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Chiaraviglio, el retorno del rey

Como el Ave Fenix, Chiaraviglio resurgió de las cenizas y volvió a ser. Getty Images

BUENOS AIRES -- El día está hermoso. Unos 28 grados y, por una vez, poca humedad en Santa Fe. Germán Chiaraviglio se pone los auriculares y sale a trotar. Su atención está dividida entre la música de Leo Mattioli que llega a sus oídos y el repaso mental de la profunda charla que tuvo con su equipo de trabajo -que integra también su hermana Valeria- hace horas. Corre sin pensar que corre. Tantos años de entrenamiento se lo permiten. El sol le pega en la cara y eso lo hace feliz.

Hay una piedra, no muy grande, en su camino. Pero él no la ve. Y, sin querer, la pisa con su pie izquierdo.

En un instante se acaba el relax. Pasan por su cabeza, en un flash, las lesiones, las operaciones, la depre. La voz de Mattioli es ahora un zumbido insignificante. Frena y se mira el pie. Es ese, el que tantos problemas le causó.

"Pero...no me dolió", piensa. Pisa una, dos veces. No pasó nada.

Vuelve al trote. Sabe que un par de años atrás ese mismo tropiezo le hubiera causado un dolor insoportable. Toma conciencia de que la lesión quedó definitivamente atrás. Mientras retoma el ritmo, una sonrisa se le dibuja en la comisura de los labios.

Son los primeros días del año 2015.

Quedaron atrás dos intervenciones quirúrgicas en ese pie izquierdo, largas y agotadoras recuperaciones que nunca terminaban de dar el resultado deseado. El bajón lógico de no saber si iba a volver a ese nivel que en 2003 y 2006 lo habían llevado a consagrarse campeón mundial juvenil.

La mala actuación en los Juegos Olímpicos de Beijing y la no clasificación a los de Londres. El no haber podido ir a varios mundiales de atletismo por bajo rendimiento. Y la depresión.

Todo eso se acabó. Una convicción que no sabe bien de dónde viene ahora lo hace verlo claro. Tal vez sea ese balance que hicieron con su equipo sobre la temporada 2014 y los puntos a mejorar a futuro. O darse cuenta de que el pie ya no molesta. O las dos cosas sumadas. No lo sabe.

La cuestión es que reapareció la confianza. En su cabeza se ve volando alto de nuevo, soltando la garrocha en un salto enorme hasta superar el listón. Esos pensamientos reemplazan a los recuerdos de momentos negativos.

Pasan los días, las semanas y llega la primera oportunidad de llevar ese halo de fe en sí mismo al terreno de lo concreto. Por una de esas lindas casualidades, la chance se da en su tierra, Santa Fe, donde afronta la primera competencia del año.

Reaparece el placer de estar en una pista de atletismo, la motivación de tener un público observando, el cariño por las herramientas de trabajo. Corre hacia el listón concentrado, pensando en aplicar esa evolución en la velocidad previa al salto que tanto entrenó. Y vuela. Tal y como se lo imaginó un par de meses atrás, mientras trotaba. Vuela.

5 metros y 65 centímetros que le alcanzan no sólo para ganar el torneo, sino para superar esos 5.60 que se habían convertido en una pared infranqueable en las últimas temporadas.

5.65 que lo llenan de alegría. Que le permiten cerrar el círculo que había abierto con el retorno de la confianza en su potencial. Y, dato no menor, que lo clasifican al mundial de atletismo de China.

Esos primeros meses del año pasado fueron un renacer para Chiaraviglio. Luego vendría la medalla de bronce en la fecha de Doha de la Diamond League, la plata en los Juegos Panamericanos de Toronto -donde logró la mejor marca de su carrera al saltar 5,75 metros- y el acceso a la final en el Mundial de Atletismo de Beijing.

Como una catarata, las alegrías se fueron sucediendo. Y así este hombre de 29 años, hijo de Guillermo Chiaraviglio, ex campeón argentino de salto con garrocha, y de Miriam Ermácora, una lanzadora de bala que alcanzó nivel internacional, de repente retornó a la elite.

"La confianza fue uno de los factores principales por los cuales yo volví a tener un cierto nivel e incluso a superar mis marcas históricas. Es un intangible. Muy difícil de cuantificar. Se logra acercándote a elementos que te dan tranquilidad, haciendo un laburo con tu equipo. La parte que tiene que ver con el entrenamiento mental es clave. Es un motorcito interno que va a la par de lo físico y de lo técnico", le dice ya en este presente de 2016 a ESPN.com en una entrevista exclusiva.

El santafecino sabe que esos gratos momentos de la última temporada ya pasaron, y que ahora debe generar nuevos. El gran desafío que tiene por delante son los Juegos Olímpicos de Río, a partir del 5 de agosto.

Un renovado optimismo se le nota en los gestos y las palabras. El semblante de alguien que volvió a ser. Que se demostró a sí mismo que puede. "No es imposible ganar una medalla en Río. Es muy complicado, pero no imposible", se ilusiona.

"Haber estado tanto tiempo luchándola, con algunas lesiones y problemas, hicieron que el 2015, que me permitió tener un progreso, mejorando inclusive mis marcas históricas, me de una doble satisfacción. Sobre todo el hecho de haber conseguido la clasificación a Río con tanta antelación –fue en junio del año pasado-. Estoy con ganas de que lleguen los Juegos, pero con la idea de disfrutarlos y no enloquecerme en cuanto a las expectativas", explica.

El Germán que va a afrontar los JJOO es un compendio. Una síntesis de aquella estrella en ciernes de su época de juvenil, cuando logró las únicas dos medallas doradas que tiene Argentina en mundiales de atletismo de cualquier categoría, de ese atleta taciturno sumido en la depresión que fue durante un tiempo, y de este hombre de 29 años que hoy proyecta madurez y autoconfianza.

Al escucharlo, calmo y abierto a la charla, da toda la sensación de que va a ser esa última parte la que prevalecerá en el estadio de atletismo de Brasil.