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Michael Phelps, el atleta más dominante de la historia

La natación jamás podrá competir en popularidad con deportes masivos como el futbol, beisbol o futbol americano. Sin embargo, durante un breve periodo, este deporte adquiere nuevas dimensiones y se convierte en uno de los favoritos de los aficionados.

Cada cuatro años, en los Juegos Olímpicos, esta disciplina compite con el atletismo y otros deportes por el gusto del público, que reconoce nuevas figuras más allá de Messi, Cristiano Ronaldo o Stephen Curry. Aunque también existen los campeonatos mundiales de natación, el hecho de que la justa olímpica cuente con mayor difusión en los medios de comunicación y sea televisada a prácticamente cualquier parte del mundo contribuye a que las competencias en la piscina sean de las más esperadas.

Es ahí donde una figura ha sobresalido de manera especial en los años recientes. Un atleta que llegó para dominar este elemento como si hubiera nacido dentro del agua.

"No puedes poner un límite a todo. Entre más sueñes, más lejos llegas". Michael Phelps ha tenido una espectacular carrera. A sus 31 años de edad, el atleta nacido en Baltimore, Maryland, puede presumir varios logros, como haber debutado en unos Juegos Olímpicos a los 15 años.

Pero lo más destacado, sin duda, son las 22 medallas (18 de oro, dos de plata y dos de bronce) cosechadas en las ediciones de Atenas, Beijing y Londres, además de imponer el récord de más preseas ganadas por cualquier atleta olímpico.

Phelps anunció su retiro en 2012, sin embargo, en abril de 2014 dio marcha atrás y confirmó su regreso a la competencia profesional a los 28 años de edad.

Phelps es el más pequeño de tres hijos y comenzó a nadar cuando sus hermanas Whitney y Hilary se unieron a un equipo local de natación. La primera buscó integrarse al equipo olímpico en 1996, pero las lesiones liquidaron su carrera. A los 7 años de edad, Michael tenía miedo de meter la cabeza bajo el agua, así que los instructores le permitían flotar sobre su espalda. No es sorpresa que su primera especialidad sea el nado de dorso.

Michael superó con éxito un ‘problema’ de hiperactividad, pues la natación fue el medio ideal para liberar toda esa energía y canalizarla en modo positivo.

Aunque sus maestros y su madre tardaron un poco en detectar en qué disciplina podía desarrollarse mejor, pronto descubrieron que, literal, se movía como pez en el agua. “No luchaba contra el agua, sino que me sentía parte de ella", cuenta Phelps.

"Cuando me encontraba en sexto grado, el doctor Charles Wax me diagnosticó déficit de atención e hiperactividad, y me prescribió Ritalin. Me lo daban tres veces al día y la enfermera del colegio me liberaba a menudo de alguna de las clases, razón por la que muchos chicos se burlaban. Sólo dejaba de hacerlo los fines de semana. Entonces, quemaba toda mi energía nadando", recuerda Phelps en su autobiografría.

"En séptimo grado, le dije a mi madre: 'Se acabó el Ritalin. Ya no quiero más'". Con esa decisión, empezó una nueva vida para Phelps, focalizada en la piscina. "A los nueve años, nadaba 75 minutos al día cuatro veces a la semana; a los 10, 90 minutos cinco días a la semana. Pero fue a partir de los 11 cuando empecé a entrenarme todos los días, alrededor de dos horas y media", recuerda en el libro.

Así, comenzó su carrera en la piscina de la escuela secundaria de Loyola. Conoció a su coach, Bob Bowman, cuando comenzaba a entrenar en el club acuático de North Baltimore. El coach de inmediato reconoció los talentos de Phelps y su alto grado de competitividad, por lo que comenzó un intenso entrenamiento. Para 1999, Phelps ya era parte del equipo B de Estados Unidos.

A la edad de 15 años, Phelps se convirtió en el nadador estadounidense más joven en competir en Juegos Olímpicos en 68 años. Aunque no ganó medalla en la edición de Sidney 2000, se convertiría pronto en el mejor nadador de la historia.

En la primavera de 2001, Phelps impuso récord en los 200 metros estilo mariposa, convirtiéndose en el más joven (15 años y nueve meses) de la historia en lograrlo. Rompió su propia marca en los Campeonatos Mundiales de Fukuoka, Japón, con un tiempo de 1m54.58s, que representó su primera medalla. Phelps continuó imponiendo marcas y conquistando metas como pocos atletas.

Poco antes de graduarse de Towson en 2003, a los 17 años de edad, Phelps impuso cinco récords mundiales y se convirtió en una estrella en los Olímpicos de Atenas en 2004, donde ganó ocho medallas (seis de oro).

Su estela de triunfos se expandió hasta los Campeonatos Panpacíficos de 2006 y los Campeonatos Mundiales de 2007 en Melbourne, Australia. En los Olímpicos de 2008 ganó ocho medallas de oro y rompió la marca de Mark Spitz de 1972, quien había ganado siete medallas de oro.

En 2012, incrementó su cosecha de medallas olímpicas a 22, también un récord absoluto. En Londres ganó cuatro oros, dos platas. ¿Qué significa eso? Simplemente que es el atleta más dominante en su deporte, el equivalente a Usain Bolt en la pista o a Serena Willams en el tenis. La única diferencia es la difusión del deporte en los medios de comunicación.

Tras los Olímpicos de Londres, anunció su retiro, pero regresó en 2014 compitiendo en el Grand Prix de Mesa y en los Campeonatos Panpacíficos en Australia.

Actualmente, Phelps se prepara para competir en los Olímpicos de Río, donde intentará aumentar su notable cosecha y colocarse en lo más alto del Olimpo, y seguramente será uno de los atletas más seguidos en la justa carioca.

Pese a competir en un deporte de poco impacto mediático, comparado con el futbol, Phelps ha logrado armar una fortuna después de su éxito en los Juegos Olímpicos de Atenas, cuando se convirtió en uno de los deportistas mejor pagados gracias a sus patrocinios con la marca deportiva Speedo, con la que tenía una cláusula reservada, así como por los contratos publicitarios que le consiguió su agente, Peter Carlisle, quien también le firmó acuerdos con Visa, la entidad crediticia Argent, AT&T, Wireless, Omega y Power Bar, compañías que antes de los Juegos ya le proporcionaban unos ingresos extra de unos cinco millones de dólares anuales.

Su agente se ocupaba también del lanzamiento de calendarios, de un libro sobre sus experiencias destinado a los niños y de la venta de los derechos televisivos para un especial sobre la vida de ese ídolo universal. Phelps destinó parte de sus emolumentos a obras benéficas y se hizo voluntario de Child Life Center de la Universidad Johns Hopkins. El impacto que había producido su eclosión en 2003, año en el que eclipsó a otro fenómeno de la natación, el australiano Ian Thorpe, le valió el Premio Sullivan, destinado al mejor deportista neoprofesional.