El último lugar que Moscatelli quiere visitar en su recorrido se encuentra en el centro del ecosistema de Rio 2016, a 3 kilómetros de la Marina da Gloria, y algo más cerca de Copacabana. En los mapas turísticos oficiales, la playa de Botafogo se muestra con un parasol inclinado, el símbolo universal de lugares para pasear y nadar. En la vida real, el límite entre la arena y las aguas está cubierto por lodos en los que las palomas buscan alimentos.

Aglomeraciones de algas putrefactas se mecen suavemente en los bajos. Se ve basura y graffitis dispersos en el rompeolas cercano. Es un día de cielo despejado con temperaturas de 30 grados, y el inicio de un asueto nacional, pero la playa está vacía, declarada como insegura para usos recreacionales (hyperlink to beach testing data). Una pareja de arcos de fútbol se yerguen como solitarias garitas.

Las aguas próximas a la orilla en la zona restringida están calmas. Al acercarse el equipo de camarógrafos a las entrañas mugrosas de una gran pileta rectangular de aguas servidas, un hombre que pasa por el sendero de bicicletas les grita en portugués: "Muestren a todos esta basura."

Al salir de Botafogo, la embarcación surca aguas con bandas de zonas limpias y sucias. En la estela de la hélice de la embarcación el agua se arremolina con basuras no identificables. "¿Dónde está la eco-embarcación?", dice Moscatelli, con un gesto de énfasis. "Es imposible."

Más adelante, navegantes cruzan velozmente en formación las aguas de Guanabara. Pulcras embarcaciones de placer se balancean en el puerto al pie de la silueta majestuosa y empinada de la montaña del Pan de Azúcar. Un teleférico lleva y trae excursionistas entre su cúspide redondeada de 400 metros de altura y el Morro da Urca, 150 metros más abajo. La vista es espectacular, y todo parece inmaculado desde arriba.

En este reportaje de Outside the Lines participaron el reportero Tom Farrey y la productora Justine Gubar.